CAPITULO I


Del peze echeneis y de su admirable propiedad, y de la torpedo y liebre marina y cosas maravillosas del mar Bermejo


Pero rodas estas cosas que igualmente impelen hazia una parte las naves, un pecezillo y demasiadamente pequeño llamado echeneis las detiene en sí.1 Aunque bramen los vientos y se embravezcan las tempestades, él impera y manda a su furor y refrena tan grandes fuerzas y haze estar firmes los navíos sin que se muevan, lo que no pueden ataduras algunas, ni arrojadas las áncoras de irrevocable peso. Enfrena sus ímpetus y doma la rabia del mundo sin algún trabajo suyo, no reteniendo ni de orca manera, sino sólo apegándose. Esta cosilla tan pequeña es suficiente contra tantos ímpetus, que veda navegar los navíos. Aunque las flotas armadas ponen sobre sí castillos y defensas de corres para que también en el mar se pelee como desde los muros. ¡Oh, vanidad humana!, ¿que pueda refrenar y detener vencidas aquellas proas armadas de metal y hierro contra los combates y golpes un pecezillo largo como medio pie? Cuéntase que en tiempo de la guerra actiaca deruvo la nao pretoriana de Antonio, que procurava ir al rededor de la armada y exortar a los suyos, hasta que pasó a otra: y así la armada de César vino luego con mayor ímpetu. También deruvo en nuestros tiempos la del emperador Cayo, yendo navegando, desde Astura,2 a Ancio.3 También se tiene por cierto ser pecezillo de agüero, porque luego, en tornando aquel emperador a la ciudad de Roma, fue muerco con sus mismas armas.4 Y no fue muy larga la admiración de aquella tardanza, entendida luego la causa, porque de roda la armada sola aquella nao de a cinco remos por vaneo no caminava, y saliendo luego désta personas que buscasen aquel impedimento al rededor de la nave, le hallaron asido junto al governalle o timón, y se le enseñaron a Cayo Calígula, indignándote que este pecezillo huviese sido causa de detenerle y huviese tenido más fuerza que quatrocientos remeros, que la procuravan mover. Particularmente le vían estar admirado, de cómo asido fuera la detenía y recebido en la nao no tenía fuerza para el mismo efeto. Los que le vieron entonces y le han visto después, dizen ser semejante a un limaz grande. Yo puse las opiniones de muchos, quando tracé dél en la naturaleza de los pescados.5 Y no dudo poder hazer el mismo efeto todas las demás especies, siendo necesario creer, con aquel célebre exemplo consagrado a la gnidia Venus, haver conchas de la misma potencia. Algunos de nuestros latinos llamaron a este pecezillo rémora. Algunos de los griegos escrivieron (como dlximos) una cosa maravillosa: que, ligado a las mugeres que fácilmente suelen malparir y despedir del vienrre el concepto, le retiene hasta el tiempo conveniente. Otros dizen que, conservado en sal, ligado a las preñadas las haze luego parir, y que por esto le llaman, por otro nombre, odinolionte. Pero, de qualquicra manera que esto sea, ¿quién, con este exemplo de retener los navíos, dudará de la potencia y efeto de naturaleza en los remedios de las cosas que nacen espontáneamente?

Fuera de que, sin este exemplo, también fuera suficiente por sí solo otro del mismo mar, que es la torpedo,6 la qua! estando lexos y apartada, sólo con cocarla con una asta o vara, aunque sean muy valientes los brazos de quien la toca, los entorpece, y liga los pies, aunque sean velozes para correr. Por lo qual si con este exemplo es necesario confesar haver alguna fuerza, que solamente con el olor y con cierto ayre o exalación que sale de su cuerpo ofende los miembros, ¿qué no se podrá esperar de los tiempos o momentos de todos los remedios?

No son menos admirables las cosas que se cuentan de la liebre marina.7 A unos es veneno dada en la bevida o en la comida, y a orcos solamente vista. Porque las preñadas sólo con mirar una liebre marina, que sea hembra, al momento sienten fastidio en el estómago y gana de bomitar, y después malparen. Es remedio para esto el macho, y por esto le guardan añejado con sal para traerle en los brazaletes. Este mismo pescado daña también en el mar con su tocamiento. Susténtase déste solamente un animal sin que muera, que es el pez mulo. Solamente se enternece y se haze más ingrato y más vil al gusto. Los hombres a quien se les ha dado en la comida, huelen a pezes, y ésta es la primera señal con que se conoce aquel veneno.8 Después mueren en otros tantos días, quantos huviere vivido la liebre, y que no tenga tiempo cierto este veneno lo escrive Licinio Mazer. Afirman que en India no se puede coger viva, y que allá son veneno uno conrra orro, el hombre también para la liebre. Y que siendo tocada en el mar solamente con un dedo, se muere: y dizen ser como los demás animales mucho más ancha. Juba, en aquellos libros que escrivió a Cayo César, hijo de Augusto, de cosas de la Arabia, escrive caber los mitulos9 eres héminas, y haver entrado vallenas de seiscientos pies de largo y de rreciencos y sesenta de ancho en el río de Arabia, y que los mercaderes en aquel sitio untan los camellos con su gordura y con la de todos los peces, para que con el olor ahuyenten dellos a los asilos.


EL INTERPRETE

1(Las detiene en sí). Fracastoro, De simp. et antip., lib. 9, cap. 25; Aeliano, De anim., lib. 2, cap. 17; Plutarco, Simpos., lib. 2, q. 7. Véase el escolio del lib. 9. 2(Astura). Cerca de Cirene, con río y isla del mismo nombre. 3(Ancio). Ciudad marítima, 260 estadios de Ostia, sin puerto y situada en un peñasco. 4(Con sus mismas armas). Strabón, lib. 5. 5(La naturaleza de los pecados). Lib. 9, cap. 25.

6(Torpedo marino). Vide lib. 9, cap. 14. 7(liebre marina). Lib. 9, cap. 48. 8(Aquel veneno). Con este veneno murió Tito por traición de Domiciano, su hermano, que el deseo de reynar en los tiranos pechos toda fidelidad atropella. Rhodiginio, lib. 26, cap. 30. 9(Mitulos). Especie de conchas.

TOMO Va. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2a