CAPITULO VII


Para las alopecias y cabellos, y para los males de los ojos y orejas y dientes y rostro


Llena las alopecias1 la ceniza del hippocampo mezclada con nitro y enjundia de puerco, o sola por sí desatada en vinagre. La harina de la costra de las gibias, mezclada con los medicamentos, prepara el cuero. También la ceniza del ratón marino, con azeite, llena el cuero. También la del erizo quemado con sus carnes, y la hiel del escorpión marino. También la ceniza de tres ranas, si se queman vivas en una olla, mezclada con miel y mejor con pez líquida. Ponen el cabello negro las sanguisuelas, podrecidas quarenta días en vino tinto. Otros mandan que se podrezcan puestas en un vaso de plomo, un sextario de sanguisuelas con dos sextarios de vinagre, otros tantos días, y después se apliquen por linimento estando al sol. Escrive Sornacio que tienen tanta fuerza que, si aquellos que se tiñen el cabello no tienen azeite en la boca, se les ponen también negros los dientes. La ceniza de la concha de los múrices o de las púrpuras, con miel, se pone útilmente por linimento en las llagas de la cabeza, y la har ina de los conchillos, aunque no se quemen, desatada en agua para los dolores. El castóreo, con peucedano y azeite rosado. El unto de todos los pescados de ríos y del mar, derretido en azeite mezclado con miel, aprovecha mucho para la claridad de Jos ojos. También el castóreo con miel. La hiel del calionimo sana las cicatrices y consume las carnes superfluas de los ojos. Ninguno de los pescados tiene mayor hiel que éste, como entendió también Menandro en sus comedias. Este mesmo pez se llama también uranoscopo, por tener los ojos sobre la cabeza. También la hiel del coracino ayuda a la vista. Y la del escorpión marino roxo, mezclada con azeite añejo o con miel ártica, resuelve las sufusiones estando en su principio. Conviene untados ello tres vezes, intermitiendo los días. La misma curación quita las nubes de los ojos. Comiendo los pezes mullos, dizen que se embota la agudeza de la vista. La liebre marina, ella por ses venenosa, pero su ceniza, echada en las palpebras de los ojos, impide que no nazcan los pelos inútiles arrancados. Y para este efeto son utilísimas las más pequeñas. También los pectúnculos2 salados, triturados con cedría, y la sangre de las ranas, a las quales llaman dioperes y calamitas, con la lágrima de la vid, si arrancado el pelo se aplica por linimento a las palpebras. La corteza de la gibia, hecha linimento con leche de muger, miciga el tumor de los ojos y el rubor o encendimiento, y sola por sí enmienda las asperezas: y así, los que hazen esto buelven afuera las palpebras y poco después quitan el medicamento y untan con azeite rosado y, aplicado un paño, lo mitigan de noche.3 Con la misma corteza hecha polvo y desatada en vinagre y aplicada por linimento, se curan los nictálopes.4 También su ceniza saca las escamas y, mezclada con miel, sana las cicatrices de los ojos y los pterigios, con sal y cadmia, mezclando de cada cosa una dragma. También enmienda las nubes de los ojos de los jumentos. Añade también que, triturándolas con sus huesezillos, se sanan las palpebras. Los erizos marinos con vinagre quitan las epiníctidas. Los magos mandan quemar el mismo erizo con pellejos de vívora y con ranas, y que su polvo se esparza en la bevida, prometiendo con esto claridad en la vista. Llámase ichthiocola un pece que tiene el cuero pegajoso, y el mismo nombre tiene la cola que se haze dél para pegar. Esta quita las epiníétidas. Algunos dizen que la icriocola se haze del vientre, y no del pellejo, como el glutino o cola de toro. Es loada la de Ponto, la qual es blanca y carece de venas y de escamas, y se derrite y ablanda muy presto. Pero dévese remojar desmenuzada en agua o en vinagre, un día y noche, después pistada con piedras marinas, para que más fácilmente se ponga líquida. Esta afirman ser provechosa en los dolores de cabeza y convulsiones de tétanos. El ojo derecho de la rana, para el ojo derecho, y el siniestro, para el izquierdo, colgados al cuello en un paño de su color natural sin tintura, sanan las cegueras lagañosas. Y si las sacan los ojos a las ranas estando ayuntadas, quitan también las nubes ligados semejantemente en un cascarón de huevo. Las demás carnes de las ranas, aplicadas encima, curan las contusiones o magulladuras. También los ojos de los cangrejos, ligados al cuello, dizen que curan la ceguera. Hay una rana pequeña,6 que vive de ordinario entre las cañas y yervas, muda y sin voz, es verde, y si acaso los bueyes la comen los infla y hincha los vientres. Dizen que, cogiendo con pinzeles el humor del cuerpo desta rana y untando con él los ojos, los aclara, y las mismas carnes las ponen sobre los ojos que duelen. Algunos también ponen en un vaso nuevo de tierra quinze ranas déstas, hincadas en unos juncos y el jugo que estando así corriere dellas lo mezclan con la lágrima que mana de la vid blanca, y así quitados los pelos inútiles de las palpebras y instilando este zumo en las señales de los que arrancaron, las corrigen y enmiendan. Meges usava hazer un psilotro o depilatorio de las pestañas, matándolas en vinagre y dexándolas allí podrecer, y déste usava para muchos y diversos males que nacían por las aguas traídas del otoño. Enciéndese que la ceniza de las sanguisuelas, hecho linimento con vinagre, haze el mismo efeto. Conviene para esto quemarlas en un vaso nuevo. El mismo provecho haze también el hígado seco del pescado llamado thenia, mezclando dél peso de quatro denarios con azeite cedrino y untando los pelos nueve meses. La hiel fresca del pez bato es utilísima para las orejas; pero ha de ser añejada con vino. Y también la del pez bancho, al qual llaman algunos mixona. También la del calionimo infundida con zumo de rosas o el castóreo con zumo de adormideras. Y aquellos que llaman en el mar piojos, triturados y desatados en vinagre, los mandan instilar en las orejas. También aprovecha grandísimamente la lana teñida en grana, sola por sí. Algunos La mojan con vinagre y nitro. Algunos loan también mucho, contra todos los males de las orejas, un ciatho de excelente garo de amigos, con medio más de miel, y un ciatho de vinagre cozido a lento fuego en un vaso nuevo, quitada la espuma de encima con unas plumas y, después de espumado, infundirlo tibio en los oídos. Si las orejas están hinchadas, mandan los mismos que primero se mitiguen con zumo de culantro. La enjundia de las ranas, instilada, quita luego los dolores. El jugo de los cangrejos de río, con harina de cevada, aprovecha eficadsimamente para las llagas de las orejas. Con la ceniza de la concha de múrizes, mezclada con miel, o con la de los conchilios en vino mulso, se curan las parótidas. Los dolores de los dientes se mitigan sajando las encías con los huesezillos del dragón marino. Con el cerebro de la canícula marina, cozido en azeyte y guardado para enjaguar con ello una vez en el año los dientes. También es utilísimo en el dolor de los dientes sajar las encías con el aguijón de la pastinaca marina. Molido éste y hecho linimento con elebro blanco, saca los dientes sin trabajo ni pesadumbre. La ceniza de los pescados salmoreados, quemados en un vaso de varro, mezclada con polvo de mármol, se pone entre sus remedios. También los cybios7 añejos, lavados en un vaso nuevo y después triturados, aprovechan a los dolores. Igualmente dizen también aprovechar las espinas de todos los pescados salados, quemadas y molidas, y aplicadas en linimento. Cuécense también las ranas, cada una en una hémina de vinagre, para enjaguar con ello los dientes: y que se tenga su jugo en la boca. Pero si causava fastidio que impedía el tomarlo, las colgava de los últimos pies Salustio Dionysio, para que corriese de su boca aquel jugo de mal olor en vinagre hirviendo, y esto sacava de muchas ranas. Para los más fuertes estómagos las clava a comer en caldo, y desta manera entienden que se sanan principalmente los dientes maxilares, y que con el sobredicho vinagre se fortalezen los que se mueven. Algunos, para esto, echan en remojo en una hémina de vino dos cuerpos de ranas, quitados los pies, y mandan que con ello se enjagüen los dientes que se quieren caer. Algunos las ligan todas a las mexillas. Otros cozieron diez en tres sextarios de vinagre, hasta gastar la tercia parte, para fijar y fortalecer los dientes movidos. Tmbién cozieron treinta y seis corazones de ranas en un sextario de azeite añejo, echado en una olla de cobre, para infundirlo por la oreja de la mexilla que duele. O,tros pusieron sobre los dientes el hígado de la rana, cozido y pistado con miel. Todos los remedios sobredichos son mucho más eficazes haciéndolos de la rana marina. Si los dientes están carcomidos y con mal olor, mandan secar cien ranas en un horno, teniéndolas en él una noche. Después, mezclar con ellas otra tanta sal y fricar con ello la dentadura.

Los griegos llaman enhydro a una culebra que vive en las aguas. Con los quatro dientes superiores désta sajan las encías de los dientes altos, quando duelen, y con los inferiores las inferiores. Algunos se contentan de sajadas solamente con el colmillo déstas. Usan también de la ceniza de los cangrejos: porque la ceniza de los múrizes es medicamento para limpiar los dientes. La enjundia del vezerro marino quita los empeynes y lepras, y la ceniza de las murenas, con tres óbolos de miel; el hígado de la Andreas usó de la ceniza del cangrejo con azeite para pastinaca, cozido en azeyte; la ceniza del hyppocampo y del delfín, desatada en agua hecha linimento. A la exulceración deve seguir la curación que lleva a hazer cicatriz. Algunos cuestan el hígado del delphín en un vaso de barro, hasta que corre su gordura, semejante a azeyte, y con ella untan. La ceniza de la concha de los múrizes o conchilios limpia las manchas del rostro de las mugeres, aplicada en linimento con miel, y desarruga el cuero y le estiende, usando de su untura siete días; de suerte que al octavo se fomenten con claras de huevos. De la generación de múrizes son los que llaman los griegos colycios y otros corythios ygualmente turbinados o remolinados, pero mucho menores y más eficazes y que conservan buen olor en la boca. La ichthiocola,8 cozida en agua quatro horas y después pistada y colada y reduzida a consistencia de miel, desarruga y estiende el cuero. Preparada desta manera, se guarda en un vaso nuevo y, queriéndola usar, toman de ella quatro dragmas, de azufre dos, de anchusa otro tanto, y con esto se mezclan ocho de espuma de plata y todo junto se tritura, esparciendo encima un rozío de agua. Untado con esto el roscro, pasadas quatro horas se lava. También la ceniza de los huesos de las gibias cura las manchas o pecas y los demás defectos del rostro. La mesma ceniza quita las carnes crecidas y cura las llagas húmedas.


EL INTERPRETE

1(Alopecias). Pelambre del cabello. 2(Pectúnculos) y ranas, supra, lib. 9. 3(Lo mitigan de noche). Algunos leen “lo mitigan con leche”. 4(Nictálopes). El no ver de noche. 5(Pterigios). O ungula oculi; es la excrecencia de carne que se haze en el ángulo del ojo, sobre la túnica adnata.

6(Una rana pequeña). Llámase calamita. 7(Los cybios). Lib. 9, cap. 15. 8(La ichthiocola). Buen remedio para las viejas que quieren parecer mozas.

TOMO Va. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2a