CAPITULO IV


De la cualidad de las regiones


Ya diximos en el segundo volumen el sitio del cierzo y de los demás vientos, y aún diremos, en el que a éste se seguirá, muchas cosas del cielo. Entre tanto parece claro ser este viento indicio de salubridad por caerse siempre antes las hojas de los árboles bueltos al mediodía. La misma razón corre en los lugares que están al mar cercanos, porque a unos son los vientos marinos dañosos, a otros saludables y a algunos está mejor mirar al mar de lexos, dañando el vapor de la sal a los cercanos.

Lo mismo se entiende de los ríos y estanques, porque queman con las nieblas y resfrían con su sombra (u opacidad) las plantas abrasadas de calor y también huelgan las que diximos con el grande frío. Por lo cual se deve en todo tener grande cuenta con la experiencia.

Lo que se sigue que dezir después del cielo es lo que toca a la tierra porque muchas vezes no conviene una misma a árboles y mieses.1 Ni la negra, cual es la de Tierra de Laboro,a es en todas partes buena para las vides o la que lanza de sí nieblas delgadas, ni tampoco la bermexa, aprobada de muchos. Prefieren la greda y arzilla en tierra de los pompeyanos, albenses, a todos los demás géneros para viñas, aunque son muy grasas, lo cual a esta especie de plantas no es provechoso. Es estéril el arena blanca del campo Ticinense y la negra que se halla en muchas partes y bermexa aunque se mezcle con tierra grasa. Engañan ansimismo no pocas vezes los indicios y señales de que se fían los que hazen juizio destas cosas, porque no todas vezes es graso el suelo de do suben árboles muy altos, si no es para solos aquéllos. Porque ¿cuál árbol es más alto que el pinavete? O ¿cuál otro podría crearse en lugar que él se cría y vive? Tampoco es cierta seña de ser fértil la tierra hallarse en ella hierba alta y pastos abundantes y graciosos, porque ¿qué cosa hay más alabada que los de Alemania? Y, con todo eso, debaxo de una delgada corteza de césped está luego el arena. Ni siempre es aguosa la tierra que tiene la hierba alta y crecida, como ni se deve tener por tal la que se pega a los dedos, lo cual se ve en las arzillas, pues ninguna de ellas hinche los hoyos de donde se sacó, tornada a bolver a ellos para con esta industria considerar y llegar al cabo si es rala o espesa y haze tornarse de orín al hierro, ni se conoce si es más grave o liviana de lo que conviene en el peso, porque ¿cómo se puede entender peso cierto en la tierra? Ni es siempre de loar la que se baña con los ríos, pues hay sembrados que se marchitan con el agua. Ni aun aquella que se tiene por muy excelente es mucho tiempo, sino a solos los sauzes, provechosa.

Entre los indicios, es uno la groseza de las cañas, la cual es tanta en Laborino, campo famoso de Tierra de Laboro, que se sirven de ellas en lugar de vigas. Pero el mismo suelo es doquiera trabaxoso de beneficiar y labrar y aflige más al labrador, cuando es bueno, que podría cansarle infatigable siendo muy malo. El carbúnculo, género de tierra nombrado desta manera, creen enmendarse con la vid flaca, porque también apruevan los autores el tufo o piedra arenisca, escabrosa y de su naturaleza pulverizable. Tampoco reprueba Vergilio para las vides la tierra que cría heléchos. Muchas cosas se confían con más seguridad del suelo salado por estar allí más seguras del daño de los animales que se crían en ellas. Ni en los collados se pierde la lavor si se cavan y cultivan con destreza. Ni todos los campos reciben menos de lo que conviene los soles y aires, y aun algunas vides diximos bastar las escarchas y nieblas, ni hay cosa que carezca de sus secretos cuales es menester que cada uno consigo mismo considere. Pero ¿qué diremos?, ¿que se mudan muchas vezes las cosas ya juzgadas y sabidas? En Thesalia, a par de Larissa, soltado un lago, se bolvió más fría aquella región y perecieron las olivas que antes allí se criavan. Y vido la ciudad de Aeno, allegando a ella el río Hebro, abrasarse las vides, cosa que antes jamás havía sentido. Y cerca de Philippos, desecada la región, mudó, con labrarse, el temple del cielo. Y en el campo Syracusano el labrador forastero, quitadas las piedras, echó a perder las mieses hasta que las tornó a bolver. Trae en Syria la rexa liviana porque se descubren ahondando mucho unos peñascos que queman por el estío las simientes. También se ven en algunos lugares semejantes efectos de calor y frío demasiado. Es Thracia fértil de mieses con el frío, y Africa y Egipto con grande calor. En Chalcis, isla de los rodios, hay un lugar tan fértil que siegan la cevada sembrada en su tiempo y luego la tornan a sembrar y siegan las otras mieses. Es el cascajar muy apropiado a las olivas en el campo Venafrano y el muy graso en el Andaluzía. Los vinos pucinos se cuezen en peñascos, las vides caécubas se bañan con las lagunas con tinas, tanta es la variedad y diferencia del suelo y de sus señales. Caésar Vopisco, defendiendo su causa delante de los censores, dixo ser los campos de Rosialabre {sic} de Italia, en los cuales se hallavan, dentro de tres días,2 cubiertos de grama los varales que allí se huviesen dexado, pero no se tienen por buenos si no es para pastos. Y con todo esto, no quiso Naturaleza que fuésemos del todo inhábiles, antes hizo males averiguados a donde a uno havía hecho bienes ciertos, por lo cual referiremos, ante todas cosas, los males.



a. Caserta, Italia .



EL INTERPRETE


1(No conviene una misma a árboles y mieses). Y ansí dixo Virgilio: Nec vero terrae omnes ferre omnia possunt. Fluminibus salices crassis que paludibus alni Bachus amat colles aquilones et frigora taxi.

2(Dentro de tres días). Este lugar se mejoró por lo que dize Marco Varrón en el capítulo VII del primero libro de su Agricultura, de donde se cree haverlo Plinio sacado.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2