CAPÍTULO DECIMOTERCERO


De los otros reyes de Tetzcoco y de otras cosas pertenecientes a la ciudad tetzcoquense


Este mismo rey de Tetzcoco erigió dos palacios reales de los cuales quedan hoy vestigios. Uno de ellos dentro de la ciudad y junto a la plaza donde se celebran los mercados que acostumbran los indios semanariamente. Era éste admirable por la amplitud de las aulas, por el número (como indican las ruinas y vestigios de los antiguos edificios) de los patios y arquitrabes;223 por la firmeza de la obra, por lo grande de las columnas y vigas, por la consistencia, esplendor y duración de los pavimentos de cal y piedra tezontli224 y además por [SPR, II, 295. Pomar, 5] los terraplenes y fosos revestidos de una y otra parte de piedra y para mayor solidez construidos en talud. Sobre esto, en gracia de la salubridad de las casas no sólo de los reyes sino de los príncipes y de los varones, se acostumbraba construirlas de piedra con junturas apenas perceptibles, esculturas artísticas y de estructura curiosa y tenaz y también adaptaban piedras y guijarros de varias formas a la fábrica amplia y muy bien fortificada con árboles y selvas ceñidas al muro (?). El otro palacio quiso edificarlo en la ladera del monte de Tetzcotonci, lugar a cuatro millas de Tetzcoco, en muchas cosas semejantes al precedente, pero digno de verse por dos mil o más escalones de piedra (por los que se asciende a cada piso), además de la altura de la colina, de los cuales a menudo hasta cuarenta se ven tallados en una sola roca viva (tan abundante fue la obra de mano de los indígenas) y conspicuo por la gratísima variedad de las salas, de las plantas que nacían espontáneamente, de las cascadas de agua conducida por acueductos. Y aún quedan [Pomar, 31] vestigios el día de hoy de otro construido para un hijo suyo, habilísimo (según dicen) en las cosas de la guerra y fortísimo jefe de ejércitos y por consiguiente, más que lo que se pueda decir, caro al padre. Quien, sin embargo (para decirlo rápidamente), por sospecha del crimen nefando con el que había rumor de que estaba manchado, mandó que en justicia fuera quemado aquel que, excepto por esto único, era eximio y recomendable.225 Su estatua, su escudo, banderas, trompetas, flautas, armas y otros ornamentos que acostumbraba usar tanto en la guerra como en los bailes públicos y que encontramos preservados con grandísimo respeto religioso, con el atabal con el que daba la señal de la acometida cuantas veces había que arrojarse sobre el enemigo, o tocaba retirada, he tenido cuidado de que fueran pintados226 para poner hasta donde yo pueda, ante los ojos de nuestros hombres, las cosas pasadas y para que aquellos a quienes no ha sido dado ver gentes tan distantes las conozcan en lo posible. Lo mismo nos preocuparemos de hacer en el caso de Nezaoalpiltzintli que, después de aquél, reinó cincuenta y tres años y de quien quedan todavía dos palacios reales, uno donde hoy está el convento y el otro donde dictamos esto, y espero que el lector no considere pesado el que ahora le describa un poco más por extenso.









223 En el texto epistiliorum. Epistilium no se halla, epistylium significa arquitrabe, pero no veo bien cómo puedan revolverse los patios con los arquitrabes.

“Patios y arquitrabes”. Entrerrenglonadas entre compluviorum y epistiliorum. la grafía q3 y la palabra et. Inmediatamente abajo, al final de la línea, entre populorum y urbium (que lleva al final que, testado) la misma combinación “q3et”. Véase ejemplos de este uso en Oxford Dict., in vo que VI (p. 1509, col. 1, initio).

224 Teçontli lapide. En Sahagún (SPR, tomo III, 295) encuentro tezontlali, una tierra que se “usa para mezclar con la cal y hácela muy fuerte, etc.” Pomar (ap. Pomar y Zurita, op. cit., p. 5): “... un género de piedra colorada, esponjosa y liviana que se llama tetzontli, la mejor que hay en esta tierra para edificar...”

225 Véase este episodio en la Relación de J. B. Pomar (ap. Pomar y Zurita, op. cit., p. 31).

226 Otra indicación de dibujos, véase 104, 170, 262. Véase García Icazbalceta, BMSXVl, p. 285, col. 1, in fine, y p. 292, col. 1, 1er §, donde además de los reyes mexicanos y gobernadores en México, Tetzcuco y Huexotla, hay una enunciación de audiencia judicial, ejecución de justicia y objetos varios que coincide extrañamente con la relación del doctor Hernández del caso del hijo de Nezahualcóyotl al fin del cap. XIII (donde va esta nota). Tal vez en este códice de Sahagún de la Col. Muñoz de que habla García Icazbalceta en ese lugar de la BMSXVl, fue donde se abrevó el doctor Hernández. El atabal de este lugar es el tamborcito de la nota 104 (p. 86, col. 2). Véase el Sahagún de Troncoso.

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS