CAPÍTULO UNDÉCIMO


Del origen de la gente de la Nueva España


Entre las varias naciones que habitan esta Nueva España, la más antigua es la de los [SPR, I, 79.] chichimeca,206 la cual es fama que había venido de los aculhuas,207 simados hacia el norte, más allá de la provincia de Xalisco,208 en el año 720 del nacimiento de Jesucristo Nuestro Salvador, y que había cavado antros y socavado casas en que habitar al derredor del lago de Tenuchtitlán209 [SPR, III, 143] pero que poco después su nombre había perecido por sus matrimonios con otras razas. Cuando llegaron para poblar esos lugares, no obedecían a ningún rey ni edificaban casas dignas de mención. No empleaban cereales, ni se cuidaban de sembrar ni de apacentar ganados;210 todo lo producía espontáneamente la tierra; les bastaban para pasar la vida los bosques y las selvas. Casi desnudos habitaban los montes y las cuevas, tal como hoy en día, y errantes e inestables vagaban de aquí para allá. Malvivían con raíces y con hierbas, frutas y pomas de algunos árboles que crecían por su naturaleza propia. También con carne de algunos animales, que derribaban con el arco y las flechas, en el uso de los cuales son sumamente diestros. La comían cruda, porque no conocían el fuego, y solamente secada al sol. Además comían culebras, lagartijas y otros reptiles inmundos y hórridos. Queda hasta el día de hoy gran número que vive así y no ha movido lo ancho de un dedo el ánimo para entrar a una vida más civilizada. Algunos, sin embargo, conocían el uso de la carne cocida en lo que llaman barbacoa. A pesar de que sus usos y costumbres fueran completamente fieros y bárbaros, eran sin embargo sumamente religiosos y observantes de los dioses; adoraban al sol como primer numen y le ofrecían serpientes, lagartijas y otros animales de la misma clase, que se arrastran o que se levantan poco del suelo. Excepto con todo género de aves, desde las águilas hasta las mariposas, no aplacaban a los dioses con la sangre de animal alguno, ni hacían estatuas de ningún numen. Se casaban con una sola mujer, que no les estuviera ligada en ningún grado de consanguinidad. Eran fieros y excelentes en valor guerrero, por lo que dominaron toda esa región. Después de éstos, bajó a esos lugares una gente fuerte y mucho más civilizada, que traía su origen y [Nota 207] su nombre de los de Aculhuacán. Los ancianos y los más sabios de los mexicanos dicen que salieron de siete cuevas y se establecieron en un lugar campestre y llano, donde permanecieron en tiendas de campaña muchos años, aun cuando divididos en batallones y falanges.211 Pero el verdadero color del río que regaba aquella orilla trocóse por mandato de los dioses (según les parecía a ellos) en color de sangre y mostraba una terrífica apariencia, por lo cual se apresuraron a cambiar su sede y partieron hacia el oriente y el septentrión. Y después de pasados poco más o menos ochocientos años, llegaron a estos lugares, no todos a un tiempo, sino unos después de los otros con espacios de centenares de años, y aconteció, según se dice, que los texcocanos fueran los primeros de todos en llegar. Después los de Atzcapotzalco y por fin los mexicanos, quienes se establecieron entre los de Atzcapotzalco y los de Texcoco en unas islas muy pequeñas de la laguna mexicana. Hay quienes aseguran que todos éstos vinieron de Palestina, atravesando un angosto mar, de las diez tribus que Salmanasar, rey de los asirios, condujo cautivos a Asiria, reinando en Israel Oseas y en Jerusalem Ezequías, como se lee en el libro cuarto de los Reyes, cap. decimoséptimo, hace más de dos mil doscientos años,212 lo cual, aunque sea incierto, no me parecen conjeturas que deben despreciarse del todo. En primer lugar, se encuentran en Nueva España no pocas palabras que o son hebreas o muy semejantes a las hebreas, como si procedieran de ellas. En segundo lugar sabemos por la misma Sagrada Escritura que llegaron al lugar adonde se dirigieron, después de caminar a pie durante seis meses. En tercer lugar los nombres, no de otra manera que entre los hebreos, se imponían por deliberación del consejo y no sin algún ethimo.213 4o Son semejantes y no desemejantes los ritos, sacrificios, vestiduras, calzado, mantos, cabello largo, la pusilanimidad y los templos de los dioses construidos en las crestas de los cerros y de las montañas. Y además aquello que fue predicho por los profetas de Israel, parece corresponder a los acontecimientos de estas gentes de manera admirable. No hay que omitir que la prole de unos y otros es abundantísima y los sacrificios semejantes.214 Pero, ya sea que estas cosas sean verosímiles o más bien falsas y no bien investigadas ni conocidas, pasemos a otras que pertenecen a la llegada de estas gentes a la Nueva España y que deben ser referidas con mayor amplitud.









206 Numerosas referencias en Sahagún; las que hacen al presente caso son las siguientes: SPR, tomo II, p. 288, primer párrafo; 390, 391 (fin cap. XVI I); tomo III, p. 109, primer párrafo; p. 116, todo el párrafo 2; p. 120, párrafo 3 initio; p. 129; p. 136, párrafo 12; p. 143; p. 296, fin párrafo 4.

207 ab aculhuacensibus. SPR, I, 79: “Acolhuacan o Tezcuco”. Varias otras referencias en Sahagún.

208 SPR: “Jalisco” (supongo que con la ortografía modernizada, pero en IV, 96, infra, Xalisco).

209 Sahagún: “Tenochtitlán”. Véase SPR, tomo III, p. 143.

210 ...serendive aut greges pascendi ulla eos sollicitabat cura; por el contexto parece que debe decir: nulla.

211 En el original: phalangas pero debe ser phalanges, de phalanx, angis y no de phalangae, arum que significa palancas.

212 “Hace más de dos mil doscientos años”: ante hos {siglo xvi}, La cuenta es clara: Oseas y Salmanasar comenzaron a reinar en 726 y 727 respectivamente; en números redondos 700 años a.C. El doctor Hernández escribía en el siglo xvi, en números redondos 1500 a.D., que son los 2 200 mencionados.

213 ethimo. No encuentro la palabra. Hay etymon, i, etimología. Supongo, a salvo de verificar, que el texto quiere decir que en el 1er lugar los nombres se imponían por deliberación del consejo, y derivándolos de las características del lugar, como, en efecto, sucede con los nombres mexicanos; y en el 2o lugar, esto último.

214 ....et aemulam immolationem. No veo manera de traducir aemulus aquí más que por semejantes {imitadores}. No veo cómo pueden ser semejantes los sacrificios de los israelitas a los de los mexica, a no ser que se refiera a los de los chichimeca, que no eran sacrificios humanos según vimos en la p. 117. De los hebreos sólo hay recuerdo de un sacrificio humano. Respecto a esta teoría de la descendencia israelita de los indios americanos, véase P. García, Kingsborough, P. Martínez del Río, etc.

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS