CAPÍTULO XXVII


Del encienso y otras cosas pulverizables


Pero el encienso y otras cosas semejantes, como es el azufre y alumbre, que con un vocablo se pueden llamar pulverizables, se engendran de la evaporación del húmido acuoso y cozimiento fuerte del aire con la sequedad de la tierra. Ya diximos abundar los metales en humedad ácuea, y no aérea, como no se inflamen según suelen las cosas aéreas hazerlo, antes se derritan. Mas las pulverizables son aéreas y terrestres, como se puedan fácilmente inflamar y hazer polvo. Las piedras, abundando solamente en sequedad férrea, se hazen fácilmente polvo. La piedra pómez haze este negocio controverso, por no descendir como las otras piedras en el agua; impide esto el aire que tiene embevido, porque si la muelen verdaderamente se ve descendir. Estos tres géneros de cosas sin ánima, aunque se hagan del calor y del frío, que son principales calidades, no están subjectos a su imperio, pero se engendran constituidos solamente en el húmido y en el seco. Porque los que menos padecen de todas las calidades son el humor y sequedad. Mas porque diximos ser el calor y frío causas eficientes destas cosas, hase de creer que es la principal parte en su engendramiento la fuerza del cielo, y hase de añadir éste, porque las calidades que se hallan en las cosas no parezcan causas de las substancias, no siendo jamás el orden de naturaleza tan al revés, si no viene acaso y fuera de su intento, como cuando engendran fuego los rayos del sol reflexados en cualque espejo cóncavo o en cualquier manera apta a encender. Pero esto acontece no quiriéndolo el calor, porque como éste pretende engendrar algo semejante, así saca fuego de donde menos se espera. Nascen todas las cosas que se crían debaxo de la tierra, lo uno porque como sean espesas han menester lugares sólidos, y lo contrario porque desciende allí la virtud de las estrellas, más fuerte y unida, a causa de alanzarse de lugar ancho y patente a aquel que es más estrecho y angosto.

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS