CAPITULO IX


De los géneros de jaspes


Dízese que todo el Oriente usa traer consigo por amuleto una piedra deseos jaspes, que es semejante a esmeralda y se ciñe por medio con una línea blanca, que la atraviesa, y se llama grammacias y, de muchos, polýgammos. También aquí me agrada reprehender de paso la vanidad de los magos, los quales afirmaron ser esta piedra provechosa para los que hazeo oraciones o razonamientos públicos. Hay también la onychipunta, la qual se llama iaspónix, que abraza en sí una nube y imita las nieves. Esta es estrellada con unas pintas roxas, y es semejante a la sal de Megara, y la que se llama capnias está como tiznada con humo. Hemos visco jaspe de grandeza de onze onzas, y formada en él la figura de Nerón con sus corazas. También pondremos por sí el ciano,1 a quien se dio poco ames nombre de jaspe, de color cerúleo o azul escuro. Es la mejor la scíthica, después della la cypria y últimamente la egipcia. Falséase grandemente con cierta tintura, y esto se atribuye a gloria y fama de un rey de Egipro, que fue el primero que la tiñó. Divídese también ésta en machos y hembras; tiene ésta en sí algunas vezes un polvo de oro, no como el que tienen los saphiros, porque el saphiro resplandece también con pintas doradas. Son los saphiros, de la misma suerte, cerúleos y raras vezes con mezcla de púrpura. Son bonísimos los que se crían entre los medos. Pero en ninguna parte son muy resplandecientes. Fuera desto, son inútiles para escultura por hallarse entre ellos unos centros de cristal. Las que déstas son de color celeste, se enciende ser machos. Desde aquí se dará otro orden a las piedras purpúreas y a las que decienden déstas. Las amethistas indianas2 tienen el primer lugar. Pero también se hallan en la parte de Arabia que confina con la Siria y se llama Pétrea, y en la Armenia menor y en Egipto y en Francia, pero suzísimas y vilísimas son las que se hallan en Thaso y Cypro. Dizen que fueron llamadas así porque, llegando hasta color de vino, ames que le tenga enteramente acaba en color de violeta, y hay en ella un cierto ersplandor de púrpura, no de todo punto ígneo, sino feneciendo en color de vino. Pero todas relumbran con un color violado, fáciles para esculpirse. Las indianas tienen perfecto color purpúreo, y las oficinas de los tintoreros dirigen a su color el intento de su tintura. Porque le esparce muy blando y agradable a la vista, y no vibra ni ofende en los ojos como el del carbunco. Otra especie dellas se indina al jacinto. A este color llaman los indios sacon y a la tal piedra sacodion: la más clara de las mismas se llama sapinos, y la misma, en el circuyto de Arabia, con el nombre de la gente, se llama paranites. El quarto género o especie tiene color de vino. El quinto deciende hasta avezindarse al cristal, blanqueando con cierto deslavamiento de púrpura. Esta, de ninguna manera se precia ni estima, porque la aventajada ha de tener quando se mira un cierto lustre rosado, que blandamente resplandezca, como de un carbunco en púrpura. Estas tales quieren algunos que se llamen pederotas y otros anterotas. Muchos las llaman piedras preciosas de Venus, y esto parece que la quadra mucho más, por la hermosura y color estremado de piedra preciosa. La vanidad de los magos promete que resisten éstas a la borrachez, y que de aquí tomaron el nombre. Fuera desto, dizen que si se escrive en ellas el nombre de la Luna y del Sol, y así se cuelgan al cuello con cabellos de cincocéphalo o plumas de golondrina, resisten a los hechizos. Y cómo las han de tener los que han de entrar a hablar a los reyes. También, que ahuyentan el granizo y cosas semejantes y las langostas, añadiendo cierta deprecación, la qual enseñan. Porque también prometieron otras cosas desta manera con las esmeraldas, esculpiendo en ellas águilas o escaravajos, las quales cosas enciendo haverlas escrito haziendo burla y escarnio del género humano. Muy diferente désta es el jacinto, aunque deciende de color vezino. La diferencia es ésta: que aquel resplandor violado, que relumbra en el amethisto, es en el jacinto deslavado y, aunque a la primera vista es agradable, desvanécese presto antes que satisfaga, de suerte que no llena los ojos y casi no llega a tocarlos, marchitándose con m:ís presteza que la flor de su nombre. La Ethiopía embía jacintos y crysolitos transparentes con un resplandor de oro. Prefiérense a éstos los de Indias y los bactrianos, si no son varios. Los peores son los de Arabia, poque son turbios y varios y de resplandor interrumpido con la niebla de las manchas. Y los que sucede ser limpios están como cubiertos de su mismo polvo. Los mejores y más excelentes son los que, puestos sobre el oro, hazen que blanquee al rededor con cierta apariencia de plata. Pónense claros y simples con un cerco. A los demás se pone debaxo una hoja de orichalco: aunque ya experimentados con el uso de las piedras preciosas, se llaman algunos también chryselectros, declinando en el color al electro o ámbar, siendo por la mañana más agradables a la vista. El poco peso da a conocer los de Ponto. En estas piedras hay unas duras y rubias y otras blandas y suzias. Bocho escrive que se hallan también en España,3 y que se sacan del lugar que dize sacar el cristal, cavando pozos donde cae el agua de alto, y haver visto chrysolito de doze libras. Házense también leucochrysos, que tienen por medio una vena blanca. Son también desee género las capnias. Hay otras semejantes a vidrios que relumbran con un color como de azafrán. Pero hechas de vidrio son tan semejantes que no se pueden diferenciar con la vista, aunque con el cacto se conocen porque las de vidrio son más templadas. En el mismo género se contienen las melichrysos, como trasluziendo limpia miel por oro, las quales embía la India, aunque fácilmente se quiebran. La misma India engendra también la que llaman xistion, que allí es común y de poca estima. De las piedras preciosas blancas es el capitán la pederos, aunque se puede preguntar si se deve numerar por el color del nombre dexado tantas vezes por agenas hermosuras, tanta prerogativa de ornamento y belleza se ha puesto en el vocablo. También su especie es digna de tanta estimación. Júntanse, en un cristal transparente, un ayre verde a su modo y, juntamente, una púrpura y un cierto resplandor dorado de vino, siempre último a la vista, pero, coronado de púrpura, parece que se vaña de cada uno déstos de por sí y juntamente con todos. Y ninguna otra de las piedras preciosas es más clara, agradable a la cabeza y suave a los ojos. Es loadísima entre los indios, los quales la llaman argenon; tras ésta es loada la que nace en Egipto, a donde se llama senites. La tercera en Arabia, pero es áspera. La póntica y asiática relumbra más suavemente. Pero éstas son más blandas que la galática y tracia y cypria. Sus defetos son el débil resplandor, y túrbase con agenos colores, y los otros defetos que suelen tener las demás. Después désta, de las piedras preciosas blancas, es la asteria, la qual por propiedad de naturaleza tiene el principado, porque tiene encerrada en sí una luz a manera de pupilla y, inclinándola, se mueve como si anduviese dentro de una paree a otra, y puesta contra el sol despide blancos rayos, de donde tornó el nombre, y es dificultosa de labrar. La nacida en Carmania es preferida y aventajada a la de Indias. También es blanca la que se llama astrios. Asimílase al cristal; nace en Indias y en las riberas de Pallene; dentro, en su centro, luce una como estrella con un resplandor de Luna llena. Algunos dizen que la causa de su nombre es que, opuesta a las estrellas, las arrebata su luz y ella la despide de sí. La mejor de todas dizen que se engendra en Carmania, y que ninguna hay menos sugeta a vicios y defetos. Y que la peor se llama ceraunia, y es malísima la que se asimila a la luz de las candelas. Celebran mucho a la astroite y dizen que Zoroastre la atribuye en la arte mágica admirables virtudes y alabanzas. Algunos escriven de ella con mayor diligencia. La astróbolo, dize Súdines que es semejante a los ojos de los peces y que despide rayos blancos como el Sol. También se cuenta entre las blancas la que llaman ceraunia, que arrebata el resplandor de las estrellas. Es cristalina y de resplandor cerúleo, y nace en Carmania. Zenothemis confiesa que es blanca, pero que tiene dentro una estrella que discurre por ella. Y que las ceraunias se hazen también anubladas sin resplandor, las quales, echadas a macerar por algunos días en nitro y vinagre, conciben aquella estrella, y que después de otros tantos meses torna a perder la luz. Sotaco puso otros dos géneros de ceraunias, negras y rojas, y que son semejantes a segures o hachas de corear, y que por aquellas que son negras y redondas se combaren las ciudades y armadas de mar, y que a éstas llaman betulos; pero, a las que son largas, ceraunias. También ponen Otra muy rara y muy buscada, para los magos, de los parthos, porque no se halla en otra parte sino en lugar que ha sido herido de rayo del cielo. Acerca de ellos tiene cercano lugar a la ceraunia, la que llaman iris; cávase en una isla del mar Roxo que dista de h ciudad de Berenice sesenta mil pasos. La mayor parte della se asimila a cristal, y así algunos dixeron que era rayz de cristal. Llámanla iris por su efeto, porque estando debaxo de techado y siendo herida del sol, arroja a las paredes cercanas la forma y colores del arco celeste, y le va mudando, aumentando su admiración con gran variedad de colores. Es cierto tener seys ángulos, como el cristal. Pero dizen que hay algunas que tienen los lados escabrosos y los ángulos desiguales. Y que, arrojadas al sol en parte descubierta, escurecen los rayos que caen en ellas, pero algunas, puesta delante de ellas la luz, alumbran y comunican resplandor a las partes cercanas. Pero no dan colores sino donde hay sombras en lugar obscuro, y no porque ellas los tengan sino porque con la reberberación de las paredes le forman, y es la mejor la que haze mayores arcos y muy semejantes a los celestes. Hay también otra iris, semejante a cera y durísima, la qual dize Horo que, siendo quemada y molida, es remedio para las mordeduras de los ichneumones, y que nace en Persia. Es semejante en la vista y apariencia, pero no del mismo efeto, la que se llama zeros, con una mancha blanca y negra al través que distingue el cristal.

Expuestas las piedras preciosas por las especies y diferencias de sus principales colores, trataremos de las demás con el orden de las letras.


EL INTERPRETE

1(El ciano). {En español}, turquesa. 2(Las amethistas indianas). Las mejores hállanse también en España, cerca de Barcelona y cerca de Carthagena. 3(En España). Hállanse junto a Vélez y en Portugal y en Toledo, en una fuente que llaman de los jacintos. 4(Ceraunia). Hoy cornerina.

TOMO Va. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2a