CAPITULO XXXIV


De las palomas


Son de semejante naturaleza las palomas,1 aunque de notable castidad, y limpias de todo género de adulterio. Guardan inviolablemente la lealtad matrimonial y {la} casa común a ambos. Jamás dexa su nido la hembra, si no es viuda o por casar, y sufre el dominio importuno y aun, a vezes, injusto del macho, porque son celosos aunque naturalmente falte razón para ello. Entonces se ve llena de querellas su garganta, y el pico aparejado a crueles heridas, y después que están satisfechos danles de besos. Cuando las combidan a luxuria házenles mil lisonjas, haziendo muchos cercos con los pies. Aman el macho y la hembra igualmente sus hijos, y muchas vezes a esta causa castigan las hembras que entran perezosamente a los palominos, la cual es al tiempo que ha de parir muy servida y agasajada del macho. Echan, lo primero, a los palominos, en la boca, tierra algo salada que cogen en su garganta preparando sazón al manjar. Es proprio a éstas, como también a las tórtolas, no levantar cuando beven en alto el cuello, antes bever, como los jumentos, de una vez.



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EL INTERPRETE


1(Las palomas). Hay de éstas dos especies, porque unas son domésticas, llamadas de los latinos columbas, y otras silvestres, dichas de los mismos, por la mayor parte, palumbes. Entre las domésticas se cuentan: las bravas o de los palomares, llamadas de algunos antiguos cellares; las duendas que oigo llamar también a algunos zuritas, de que hay, ora sea por ayuntamientos de diversos géneros, ora por su naturaleza, estrañas diferencias en colores, tamaños y plumage; como unas sean calzadas, otras no; otras tengan como penachos en la cabeza, como las que unos llaman entre nosotros moriscas y, otros, tripolinas, y aún otras he visto de pluma como frisada a manera de los penachos de los abestruzes, las cuales difieren estrañamente de las demás en el excelente sabor de su carne, en su mansedumbre y fecundidad, y en ser de casi ningún vuelo. De las silvestres conocemos dos géneros de torcazas, unas mayores que las otras: las peliasa de Aristóteles, dichas ansí por razón de su color lívido, y otros όινάδοςb, que tomaron el nombre del tiempo en que se ven volar, y se cree ser las que en algunas partes de Hespaña llaman con nombre vulgar curanas.





a. De πελιός, lívido.

b. οίνας, viñedo, y también paloma torcaz.

TOMO V. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2