CAPÍTULO XVII


Si el amor tuvo nacimiento, y si lo amado es más digno que lo amante


Se duda también si el amor tuvo nacimiento, origen, principio o causa producente, o si es eterno y no producido por otra cosa alguna. A tal duda responden los platónicos que el amor fue producido y no puede ser primero en eternidad, y que es preciso conceder que también en el orden causal le precedieron otras cosas. Primero, porque el amante precede al amor como el agente al acto, de donde es necesario que el primer amante haya producido el primer amor y le haya precedido; pues podría existir alguien sin amor, pero no amor sin amante. Segundo, porque así como el amante precede al amor, así también lo amado, pues si no hubiese preexistido lo amable no habría podido amarse, y, por ende, no se habría producido el amor; pues lo amable puede existir sin ser amado, pero no el amor sin lo amable.

Es por tanto lo amado primera causa agente, formal y final de amor, y padre suyo verdadero en tanto que el amante es sólo su causa maternal, es decir, como madre que lo concibe y da a luz. Esto significó Platón cuando dijo que el amor se crea en lo bello, porque es lo bello lo que se ama, y el amante, concibiendo de lo bello en su seno, da a luz el amor, que es como hijo semejante al padre bello y amado, y a éste lo dirige como a su último fin. Así, el amante puede también decirse padre del amor en lo que tiene de servidumbre u obsequio, pero no es su generación. Mas aunque recibe lo amado esta servidumbre de amor, es sin embargo más excelente el servidor, como tal, que aquel o aquello a que sirve y rinde obsequio, el obediente que aquello a que obedece, y el que reverencia que lo reverenciado; pero aunque los amantes sean, como tales, más dignos y mejores que lo amado, todo amante tiende hacia lo amado y se le adhiere como lo menos digno a lo más digno. Porque lo amado engendra y mueve el amor, en tanto que el amante es movido por él.

En rigor, pues, lo que el amante busca es su propia perfección y su gozo, y aunque acontezca a veces que lo amado sea más imperfecto que el amante, éste se torna siempre más perfecto al unirse con el objeto amado, o por lo menos más alegre y feliz. Y es el deseo de esta nueva perfección, felicidad y alegría que alcanza el amante por unión con la cosa amada, lo que le impele hacia ella. Por lo que se refiere a los que se aman mutuamente, cada uno de ellos es más perfecto que el otro en cuanto amado, y más imperfecto en cuanto amante, y lo propio ocurre en el amor de sí mismo.

Si puede esto acaecer en Dios, cuya naturaleza es única y simplicísima y su perfección absoluta en todos aspectos, lo consideraremos adelante. Cómo es que lo superior ame a lo inferior, lo espiritual a lo corpóreo, el alma al cuerpo y el soberano Dios a todas las cosas creadas, cuando lo amado suele ser más perfecto que el amante, lo explicamos ya anteriormente. En suma, el amor nació de lo bello como padre y del amante de lo bello como madre.

TOMO VI.

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