CAPÍTULO XI (Y ÚLTIMO)


De otras cuatro preguntas


La prudencia no puede estar sin virtud moral, porque discurre por razones. El discurso se haze muy rectamente con sillogismo, y éste no se puede, ignorado el principio, forjar. El principio es fin de la acción, y del fin no puede sentir bien el que carece de virtud.

Segunda cuestión. De la misma manera, sin prudencia no puede estar virtud alguna, y aunque es cierto haver en nosotros algunas virtudes naturales, y ser unos inclinados a la equidad, otros a templanza y otros a otras virtudes proprias, pero la virtud moral, como aquella que no se alcanza por naturaleza, antes por exercicio acompañado de razón, y la razón qué otra cosa puede ser que prudencia, de donde es que Sócrates no erró del todo llamando a todas las virtudes ciencias y prudencias.

La tercera. De aquí se entiende no poder nadie exercitar una virtud sin ayuda de las otras. La razón desto es que como toda virtud tenga asida a sí la prudencia y la prudencia abrace todas las virtudes, síguese que cada una de las virtudes tiene eslavonadas consigo todas las demás.

La cuarta. Podrá parecer a algunos que la prudencia excede la dignidad de la sabiduría porque se aprestan para la sabiduría, mandan y determinan todo lo que puede pertenecer al ornamento y disciplina de la república, mas no por eso manda a la sabiduría, antes como la sanidad es más excelente que la medicina, aunque la medicina sea causa de la sanidad, ansí la sabiduría es superior a la prudencia, porque es virtud de mejor parte que la prudencia.

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS