CAPITULO IX


Del obelisco thebayco y del alexandrino y de aquel que está en el circo magno


Esta obra dizen que la hizieron veinte mil hombres, y el mismo rey, quando la havían de levantar, temiendo que las máquinas no fuesen suficientes a tan grande peso, porque manifestase mayor peligro a la diligencia y cuydado de los artífices, aró a su hijo a la punta y cima del obelisco, para que la salud del hijo, delante de los maestros, aprovechase a la piedra. Por la admiración desea obra, sucedió que siendo esta ciudad combatida del rey Cambises, haviendo llegado con el incendio hasta las márgenes del obelisco, mandó que apagasen el fuego, reverenciando a la piedra el que no havía tenido respeto alguno a la ciudad. Hay otros dos: uno que puso Smatre y otro Eraphio, si n señales o figuras, que son de quarenta y ocho codos. Prolemo Philadelpho levantó uno en Alexandría de ochenta codos, el qual havía labrado todo liso el rey Nectabis, pero mucho mayor obra fue el llevarle y levantarle que el labrarle. Algunos dizen que Sátiro, arquitecto, le truxo con un ingenio de maderos travados. Calígeno dize que le truxo Phénice por un caz que sacó del Nilo, hasta el sirio donde fue puesto, y que hizieron dos naves abiertas por toda su anchura y cargadas las naos con doblado peso, con piedras de largo de un pie del mismo mármol, juntadas y puestas por orden, de suerte que recibiesen el obelisco, que estava pendiente de sus estremos en las riberas de uno y otro lado del caz; después, aligeradas las naves quitando la mitad de las piedras, recibieron el determinado peso. Y dizen que en el mismo monte fueron coreados otros seis obeliscos tales como éste y dieron al artífice cincuenta talentos. Este obelisco puso el sobredicho rey en Arsinoe, como dádiva del amor que tenía a su muger y hermana Arsinoe. Después, como hiziese descomodidad a las atarazanas, un prefecto de Egipto llamado Máximo le trasladó a la plaza cortado el capitel, queriendo poner otro dorado, lo qua! olvidó después. Otros dos hay en Alexandría, en el puerto, jumo al templo de César, los quales labró el rey Mesfes de quarenta y dos codos. Pero a rodas las demás cosas excedió la dificultad de traerlos a Roma por el mar con navíos labrados excelentemente para aquel efeto. El emperador Augusto havía traído el primero, y por milagro le havía dedicado a las tarazanas perpetuas de Púzolo, pero con un incendio fue consumido. El emperador Claudio, después de haver estado guardado algunos años uno que havía traído Cayo César, el más admirable de quantos jamás se havían visto en el mar, estando edificadas torres del polvo de Púzolo para ponerle sobre ellas, y haviéndole traído a Ostia, por causa del puerto le zabulló en sus aguas. Causando de aquí otro cuydado de naos, que le subiesen por el Tibre arriba, con cuya experiencia se manifestó que no tenía éste menos aguas que el Nilo. Pero aquel obelisco que puso el emperador Augusto en el Circo magno, le hizo labrar el rey Semneserteo, y en el tiempo que éste reynava fue Pithágoras en Egipto. Tenía ciento y veinte y cinco pies y tres quartos de largo, fuera de la basa que era de la misma piedra; pero aquel que está en el campo Marcio es nueve pies menor, le labró Sesóstride. Entrambos contienen escrita la interpretación de la naturaleza de las cosas, obras de la philosophía de los egipcios.

TOMO Va. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2a