La zoología


RAFAEL MARTÍN DEL CAMPO


El hecho de que Hernández emprendiera la traducción castellana de la Historia natural de Plinio revela que consideraba a éste como una autoridad básica para el estudio de la materia en Europa, en lo que no estaba tan descaminado, ya que generalmente lo fue en lo relativo al mundo antiguo, puesto que sintetizó en su obra todo lo reconocido por los naturalistas clásicos griegos, sobresalientemente Aristóteles, Teofrasto y Dioscórides. Pero, por supuesto, la obra total de Plinio hubo de ser reconsiderada cuando, como re­sultado de los viajes de exploración efectuados desde el siglo XVI, se llegó a obtener un enorme cúmulo de nuevos conocimientos relacionados con geografía, botánica, zoología, antropología, etc. Estas consideraciones no pretenden hacer que el trabajo se devalúe en su calidad de enciclope­dia histórico-natural del mundo antiguo, aunque sí la hacen inaplicable al resto de la Tierra.

La consideración especial que le mereció Pli­nio a Hernández se relaciona con su preparación académica, pues las universidades españolas, reales y pontificias, fueron influidas por el Renacimien­to en artes y literatura, por ejemplo, pero en el terreno científico, debido a la ultrarreligiosidad que padecía el país, y el acatamiento ciego con que se veía desde el Medievo a los clásicos griegos y latinos, suponiendo que todo lo habían resuelto y nada quedaba por investigar. En consecuencia, vieron con desconfianza, casi como herejías, los nuevos conocimientos adquiridos en la época. Era tal la situación, que el mismo Andrés Vesalio, revolucionador de la anatomía, cuando salió de Italia y se refugió en la corte española, se vio precisado a suspender sus investigaciones por estar prohibida la disección de cadáveres humanos.

Como consecuencia de que el latín fuera en­tonces la lengua culta universal, misma en que se expresaban los universitarios (catedráticos, es­tudiantes y graduados), encontramos que Hernández la utilizaba correctamente. En cambio nos sorprende, no sin extrañeza, que su dominio del idioma castellano era deficiente, lo que se percibe al leer su traducción de Plinio y los comentarios que le dedica.

Reconocemos que Hernández fue un médico y naturalista competente a su modo, conocedor de la fauna española, quizá no siempre de mane­ra directa y personal, ya que era médico de la Cor­te, sino a través de informaciones procedentes de gente campesina, cazadores y pescadores, que la conocían por observación propia.

La nomenclatura que manejó el Protomédico fue de índole vernácula, pues faltaba todavía siglo y medio cuando menos para que Linneo fun­dara la científica binominal en uso hasta nues­tro tiempo. La única terminología más o menos científica que conoció fue la derivada de Plinio, relativa a la fauna de la región mediterránea oriental, no siempre idéntica a la del occidente europeo.

Ahora bien, los comentarios de Hernández, a veces más extensos que el texto de Plinio, son en ocasiones algo confusos. En su mayoría tie­nen la importancia de una complementación cien­tífica pues agrega al menos los nombres usados regionalmente en España, cuando se trata de las mismas especies, y señalando diferencias en al­gunas otras.

Nos abstenemos de redactar una nota especial para cada uno de los comentarios del “Intérpre­te”, porque nuestra colaboración resultaría ex­tensísima y repetitiva, a pesar del interés que en­cierran, pues nos referiríamos constantemente al agregado de posibles especies nuevas, así como la inclusión de una sinonimia en diversos idio­mas europeos: castellano, francés, italiano, etc., aspectos en los cuales se manifestó Hernández más renacentista que escolástico. También esta­blece equivalencias entre estos nombres y los griegos y latinos antiguos.

El emprender dicha labor sería para nosotros un problema difícil, pues no estamos suficientemente familiarizados con la fauna europea ni con el estado actual de su taxonomía y nomenclatura.

Tuvo conocimiento de los trabajos hechos por algunos zoólogos humanistas del Renacimiento, por ejemplo Pierre Bélon y Guillaume Rondelet, pero en muchos casos no está de acuerdo con ellos porque difieren de opinión con los clásicos, adop­tando en esto una actitud escolástica.

La traducción castellana de Plinio hecha por Hernández y publicada como parte de las Obras completas de éste es grandemente útil para los historiadores de la biología en nuestra época, cuando el latín no es ya un estudio obligado en nuestras universidades. Esto merece un testimo­nio de gratitud hacia el traductor. Los comen­tarios del “Intérprete” fueron de su exclusiva responsabilidad, y su consideración particular y detallada quedaría muy bien encomendada a bió­logos y naturalistas europeos, en particular los españoles, quienes con mayor autoridad podrían justipreciarlos.

TOMO VII. COMENTARIOS A LA OBRA DE FRANCISCO HERNÁNDEZ