CAPÍTULO VII


De la diversidad de las cosas terribles y extremos de la fortaleza


Y porque se dize de dos maneras una cosa terrible, o porque excede las fuerzas humanas, de manera que no temerla sería falta de juizio o porque es igual a las fuerzas del hombre, esta última, si alguno la acometiere por algún fin honesto, y por aquella manera y orden que conviene, será de ánimo fuerte y levantado, y aunque el que es sin ningún temor deve carecer de nombre por haver destos pocos, puédese llamar impávido, que quiere dezir sin miedo. Mas el que excede, osándose llamar audaz u osado, éste es de tal manera fingidor de fortaleza que los peligros que tuviera, estando absentes en poco, los teme presentes. Pero el que peca de temor, siendo medroso, aunque le falta osadía se dize pecar por exceso de temor, a causa de echarse más de ver el exceso que el defecto; desconfía también siempre el medroso, y por el contrario el osado se sustenta con vana esperanza, mas el fuerte guarda medianía y dignidad entre todas estas cosas. También el osado es feroz antes de venir los peligros y después de venidos se espanta. Está el fuerte sosegado antes que vengan, y hierve cuando los tiene presentes. Dubdan algunos si los que por evitar algún grande trabajo se procuraron la muerte, se deven llamar fuertes, a lo cual se responde que no, por no lo haver hecho por razón de virtud, sino por huir de algún trabajo y calamidad, según se ha visto en nuestra edad por algunos notables exemplos.

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS