CAPÍTULO DECIMOCTAVO260


De los augurios de los mexicanos [Nota 259]


Entre otras cosas ridículas pues, en las que [SPR, lib. V, cap. I.] creían los mexicanos, cuentan los augurios que tomaban de muchas cosas. Los que por casualidad oían por la noche aullar alguna fiera, llorar como niño o reñir como vieja,261 presagiaban que había de venir muerte segura o gravísima enfermedad o esterilidad y carestía de subsistencias, estimando que aquéllos eran signos prenuncios de la divina voluntad. Sin embargo, no creían que debían desanimarse desde luego, sino tratar de aplacar la iracundia de los dioses rezando y llevando una vida sin culpa. Si el ave hoacton, la que mostramos pintada [SPR, lib. V, cap. II.] en nuestro libro de las aves,262 cantaba “yécan yécan” a los mercaderes que viajaban de noche, como es augurio próspero, seguían su camino seguros y contentos, pero si reía, como es su costumbre la mayor parte de las veces, temían que morirían de muerte muy rápida y por consiguiente, el que de entre ellos era de mayor dignidad o más viejo, solía exhortarlos en ese medio tiempo a que fueran de buen ánimo e intrépidos para la muerte y para soportarla varonilmente si así lo quería la suerte. Además [SPR, lib. V, cap. III.] si se oían por la noche golpes como de los que cortan leña, con gran audacia se echaban polvo en el pecho y buscaban al leñador, porque tenían por cierto que eso lo hacía el fantasma de Tezcatlipoca, enorme estantigua con la cabeza cortada, a quien proclamaban señor del bien y del mal. Y si lo alcanzaban, teniéndolo fuertemente asido no lo soltaban antes que les prometiera concederles lo que le pedían y dárselo liberalmente; otros le arrancaban (según creían ellos) el corazón, el que si después encontraban que se había transformado en plumas en sus manos [SPR, Iib. V, cap. IV.] lo consideraban augurio próspero, pero si en carbones o en sórdidos harapos, creían que era presagio de muerte. El canto del búho [SPR, Iib. V, cap. V.] se consideraba mortífero, excepto cuando chillaban junto al nido.263 No era de mejor agüero el canto de la lechuza y principalmente cuando cantaba “cuel, cuel” que quiere decir: “vamos, vamos”264 porque en verdad estaban persuadidos de que era enviada de Plutón y que era la que por el mando de ese dios tartáreo llamaba las almas al Orco. Y se esforzaban en convencerse de eso con muchas fábulas que trataban de exponer las causas de ello, las que nosotros creemos que deben ser pasadas en silencio [SPR, lib. V, cap. VI.], como cosas pueriles y de ningún momento. Tenían entre las cosas de mal agüero hasta a la comadreja o mostolilla [SPR, Iib. V, cap. VII. Sahagún: conejo], que se decía presagiar alguna enfermedad, la muerte o la pobreza. Si se les presentaba una liebre saliendo de su agujero acostumbrado, creían firmemente que en ese mismo momento los ladrones saqueaban sus sembrados o sus huertos o devastaban sus casas o que se les huirían sus esclavos a lugares de donde con ninguna diligencia los pudieran sacar. También si se les presentaba el animal pinahoiztli [SPR, Iib. V, cap. VIII. Sahagún: pinauiztli.] decían que les acontecería un gran mal, y para conocerlo mejor usaban de no sé qué invenciones supersticiosas indignas de ser recordadas. Ni les avergonzaba afirmar constantemente que Tezcatlipoca, que confesaban ser dios, tomaba aquí y allá formas de animales pequeños y sórdidos. Ver hormigas [SPR, Iib. V, cap. X.] rojas o brillantes, ranas, o ratones blancos, presagiaba infortunio insigne. Y todas estas cosas creían que las hacían los hechiceros con el objeto de dañar; de los cuales había entre ellos gran abundancia, ya sea que fueran en verdad hechiceros o [SPR, Iib. C, cap. XI-XII] que simularan serlo, para causar miedo a otros, como veo que ahora también lo hacen muchos. Se les aparecían (si acaso son dignos de fe acerca de esto) estantiguas o cadáveres con los mismos velos funerales con los que habían sido incinerados. Y dicen que los dioses se les aparecían en esa forma y también con la apariencia de niñas [SPR, Iib. V, cap. VIII] muy bien vestidas265 y así indicaban la muerte o algún otro mal muy grande. Y afirmaban también que se les presentaba, para venerarla, una cabeza con cabellera muy larga, y otras cosas semejantes a éstas, indignas de recordarse, ya sea que ellos [SPR, Iib. V, apéndice.] mismos las fingieren o que acontecieren por el cuidado y la solicitud de los demonios que querían engañarlos y burlarlos con tantas imposturas. Tomaban también presagios de las hierbas y de los árboles y principalmente [§ I. § II-III] del omixochitl y del cuetlaxochitl; de los ramos de flores, los cuales decían que no era permitido oler en el medio; además, de los maíces; de beber el hermano [§ IV-VI.] menor antes del mayor; de comer lo que quedaba en la olla; del tamal mal cocido [§ VII]; de las preñadas; de la cortadura del ombligo [§ VIII-X.]; de las recién paridas [§ IX-XI.]; de los terremotos [§ XII-XIII.]; de los que ponían el pie sobre las trébedes [§ XIV];266 de las tortillas que se doblaban o enrollaban en el comal [§ XV. § lamían]; de los que limpiaban la piedra donde suele molerse el maíz, llamada metlatl; de los arrimados o pegados a los postes;267 del que comía estando de pie; de la quema del olote [§ XV. § XVII. § XVIII-XIX];268 de otra manera de las preñadas; de la mano de la mona; del comal; del majadero de piedra llamado metlapilli, de los ratones [§ XX, XXI-XXII. § XXIII-XXIV.]; de las gallinas; de los pollos y del ayotochtli;269 de las partes de las mantas; de granizo; de los cuchillos de piedra puestos detrás de la puerta o del patio; de la [§ XXV-XXVI. S: piernas. § XXVII. § XXVIII. § XXIX-XXX. § XXXI-XXXII.]comida que dejaron los ratones; de las uñas;270 del estornudo; de los niños y niñas; de las cañas verdes del maíz; del respendar de los maderos;271 del metlatl roto; de la casa nueva y del fuego encendido en ella por primera vez, que si prendía en breve [§ XXXIII-XXXIV. § XXXV. § XXXVI.], atestiguaban que presagiaba habitación óptima y afortunada, pero si se encendía tardíamente y con dificultades, adversa. Del baño o temazcalli, de los dientes que se mudan y de otras mil, las que consideré [§ XXXVIII] deber pasar en silencio porque las ya listadas indican abundantemente la ignorancia y la estupidez de esos hombres.









260 Todo este capítulo está tomado del libro V de Sahagún con su Apéndice (SPR, II, 11 ss.) de los que el doctor Hernández ha hecho un extracto o compendio. De la línea 15, fol. 82 v, a la línea 10, fol. 84, va extractado el libro y de ahí a la línea 11, fol. 84 v, el Apéndice. El doctor Hernández ha seguido exactamente el orden de los capítulos del libro, pero omitió el IX. Respecto al Apéndice, omitió el capítulo V e invirtió el orden del IX y X; por lo demás puede decirse que esta parte se ha formado de los títulos del Apéndice de Sahagún. Hay pequeñas diferencias que se indicarán en su lugar. He puesto al margen izquierdo en números romanos los de los capítulos correspondientes de Sahagún. Cf. nota. Cf. los agüeros de los zapotecas en el Arte de la lengua zapoteca de F. Juan de Córdoba, 578, apud García Icazbalceta, BMSXVl, p. 224, donde parece que el búho no es el tecolod.

261 El niño no aparece en Sahagún y la vieja sólo en el título del capítulo (SPR, II, p. 11).

262 Véase notas 104, 170 y 226.

263 Esta excepción no se encuentra en Sahagún, lIb. V, cap. IV (SPR, II, p. 17).

264 No está en Sahagún, loc. cit., cap. V.

265 Sahagún, loc. cit.: “...mujer pequeña, enana, que llaman cuitlapanton, o por otro nombre centlaplachton... Esta fantasma parecía como una mujer pequeña, enana y que tenía los cabellos hasta la cinta y su andar era como un ánade anda”.

266 En latín tripodi. Sahagún (SPR, p. 31, párrafo XIII), donde las describe: “tenamaztli o trébedes”.

267 En el texto latino: partibus, pero esto debe ser error del copista por postibus. En efecto el párrafo XVI del Apéndice al lIb. V de Sahagún (SPR, II, 32) se titula: “Del que está arrimado al poste”. Véase nota 270.

268 En el texto eloti, pero el error es claro pues no se queman los elotes sino los olotes. Esto se comprueba por Sahagún, Ap. al lIb. V, párrafo XVIII (SPR, II, 32): “...los escobajos, o granzones del maíz, que son aquellas mazorquillas que quedan después de desgranado el maíz, que llaman olotl...”

269 No está en el Ap. al lib. V, de Sahagún, pero sí en lib. XI, cap. III: “De los animales del agua”, párrafo 4 initio (SPR, III, 194). “Hay un animalejo en esta tierra que se llama ayotochtli, que quiere decir conejo como calabaza; etc.” En el mismo tomo, p. 319, lám. IV, fig. 201, se ve un armadillo y la explicación en p. 318 dice: “la fig. 201 presenta el dibujo de un armadillo {‘ayotochtli’)”. Pero no sabía yo que el armadillo fuera animal del agua. Véase J. E. Nierembergii, Hist, nat., en p. 158 la fig. del animalejo y en p. 159, col. 1, su descripción. Lo llama: Cuniculus cucmbitalis.

270 Ocurre aquí lo que en 267; el copista por error puso anguibus que significa “de las culebras”, magnífico sujeto para mal agüero, pero el título del párrafo XXIX, del Ap. al lib. V (SPR, II, 35 in fine) en Sahagún es “De las uñas” y como uña en latín es unguis, is me he tomado licencia de corregir el texto.

271 a lignorum crepita. He traducido tomando exactamente el título del párrafo XXXIII del Apéndice al libro V, de Sahagún (SPR, II, 36) porque es lo que en el orden seguido por el doctor Hernández le corresponde. No encuentro respendar en los diccionarios que tengo aquí, pero por el texto de Sahagún se deduce que no se trata de chirriar o estallar la leña en el fuego, como pudiera inferirse de la frase latina, sino que respendar es algo así como rajarse o quebrarse.

Puede ser que la frase (trad, p. 270) “que prorrumpieran las vigas en voces humanas, etc.” humanas voces edidisse trabes tenga alguna relación con esto.

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS