CAPITULO XXII

El oído

Tiene el oído un exemplo admirable. La guerra en que fue destruida Sybaris,1 se oyó en Olympia2 el mismo día que se hizo. Porque las victorias Cýmbricas y los castores3 romanos que publicaron la victoria pérsica el mismo día que acontesció, fueron adevinanzas de la vista y de los dioses.


EL INTERPRETE

En el oír, a quien el agua y el aire principalmente se sirven, concurren cuatro personas: la primera, el sonido, que se engendra de la colisión de dos cuerpos duros o de cualquiera grande impulsión de aire y su especie que en los oídos se rescibe; la segunda, el medio, que es aire o agua exterior; la tercera, el instrumento, que es aquella parte del oído donde está encerrado y quieto el aire templado y distincto del de acá fuera con una telica; la cuarta, la virtud auditiva, que es un espíritu encerrado en el nervio que viene del cerebro hasta la sobredicha tela, como los nervios ópticos al humor christalino, donde se haze la visión.

1(Sybaris). Pueblo fue antiquísimo 12 mil pasos de Roma, aunque hay otro, según afirma Herodoto en su libro quinto, no muy lexos de Crotón, ciudad de Italia, en el seno Tarentino; y 2(Olimpia), fue ciudad de Grecia, que primero se llamó Pisa, donde honravan a Júpiter Olimpio, de lo cual las contiendas olímpicas tomaron el nombre. 3(Castores). Otros leen cursores; la primera letra me agrada más por algunas razones que trahen otros autores deste mismo parecer, que aquí no hay necesidad de referirse.

TOMO IV. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 1