CAPITULO II


De las piedras preciosas traídas en el triunfo de Pompeyo y de la naturaleza del cristal y sus medicinas y de los excesos acerca dello, y quándo se hallaron las murrhinas y la demasía acerca dellas y de la naturaleza de las murrhinas y qué mentiras han escrito los autores del succino


Para que esto más claramente se conozca, pondré abaxo las palabras de los mismos actos de los triunfos de Pompeyo.1 En el tercero triunfo, pues, el qual tuvo el día de su nacimiento y último de octubre, de los piratas, de Asia, Ponto y de los pueblos y reyes ya nombrados en el séptimo libro desta obra, siendo cónsules Marco Pisón y Marco Mesala, truxo un tablero de juego, con dados, hecho de dos piedras preciosas, que tenía tres pies de ancho y quatro de largo. Y para que no pongan duda en esto, ninguna piedra preciosa ha llegado hasta hoy a esta grandeza y tamaño. Huvo en aquel triunfo una luna de oro de treinta libras y tres lechos triclinares para comer; vasos de oro y piedras preciosas para nueve aparadores; tres estatuas de oro, de Minerva, Marte y Apolo; coronas de perlas, treinta y tres; un monte de oro quadrado con ciervos y leones y frutas de todos géneros, y rodeada una vid de oro; un muscho hecho de perlas, en cuyo capitel estava un relox; una estatua de Cn. Pompeyo, de perlas. Aquella figura agradable con real honor de aquella loable boca, venerable por todo el mundo, aquélla, pues, fue hecha de perlas, vencida su severidad, y con más verdadero triunfo de superfluidad. ¡Oh Pompeyo, quánto es cierto!, ¿qué te huviera durado entre aquellos varones el nombre de Magno, si en la primera vitoria huvieras triunfado así? ¿Y con perlas Magno?, ¿con una cosa tan pródiga y hallada para mugeres, que llevarla tú no es lícito que te hagan della el rostro? ¿Así quieren que parezcas precioso? ¿Por ventura no es más parecida a ti aquella imagen que pusiste sobre los montes Pirineos? Cierto, esto era grave y feo vituperio, si más verdaderamente no se pudiera creer ser monstruoso ostento de la ira de los dioses, y claramente se pudiera entender que ya en aquel tiempo aquella tu cabeza la havían mostrado pronosticada con las riquezas del Oriente, sin lo demás del cuerpo. Las demás cosas del criunfo, quán viriles fueron. A la República dieron mil ralenros, a los legados y qüestores que havían defendido las fronteras del mar, dos mil sextercios; a cada soldado, cincuenta. Esto hizo más tolerable la causa del emperador Cayo, el qual sobre todos los adornos de mugeres bordava de perlas las chinelas o zapatillas, y la del emperador Nerón, que cubría de perlas los cetros y máscaras, y los aposentos por donde andava. Y parece que havemos perdido el derecho de reprehender los vasos de bever adornados de piedras preciosas y los anillos que exceden en valor a muchas alhajas de casa. ¿Qué otra demasía no se puede tener por menos dañosa que ésta? La misma vitoria fue la que primero cruxo a Roma los vasos de piedra murrina y Pompeyo fue el primero que de aquel criunfo dedicó al Júpiter Capitalino seis vasos, los quales fueron luego usados de los hombres, procurando desde entonces vasos déstos para los aparadores y para los manjares. Y cada día va creciendo más en esto la superfluidad, comprando un vaso murrhino en ochenta sexterdos, el qual cabía bien tres sextercios. Estos años pasados bevió con un vaso déstos un consular, haviendo roído su cerco o margen por lo que gustava dél, pero de suerte que aquella injuria le havía aumentado el precio, porque no hay hoy mejor muestra de otro vaso murrino. Este mismo se puede considerar quánto haya comido de los mismos géneros dellos y de su multitud, la qual fue tanta que, quitándosela a sus hijos Domicio Nerón, ocuparon un teatro particular de la otra parte del Tibre, que estava en los huertos. El qual, cantando el pueblo que se llenava mientras era prólogo para el de Pompeyo, era también suficiente para Nerón, el qual vio entonces contar las piezas de una copa quebrada, las quales creo que, para dolor del siglo y embidia de la fortuna, por ostentación gustavan que se guardasen en una caxa como el cuerpo de Alexandro Magno. T. Petronio, consular, muriéndose con embidia del emperador Nerón, porque no heredase cosa de su mesa, quebró un aguamanil murrino, comprado en trecientos sextercios. Pero Nerón, como convenía a un príncipe, venció todas sus malicias, apercibiendo un vaso que costó trecientos talentos. Cosa es notable que un emperador, padre de la patria, beviese en vaso de tanto precio. Las piedras murrinas vienen de Levante, porque allí se hallan en muchos lugares y no de los insignes, mayormente del reyno de los parthos, pero más excelentes en Carmania. Eniéndese que se forman condensado un humor con el calor de baxo de tierra. En la grandeza nunca exceden del tamaño de pequeñas tablillas para escrivir, y de grueso tienen raras vezes quanto se ha .dicho ser suficiente para un vaso de bever. Tienen estas piedras un resplandor sin fuerza, de suerte que más verdaderamente se puede dezir lustre que resplandor. Pero su precio y estimación consiste en la variedad de los colores, ondeando por ellas alrededor unas manchas purpúreas y blancas y otro color tercero, que compuesto de los dos parece fuego, como pasando del un color al otro, con púrpura que blanquea o con leche que roxea. Algunos loan en éstas principalmente las estremidades y algunas repercusiones de colores semejantes a los que se ven en el arco celeste. A éstos agradan las manchas gruesas; trasluzirse algo o ser pálido es defeto. Y rambién algunos salitres o berrugas, que no están eminentes, sino asentadas como dentro del cuerpo. También en el olor hay alguna parte de alabanza. Una causa contraria a ésta haze el cristal, congelándose con el vehemente hielo.2 Porque no se halla en otras partes sino adonde las grandes nieves del invierno hielan mucho, y así es cierto ser hielo, de donde los griegos le dieron el nombre. También el Oriente embía esta piedra, pero ninguna se aventaja a la indiana. Nace también en Asia, y es de poquísima estima, junto a Alabanda y Ortosia y en los montes Finitimos, y también en Cypro. Pero la que nace en las alturas de los Alpes de Europa es muy loada. Juba escrive que nace también en una isla del mar Roxo, situada enfrente de Arabia, la qua! se llama Nerón, y en aquella allí cercana que lleva la piedra preciosa llamada topacio, y haverla sacado Pithágoras, prefecto del rey Ptolomeo, de largo de un codo, cavada de la tierra.3 Cornelio Boccho dize también que nace en Portugal, de admirable peso, en las alturas de grandes montes, en honduras de pozos hechos con las aguas que caen de alto. Maravillosa cosa es lo que cuenta Xenócrates Ephesio, que en Asia y en Cypro se sacan con el arado. Porque se havía creído que no se hallavan en sitios terrenos, sino entre piedras ásperas. Pero más creíble es lo que dize el mismo Xenócrates, que muchas vezes son traídas con las crecidas corrientes. Pero las sudines4 afirma que no nacen sino en los lugares que miran al mediodía, lo qual es cierto, porque no se hallan en sitios húmedos, aunque sea en región heladísima y aunque se hielen los ríos hasta el suelo. Es necesario que se haga esto con humor celeste y poca nieve, por esto no sufren calor y no se usan sino para bevida fría. Por qué nazcan con seis ángulos por los lados, no se puede alcanzar fácilmente la razón y, mayormente, porque los mugrones que se hincan en la tierra no tienen la misma figura, y de tal suerte está perficionada la lisura de los lados que con ningún artificio de arte se le puede igualar. La mayor en magnitud que havíamos visto hasta aora, fue la que havía dedicado en el Capitolio Livia Augusta, que era de casi cincuenta libras. El mismo Xenócrates escrive haverse visto vasija de cristal como cántaro. Y algunos dizen haver venido de la India cristal de quatro sextarios. Yo puedo afirmar por cosa cierta que nacen en las asperezas de los Alpes, y tan sin camino por donde se pueda andar, que muchas vezes lo sacan estando pendientes colgados de sogas. Los diestros y práticos tienen señales y indicios conocidos para hallarlo. Es ofendido el cristal de muchos defetos de aspereza, orín o moho, manchada nube, algunas vezes de oculra fístula, muy duro y quebradizo centro y de otro llamado sal. Algunos también tienen un moho roxo, otros unos pelos semejantes a hendeduras. Esto encubren los artÍfices con la cinzeladura, pero los cristales que no tienen vicio, más quieren que estén lisos, y llámanlos acentetos,5 como limpias y transparentes aguas sin color de espuma. Su última autoridad y estimación está en el peso. Hallo médicos que, haviendo de cauterizar alguna parte de los cuerpos, entienden que de ninguna manera se haze más fácilmente que con un globo de cristal opuesto a los rayos del sol. No ha muchos años (ésta es otra locura) que una madre de familias, y no rica, compró un aguamanil de cristal por ciento y cincuenta mil sextercios. El mismo Nerón, haviendo recebido mensagero de la pérdida del Imperio, encolerizado con la grande ira, quebró dos excelentes vasos de cristal. Esta fue la razón de dar castigo a su siglo: querer que ninguno otro beviese con aquellos vasos. Los pedazos, una vez rompidos, de ninguna manera se pueden pegar. Maravillosamente contrahazen los vidrios la similitud del cristal, pero a manera de prodigio, de suerte que los cristales han aumentado su precio y no le han disminuido. Próximo lugar al crisral tiene el ámbar o succino,6 aunque hasta aora solamente en los deleites y regalos de las mugeres, y todas estas cosas tienen la misma autoridad que las piedras preciosas, aunque por algunas causas la tienen mayor los vasos cristalinos y murrhinos, unos y otros para bever frío. En las ámbares no han hallado causa hasta aora aun los mismos deleites. La ocasión es la vanidad de la diligencia de los griegos. Pero sufran en paz los letores que yo escriva de su nacimiento, pues también es útil a la vida saber los venideros todo lo que ellos dixeron admirable. Escrivieron pues los griegos que las hermanas de Faetón, siendo herido de un rayo, llorándole fueron mudadas en árboles llamados álamos blancos, y que junto al río Erídano, a quien llamamos Pado, echan cada año en lugar de lágrimas el ámbar, y que esto fue llamado electro porque al Sol le llamaron Eléctor, como dixeron muchos poetas, y los primeros, según entiendo, fueron Aeschilo, Philoxeno, Nicandro, Eurípides y Sátiro, lo qual ser falso se sabe claramente por testimonio de Italia. Los más diligentes dellos dixeron que las islas Eléctridas están en el mar Adriático, a las quales va a dar el río Pado, y es cierto que jamás ha havido allí islas algunas deste nombre ni haver opuestas algunas, a las quales pueda el río Pado llevar alguna cosa con su corriente, porque el río Erídano, que Aeschilo dixo estava en Iberia, esto es, en España, y que el mismo se llamava Rhódano. Después, Eurípides y Apolonio dixeron que el Rhódano y el Pado corren a la ribera Adriática. Pero haze más fácil su perdón no saber qué sea succino, teniendo tanta ignorancia del mundo. Otros, más modestamente (aunque con igual falsedad), dixeron que en las más altas peñas del golfo Adriático, para donde no hay camino, hay unos árboles que en tiempo del nacimiento de la Canícula despiden esta goma. Theophrasto dixo que se cava en la ribera de Génova y que Phaetón murió en Ethiopía de Hammón, y que por esto hay allí un templo y oráculo suyo, y que en aquel lugar se engendra electro. Philemón dize ser fósil, que se cava de mina y que en Scithia se saca en dos partes, blanco y de color de cera, que se llama electro; en otro lugar rubio, que se llama sualtérnico. Demóstrato llama a esto lyncurio, y que se haze de la orina de unas bestias, llamadas linzes: de los machos se haze rubio, de color de fuego, y de las hembras, menos lustroso y blanco. Otros le llamaron langurio, y que en Italia hay bestias langucias que lo engendran. Zenoternis las llama, a estas mismas, langas, y afirma que viven cerca del río Pado. Súdines dize que en la ribera de Génova hay árboles que lo produzen. De la misma opinión fue Metrodoro. Sotaco creyó que en Inglaterra corría de algunos árboles, que llamó cléctridas. Píthea dize que hay una laguna de mar, llamada Mentonomo, junto a los pueblos gutones, que confinan con Alemania, que tiene seis mil estadios de trecho, apartada désta una jornada de navegación hay una isla llamada Abalo, y a ésta dize que en el verano llevan las ondas el electro y que es una purgación congelada del mar, y que la gente comarcana usan dello al fuego en lugar de leña y lo venden a los teutones, sus vezinos. A éste creyó también Timeo, pero a esta isla llamó Balda. Philemón negó que el electro diese llama. Niceas quiso que se entendiese ser jugo de los rayos del sol. Estos creyeron que, hiriendo con más vehemencia en la tierra hazia el Poniente, dexan más pingüe sudor en aquella parte del Océano y después en el estío son arrojados a las riberas de Alemania, y que de la misma manera nace en Egipto y se llama sacal. Y también en India y que para los indios es más agradable que el incienso, y que también en Siria hazen las mugeres deilo rodagillas y torcedores y llámanlos harpagas, porque arraeo a sí las hojas y pajas y las hilachas de las vestiduras. Theophrasro escrive que las ondas del mar lo arrojan al promontorio del Pyrioeo, lo qual creyó también Xenócrates, el qual escrivió más nuevamente destas cosas. Hasta aora vive Asambas, el qual escrivió que junto al mar Athlántico está el lago Cephísida, al qual llaman los mauros Electro; éste, calentado con el sol, da y produze de su cieno electro, que nada sobre el agua. Mnesia escrive que en Africa hay un lago llamado Sición y el río Chrati que corre del lago al mar Océano, en el qua! viven las aves a quien llama meleágridas y peoélopas. Allí dize que nace de la misma suerte que se ha dicho del lago Eléctride. Theómenes dize que junto a la grao Sirte está el huerco de las Hespérides, del qual cae en un estanque, y que lo cogen las vírgenes de las Hespérides. Ctesias dize que en Indias está el río Hyppobaro, el qua! vocablo significa que lleva todos buenos vasos; éste corre desde septentrión hazia el mar Océano de Levante, junto a un monte silvestre lleno de árboles que llevan electro, y que aquellos árboles se llaman aphytácoras, el qual nombre significa muy suave dulzura. Escrive Mithrídates que en las riberas de Alemania hay una isla que se llama Osericta, espesa con una selva de cedros, y que dellos corre a las piedras. Xenócrates dize que en Italia no solamente es llamado succino sino también thieo, y de los scithas sacrio, porque nace también allí, y que otros entienden eogeodrarse en Numidia. Sobre todos es Sóphocles poeta trágico, del qual me admiro siendo hombre de tanta gravedad y de tanta fama de vida, y nacido en Atheoas de noble sangre, y haviendo sido capitán en los exérciros;7 éste dixo que se engendra de la otra parte de la India de las lágrimas de las aves meleágridas, que lloran a Meleagro, lo qual ¿quién no se admirará que él lo haya creído o esperado poderlo persuadir a otros? ¿Qué muchachería tan necia se puede hallar como creer que haya llanto de muchos años en las aves y que las lágrimas sean tan grandes, y que las aves, desde Grecia, adonde pereció Meleagro, vayan a llorar a Indias? Pero ¿qué importa? ¿No escriven otras muchas cosas los poetas igualmente fabulosas? Así es. Pero dezir esto en cosa que cada día se trae y hay abundancia della, y que arguye y contradize esta mentira haverla dicho alguno deveras, es sumo desprecio de los hombres y mentira intolerable por no castigada.


EL INTERPRETE

1(Los triunfos de Pompeyo). El día que celebró Madrid, corre del católico rey de España, Felipe IV, la canonización de su santo Isidro, buen labrador, y de los sancos padres Ignacio y Francisco Jabier, jesuitas, y de la santa madre Teresa y del santo Felipe Neri, fueron tan grandes las riquezas de los altares, así de piedras preciosas como de oro, plata, figuras de bulto deseos preciosos metales, brocados, telas, pinturas, y tanta la muchedumbre y variedad de cosas admirables, ricas y raras, que sin duda se puede dezir que todo quanto los antiguos tuvieron y mostraron en sus triunfos, ya aumentado con más poderosa mano, lo mostró España en el de estos sancos, ofreciendo por muchos días estupenda ostentación a los ojos y nueva admiración a las almas, que absortas dexavan pendientes los ánimos de tan ricas maravillas, siéndolo quanto se vía. 2(El vehemente hielo). Mathiolo, sobre el cap. 116 del lib. 5 de Dioscórides, contradize esta opinión de Plinio, acerca de la generación del cristal 3(Cavada de la tierra). Estos no son verdaderos topacios, sino cristales de su color. 4(Sudines). Especie de cristal. 6(Acentetos). Cristales limpios.

6(Ambar o succino). O carabe o electro; tratose dello en el lib. 9. 7(Haviendo sido capitán en los exércitos). Reprehende Plinio a Sóphocles y las mentiras de otros poetas.

TOMO Va. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2a