CAPITULO XVIII


De la felicidad de Arabia


No hay en Arabia cinamomo, ni casia, y con todo eso {la} llaman dichosa, mentirosa por cierto y desagradecida de su nombre, pues dize haverle recibido de los dioses, debiéndolo más a los defunctos. Hízola bienaventurada la superfluidad y vicio de los hombres, aun en la muerte, gastando en quemar los cuerpos de los hombres aquello que para la honra de los dioses entendía ser criado. Como afirman los Historiadores que no es tanta la cosecha de un año cuanto el emperador Nerón quemó en la sepultura de su mujer Popea. Echese pues cuenta de tantas muertes como acontece en todo el mundo cada año y los olores que amontonadamente se allegan para la honra de los defunctos, los cuales a dios se dan por migajas, aunque no eran menos favorables a los que sacrificaban con la mola salada,1 antes, según es claro, mucho más.

Pero aun el mar de Arabia es más dichoso porque de él nos vienen las perlas, y por lo menos, sacan de nuestro imperio la India, los seres y aquella península2 mil vezes 100 mil sestercios,3 tanto nos son costosos los deleites y arreos de las mujeres. Porque, ¿con qué parte destas cosas se sacrifica a los dioses que iguale con la que se desprende en dar sepultura a los muertos?



EL INTERPRETE


1(Mola salada). Por ser de farro molido, como dize Festo, y despolvoreando sal, que esto desparejan sobre los sacrificios. 2(Aquella península). Entiende Arabia, que ansí la llamará en el capítulo siguiente y en otras partes. 3(Sestercio). Es el sestercio de plata la cuarta parte del denario, llamado ansí de dos ases y medio, o dos libras y media, quasi semistertius, que son de nuestra moneda diez maravedíes. Tiene el mismo nombre una moneda cuya señal es esta HS. Elay también sestercios de cobre, llamados ansí por la misma razón y que montan la misma quantidad de nuestra moneda.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2