CAPÍTULO TERCERO


Opinión de los mexicanos acerca del origen del mundo, del premio a las buenas obras y de otras cosas288


Gran parte de esa gente estaba del todo persuadida de que el mundo había carecido de principio y que sin embargo tendría fin, pero cuáles hubiesen sido sus primeros elementos y cuándo o de qué manera perecería, no sabían decirlo. No faltaban los que por el contrario juzgaran que había de ser perpetuo, pero que alguna vez tendría que volver al mismo estado en que estaban todas las cosas (como en otro tiempo opinó Platón),289 aun cuando en qué tiempo pasaría eso, confesaban que lo ignoraban en absoluto. Por lo demás, con la oración, ayuno, sacrificios, dones y culto a los dioses y otros ejercicios de virtud, no esperaban conseguir nada para la felicidad de las almas (porque esto creían que dependía sólo del género de muerte y no de la clase de vida), pero con todo eso, creían firmemente que conseguirían perdón de sus crímenes y, por lo tanto, que se les prolongaría el curso de la vida, que se aumentaría su fortuna, que se dilatarían los límites del reino y que se subyugaría a los enemigos. Si les había cabido en suerte un buen rey [SPR, II, 63.], pedían vida larga y feliz para él, pero si era al contrario, se esforzaban en obtener de los dioses que, quitado éste, pusieran otro en su lugar para el gobierno humano y prudente de la república. Cuidaban con esmero de trabajar por cosas caducas y frágiles y que rapidísimamente habían de perecer e instaban a los [Nota 64] dioses con preces, larga abstinencia de alimento, derramamiento de sangre y con tantos millares de hombres sacrificados, que, sólo en los templos de la ciudad mexicana, todos los años eran matados miserablemente más de dos millares de hombres en gracia y honra de dioses horribles [Nota 242] y atroces y con varios géneros de muerte, abiertos los pechos y arrancados los corazones todavía palpitantes, sin crimen o delito ninguno. ¿Y qué de que, en los peristilos de los templos, se construyeran celdas retiradas en las cuales los proceres de la ciudad, para aplacar a los dioses se tormentaran e hirieran a sí mismos de mil maneras?

De la creación del hombre nada trasmitieron digno de ser recordado, excepto que se atribuye a Tezcatlipoca. No reputo verdadero lo que algunos afirman, a saber: que no veneraba esa gente las estatuas de mármol o fabricadas de cualquier otra materia, porque juzgaran que hubiera en ellas entendimiento y divinidad, sino porque eran los simulacros de aquellos que tenían por verdaderos dioses, y sus representaciones. Por el contrario, creo que tenían por dioses las mismas efigies a las cuales oían muy a menudo responderles los que hablaban con ellas.290 Y a pesar de que fingían estatuas horrendas, crueles y deformes y aun simulacros de animales feroces y privados de razón, no sólo los tenían por dioses, sino que muchos también los protegían con la apariencia atroz y cruel de las fieras, la que no se creía que emanaba de otra parte sino de la misma divinidad, que de este modo, hasta donde era posible, se ponía y representaba ante los ojos. Por mero capricho habían imaginado innumerables dioses, sin el consejo de los sacerdotes y sin la autoridad o consentimiento de los reyes. A algunos repugnaba esto, y opinaban que a tal grado había llegado la locura de los otros que no sólo atribuían divinidad a los irracionales, sino también a objetos inanimados y carentes de sentido. La mayor parte aseguraba que los sacerdotes, los reyes, los proceres y los principales varones de la ciudad usaban de familiaridad con los demonios y que los representaban en la misma forma en que los veían. Otra parte, por el contrario, mantenía que sabían por los mismos sacerdotes que nunca habían visto ni oído a los demonios, sino que aquello que se decía era mera impostura para conciliar fe y autoridad a la religión mexicana y con estas mismas ficciones mendaces aumentar la riqueza y abundancia de los templos.









288 Los títulos de los capítulos 39 y 49 están en el original tachados por dos gruesos rasgos oblicuos, que permiten leerlos muy bien. Jesús Gómez ha seguido su sistema de ponerlos en lápiz.

289 Se refiere al Año Máximo platónico según se encuentra en el Timeo: “cuando la sucesión completa de las edades volverá a traer el gran año periódico, cuando las ocho esferas, después de las innumerables combinaciones de sus dos movimientos, vuelven a su punto de partida por la fuerza del alma divina”. Cicerón según Servio (ad Aeneid, III, 284), estimaba este año en 12954 años comunes y Macrobio (com. al Sueño de Escipión II, 11) en 15000 (nota de V. Cucheval al cap. XII del Somnium Scipionis, lib. VI de la República de Cicerón, Hachette et Cié., París, 1899). Tal como digo respecto a Evhémero (nota 85), sería muy interesante averiguar si en efecto los indios participaban de esta complicada teoría o si tan sólo se lo concedían sus Historiadores, basados en algo sin importancia.

290 De aquí al final de la página el texto está lleno de tachaduras y enmiendas y tiene tres inserciones, dos marginales y una al calce; lo cual dificulta un poco la traducción. Después de la palabra sigma que he traducido “representación”, viene la primera inserción al margen derecho, cuyo texto latino es como sigue:

Al margen derecho núm. 1

(sigma ^). ^ imo effigies ipsas pro diis habuisse, quas passim audiebant reddentes responsa ei cum eis Colloquentes.

Colloquentes parece que debiera ser colloquenti. El texto continúa en la línea 18 del original y en latín dice así:

L. 18 en texto.

quamquam vero horridas statuas, truces et deformes effingebant nonnullasqz additis etiam ferocium rationisque expertium animalium simulachris, non tantum eas pro diis habuisse multi quoque tuent.*

No estoy enteramente seguro del non tantum; Jesús Gómez traduce nontri que no tiene sentido. Viene después una llamada como se anota arriba para la inserción núm. 2 que está al calce de la página cuyo texto latino es como sigue:

Al calce fol. 95 núm. 2

* atrocitate et sevitia ferarum, Quae non aliunde quam a divinitate credebatur imanare, eo modo sub oculos dumtaxat posita atque representata.

Quae non y quam (que Jesús Gómez transcribe quato) no están muy claras, pero véase la parte tachada del fol. 95 v donde se repiten con claridad.

Después volvemos al texto, interlineado entre las líneas 22 y 23 en seguida de la llamada*, que en latín dice así:

En el texto

aliis repugnantibus quorum mens est eo devenisse illorum insaniam ut non solum irrationalibus divinitatem tribuerint, ser inanimis quoque el sensu carentibus.

Y aquí entra la inserción núm. 3 al margen derecho, enfrente de la línea 21:

Al margen derecho núm. 3

Divosque pro libidine finxisse innumeros, non tantum absque sacerdotum consilio ac regum authoritate atque consensu.

La parte tachada del texto, fol. 95, que aclara en parte lo anterior, dice así, pero comienzo y termino con parte no tachada entre corchetes, para la ilación del discurso:

{quamquam vero horridas statuas truces et deformes} ex his formarent {nonullasqz additis etiam ferocium rationisque expertium animalium} effigiebus, non id factum est quod divos ita arbitrarentur difformes, quos homines fuisse sibi facie similes credebant, aut quod ea forma convenirent atque alloquerentur familiariter demones,

La parte tachada sigue así en el folio 95 v:

quos nunquam vidisse, neque audivisse, testantur iuramento, quidam et iam neque audivisse,

et minime tribuiste

et rata (?) aut quot ratione carentibus animalibus divinitatem tribuerint,

ita (?) significabant este

sed quod ut deorum inmensam potentiam et maiestatem ostenderent

(?) ese

aut atrocitate et saevitis ferarum, Quae non aliunde quam a divina virtute emanabat,

existimabantur emanare quamquam vero tint

representata et sub oculos posita, expresam agnoscerent. Non me

multi

clam est esse nonnullas qui contendant {parts potior, sacerdotes, reges, etc.}

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS