CAPÍTULO VIGÉSIMO


De la ciudad de Texcalla331 [Mems., 187; Tlaxcallan.]


La ciudad de Texcalla se llama así por la altura del lugar donde está colocada. Fue fundada a la orilla del río cuyas fuentes332 se ven entre los cerros de Tlancatepec [Mems., 187: Atlancatepec] y que baña gran parte de su provincia y por fin se echa al Océano Austral en Tzacatlán. La ciudad se divide en cuatro grandes barrios: Tepectipac, Ocotelulco, Tigatlán y Quiyahoiztlan. En otro tiempo solía ser gobernada por la prudencia de los hombres [Mems., 18: Zacatollan.] buenos y ricos, como la república véneta y antes de ella la romana, y otras [Mems., 189 y 190.] que aún existen, no pocas reputadas en verdad monarquías y reinos por sus tiranos.333 Elegían sendos jefes para hacer la guerra en los cuatro barrios antedichos y uno de ellos era designado supremo y jefe del ejército. Había otros jefes, pero inferiores a los predichos y les obedecían. Las banderas seguían el ejército y concluida la guerra se plantaban delante de todos y los que no se acogían a ellas eran castigados sobre la marcha. Conservaban en su tesoro sagrado, y con grandísimo respeto, un par de flechas, las que creían firmemente que les venían de los fundadores de la ciudad y de las cuales, cuando tenían que hacer la guerra, tomaban grandes angurios; porque si alguna de ellas disparada en contra del ejército enemigo acontecía que traspasara a alguno, no dudaban de conseguir la victoria pero de lo contrario presagiaban que serían derrotados. No permitían que ninguna de las dos arrojada en medio de los enemigos fuera arrebatada por ellos, sino que la recobraban por grande que fuera el número de contrarios que la defendieran, aun cuando si mientras se esforzaban en esto corriera gran peligro la vida de muchos. Veintiocho ciudades, como dijimos (?), se dice que obedecían a ésta, en las cuales se contaban ciento cincuenta mil casas; los habitantes son de óptima disposición de cuerpo e insignes por el valor marcial, si se comparan a sus colindantes. Llevan una vida pobre, porque esa tierra no es feraz más que para el maíz, con cuyo trueque compraban las otras cosas necesarias para la vida. Había en aquella ciudad no pocos lugares dedicados a mercados, notables por la multitud de hombres y la abundancia de mercancías. Había muchísimos artistas de suma destreza. Abunda en campos herbíferos y muy apropiados para pastos de ganado mayor y menor, para sembrar varios frutos y para cultivar árboles frutales. Dista ocho millas de la ciudad el cerro de la diosa de la lluvia Matlacuaye, hoy de San Bartolomé. Veneraban entre otros a Ometochtli, dios del vino, pero se consideraba el mayor de todos a Camaxtle, que también se llama Mixcoatl, y cuyo templo estaba situado en Ocotelulco, donde todos los años se mataban generalmente ochocientos cautivos. Los ciudadanos situados a largas distancias entre sí hablaban en tres idiomas, náhuatl, otomitl y pinomex. [Mems., 191.] A los criminales los echaban en la cárcel y, conocida la culpa, los castigaban con atroces penas. Ésta es la célebre ciudad de cuyo auxilio y lealtad se sirvió Cortés para conquistar esta Nueva España y tantas y tan lejanas regiones para añadir al imperio de los reyes de España, disponiéndolo todo la Divina Providencia, a quien consideramos humildemente gratas todas las victorias que alcanzaron y todas las que alcanzarán.

{Faltan folios 131 al 137 inclusive del original}.









331 Cf. el cap. XI del libro XII de las dos versiones de la Conquista de Sahagún (SPR, IV, 45 y 151): “De cómo los españoles llegaron a Tlaxcalla que entonces se llamaba Texcalla”. “En el capítulo once se habla de cómo los españoles llegaron a Tlaxcalla, que se llamaba Texcalla.”

332 cuius fonts visuntur apud Tlancatepecum. En el latín, tanto del original como de Jesús Gómez, no hay i sino solamente el punto. No se puede tomar la palabra por fontis, ya sea en genitivo singular o en acusativo plural, porque visuntur carecería de sujeto, de modo que lo he tomado como si dijera cuius fontes lo cual hace perfecto sentido y concuerda con las descripciones de Tlaxcala que se leen en las obras citadas al margen en el texto.

333 Quondam bonorum ac divituim prudentia gubernari solebat, velut veneta res publica ante eamque romana, et aliae quae et hodie extant, non paucae monarchia enim et basilia tyrannis ab eis reputabantur. No entiendo gramaticalmente bien esta frase. Muñoz Camargo (ed. de Alfredo Chavero, México, 1892) dice en nota a la p. 105: “2. Hasta aquí nos había hablado el autor de la fundación de los cuatro señoríos; pero nada nos había dicho de su unión para el gobierno común. Por primera vez refiere que la señoría de Tlaxcalla estaba gobernada por los cuatro señores de las cuatro cabeceras; pero no nos cuenta cómo ni cuándo se formó esta alianza. Por lo poco que alcanzamos de la Historia tlaxcalteca, parece que era una verdadera federación, que cada jefe era soberano en el régimen interior de su señorío, y que los cuatro unidos resolvían las cuestiones de interés general, especialmente las de guerra. A estos cuatro señores llaman algunos indebidamente: Senado de Tlaxcalla.”

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS