POEMA A ARIAS MONTANO


TRADUCCIÓN E INTRODUCCIÓN DE

TARSICIO HERRERA ZAPIÉN




LOS VALORES DEL POEMA LATINO HERNÁNDEZ


TARSICIO HERRERA ZAPIÉN



¿Por qué ese destacado médico que era Francisco Hernández se tomó la fatiga de cincelar en clásicos exámetros latinos sus confesiones de científico incomprendido.

La respuesta nos la da el hecho de que el médico toledano dirige su poema a Benito Arias Montano, el primer hebraísta bíblico del siglo XVI, quien en sus ratos de ocio trazó miles de enjundiosos hexámetros latinos, recogidos en tres volúmenes, uno de los cuales parece haber inspirado el título de La légende des siècles: Himni et saecula (“Himnos y siglos”).15

La inspiración lírica de Hernández no es excelsa, pero su formación humanística sí es notable. El poema en cuestión es, por ello, digno de conocerse. Tras este breve comentario procedo a presentar una traducción literal y rítmica que se ha realizado en hexámetros latinizantes castellanos, fluctuantes entre trece y diecisiete sílabas, al igual que los originales latinos.

Nos sorprende ver en el poema que, a partir del verso 47, la simple enumeración de los obstáculos que enfrentó el primer explorador científico de México infunde aliento épico a un texto que había comenzado como un anodino elogio a Arias Montano. Se impone allí la inmensidad del paisaje de la América primigenia. Surge allí, en sagaz captación psicológica, “el ingenio de los indios, salvaje y no pronto a enseñar / ningún secreto natural, ni de franqueza provisto” (v. 80-81).

Y no usa Hernández un latín de comentario escolar, ni menos un lenguaje popular. Siendo el latín la lengua universal de la cultura, todavía más en el Renacimiento que en nuestros días, un médico eminente como Hernández manejaba un latín digno de los poetas del siglo de Augusto.

Y no se detiene en la imitación de la suave musicalidad de Virgilio. Éste asoma apenas en giros tales como adnamus ad Indos (v. 16), tam multis casibus actum (v. 23), praestanti robore monstra (v. 33), mortalibus aegris (v. 53). Y rebosa jugos virgilianos el hexámetro 94:


Aut lacrymas stipitis stillantes vulnere: morbi…

(O las lágrimas que destilan de una herida del tronco).


Para mí tienen poca importancia esos toques virgilianos de Hernández, así como ciertos pleonasmos, patentes en los versos 33, 37, 42 y 74. Porque lo notable del caso es que el médico toledano se atreve con los bronces de Horacio. Y no a base de calcas textuales, sino de discretas alusiones. Así, cuando Hernández anota Agmina inepta, ministros (v. 79), alude al conocido giro horaciano O imitatores, servum pecus (Oh imitadores, rebaño servil’. Epíst. I, 19, v. 19). Y cuando el médico escribe Curarurn et vacuo dulci indulgere furori (v. 119), alude a Recepto dulce mihi furere est amico (‘Dulce me es enloquecer, tras acoger a un amigo’. Oda II, 7, v. 28). Y, cuando Hernández escribe Invidia caruisse sua, aut prurigine turpi? (v. 129), alude a Caret mortis formidine et ira? (‘¿Carece de temor a la muerte, y de ira?’ Epíst. II, 2, v. 207).

Por último, este es el más espléndido hexámetro de Francisco Hernández:


Jactave in abjectos torqueri fulmina valles? (v. 130)


Viene de la Oda II, 10, versos 11 y 12: feriuntque summos / fulgura montes. Horacio había anotado: ‘Hieren a los máximos / montes los rayos’. Y Hernández comentó: ‘¿O se abaten los rayos, a valles abyectos lanzados?’.

Con ese solo verso deja ver Hernández, por contraste con la insignificancia de sus detractores, la conciencia de su propia valía. De paso, también sienta constancia de su familiaridad con el clasicismo.


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BENITO ARIAS MONTANO


15 Datos de M. Menéndez Pelayo, Historia de las ideas estéticas en España, tomo IV. Léase allí una extensa reseña del trabajo humanístico de Arias Montano.

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS