ENRIQUE BELTRÁN
Es Hernández quien abre a los naturalistas europeos los tesoros de los tres reinos en el Nuevo Mundo.
BLAINVILLE, 1847.
Felipe II comisionó a su médico F. Hernández en lo que fue probablemente la primera expedición botánica enviada por un gobierno.
REED, 1942.
El siglo XVI en que se encuadra la polifacética figura de Francisco Hernández (1517/18-1584) es de especial significación en el campo de la ciencia, aunque Koyré (1960) lamenta que “si el pensamiento científico del siglo XVII, siglo de los genios, es relativamente bien conocido, el del siglo XVI, siglo de los precursores, lo es mucho menos”.
“Antes del siglo XVI —opina Callot (1951)— la historia natural se reducía a los puntos de vista de Aristóteles, aumentados por la confusión de las compilaciones de la Edad Media y las especulaciones de los sabios griegos y árabes.”
Varios contemporáneos de Hernández hacen aportaciones de distinta importancia en el campo de la zoología, destacando entre ellos: Agrícola (1494-1555), Aldrovandi (1522-1605), Belon (15171564), Fabricio (1589-1645), Gesner (1516-1565), Lonicer (1528-1586), Magnus (1490-1558), Rabelais (1494-1553), Rondelet (1507-1560), Salviani (1514-1586).
También incursionan en la zoología, y precisamente en la del Nuevo Mundo, dos paisanos suyos: Fernández de Oviedo (1478-1557) y Acosta (1540-1600).
La formación de biólogos no existía en esa época, y quienes se dedicaban a investigar plantas y animales eran por lo general médicos o farmacéuticos.
Por ello, como acertadamente escribe Bodenheimer (1960): “No podemos hablar acerca de la historia de la biología en el siglo XVI, porque la ciencia general de la vida casi no había renacido. Pero podemos hablar acerca de la historia de la botánica y la zoología descriptivas, porque en el siglo XVI la descripción de las diversas formas de animales y plantas, especialmente en relación con las estudiadas en la antigüedad, comienza a hacerse: las descripciones se hicieron con especímenes reales.”
Dentro del ambiente de la época, en que la medicina era la profesión de la que salían la mayoría de los que realizaban estudios zoológicos, Hernández tenía la formación académica de un doctor en medicina —obtenida en la Universidad de Alcalá— que incluía una buena dosis de conocimientos botánicos, ya que las plantas eran la fuente principal de los remedios; y los términos de las instrucciones recibidas, al pasar al Nuevo Mundo, eran en el campo de la botánica, que fue al que dedicó lo mejor de sus afanes, y es generalmente en su carácter de botánico como habitualmente se le cita. Pero también se había asomado a la zoología observando peces en Sevilla y disecando animales diversos en Guadalupe; sin mencionar —por ser obvios— sus conocimientos de anatomía y fisiología humanas (Somolinos, 1960).
Esa ventaja llevaba el Protomèdico a sus predecesores en las Indias —Fernández de Oviedo y Acosta— y por ello coincido con la opinión de Somolinos (1960) —con un subrayado mío— cuando afirma que fue: “El primero que con ojos y espíritu científico, había alcanzado a comprender el extraordinario mundo natural que encerraban los nuevos territorios.”
En el siglo XVI cuatro son las figuras que mayormente se destacan en el campo de la zoología: el suizo Conrado Gesner, el italiano Ulises Aldrovandi, y los franceses Belon y Rondelet, cuyas publicaciones fueron fuente obligada de consulta en su tiempo, y por muchos años después.
Las obras de estos autores, con excepción de las de Aldrovandi, que no comenzaron a publicarse hasta 1599, aparecieron en vida de Hernández, la mayoría antes de su viaje a Nueva España.
Para juzgar el interés que el Protomèdico, fundamentalmente botánico, pudiera tener en el estudio de los animales y establecer su familiaridad con las fuentes más importantes del ramo en su tiempo, es importante aclarar si conocía las contribuciones de los tres autores mencionados.
Desafortunadamente, en su Historia de los animales de Nueva España no encontramos referencias al respecto, excepto una a Aristóteles y Teodoro Gaza en relación con el “acidi o liebre de agua”.
Afortunadamente, en los comentarios a su traducción de Plinio abundan las citas que nos muestran que no sólo Gesner, Belon y Rondelet le eran familiares, sino otros autores importantes, aunque de menor categoría zoológica como Agrícola, Jorge Fabricio, Olaus Magnus.
“La autoridad, la erudición, la dialéctica, forman el fondo de los naturalistas del Renacimiento. Pero no reside en ello su verdadera originalidad... que aparece justamente cuando, protestando contra esos procedimientos cuyas afinidades con la Edad Media son evidentes, los rechaza y abre la vía a un método nuevo que es el de las ciencias positivas y experimentales” (Callot, 1951).
Es evidente que en Hernández, hombre de su época, el respeto a la autoridad, el derroche de erudición y la afición dialéctica están profundamente arraigados. Y si en su Historia de los animales no se ponen mucho de manifiesto es por la brevedad de las descripciones, aunque no dejan de aparecer en las de mayor amplitud. Pero abundan plenamente en sus comentarios a Plinio.
Su conocimiento de los antiguos, especialmente de Aristóteles, al que cita a veces no sólo por nombre, sino también mencionando la obra pertinente, nos permite ver que conocía prácticamente toda su producción en lo que a historia natural se refiere, y que lo mismo consultaba las ediciones latinas que castellanas: De animalibus, De generatione ammalium, De la naturaleza de los animales, De historia animalium, Las partes de los animales.
Pero aunque aprecia debidamente las brillantes aportaciones de los autores que cita, antiguos y modernos, no vacila en discrepar de ellos.
Así al comentar lo referente al pez sierra (Plinto, libro noveno, capítulo II) critica que Belon diga que no lo conocieron los antiguos, ya que lo cita Plinio; y opina que Rondelet sufre una equivocación en la identidad. Y así, en muchos otros casos, afirma su independencia de criterio, basándose en una interpretación de los textos que considera más correcta o, lo que es más interesante, apoyado en sus propias observaciones.
Cierto es que acepta sin objetar en su esencia el Ave Fénix legendaria, aunque discute eruditamente si su ciclo vital es o no de 660 años, como dice Plinio. Pero Belon tampoco la niega categóricamente, y señala que el ser mítico pudiera quizá encontrarse en las misteriosas Islas Molucas.
Comentando lo referente a nereidas y tritones (Plinio, libro noveno, capítulo V) no los rechaza, pero sí expresa sus dudas en algunos relatos, como por ejemplo el de ciertos lujuriosos hombres marinos que salen en busca de mujeres: “pero como no los haya yo visto no quiero dé a ello el lector más crédito del que le pareciere”. Actitud semejante a la que toman Rondelet y Gesner frente a estos seres míticos.
En varias de las descripciones de sus Animales dice referirse a ellos por lo que le han contado, pero advirtiendo que a él no le consta.
Si en lo que hace al respeto de los antiguos, erudición y discusiones dialécticas —herencia de la Edad Media— Hernández está al parejo de sus colegas extranjeros, en lo que es realmente característico de la época “una tendencia muy clara de preocuparse al fin por la observación de los seres vivos” (Petit y Theodorides, 1962) les sobrepasa por la índole misma de su trabajo, o sea describir la fauna de un mundo desconocido, lo que no se puede hacer tomando de los predecesores, ya que sólo se logra, como él lo hizo, por la observación directa de los animales.
REFERENCIAS
BLAINVILLE, H. De. 1847. Histoire des sciences de l’organisation, Hermann, Paris, 3 vols.
REED, H.S. 1942. A short history of the plant sciences, Chron. Bot., Waltham.
KOYRÉ, A. 1960. “Avant-propos”, en UIHPS, La science au seizième siècle, Hermann, Paris.
CALLOT, 1951 .La renaisance des sciences de la vie au XVIe siècle, Press. Univ., Paris.
BODENHEIMER, J.M. 1960. “Towards the history of zoology and botany in the XVI century”, en UIHPS, La science au seizième siècle, Hermann, Paris, 285-296.
SOMOLINOS D’ARDOIS, G. 1960. Vida y obra de Francisco Hernández, en Obras completas de Francisco Hernández, UNAM, México, 7 vols. 1:97-482.
PETTIT, G. y J. THEODORIDES. 1962. Histoire de la zoologie au seizième siècle, Hermann, Paris.
TOMO VII. COMENTARIOS A LA OBRA DE FRANCISCO HERNÁNDEZ