CAPITULO VII

De la concepción y nacimiento del hombre

Compasión he, y aun vergüenza, cuando considero cuán flaco es el origen del más sobervio de todos los animales. Cómo muchas vezes sea causa bastante de malparir el olor que sale de las candelas1 rezién apagadas. Destos principios nacen los tiranos de ánimo cruel. Tú, hombre, que confías en las fuerzas del cuerpo; tú, que tanto caudal hazes de los regalos de fortuna y no te tienes por criado solamente en su casa, sino por su hijo proprio; tú, cuyo ánimo está siempre pensando en la victoria; tú, que te sueñas Dios, engreído con algún próspero acaescimiento, con tan pequeña ocasión podiste perecer. Y aún hoy podrías, con otra menor, como sería con ser mordido de algún pequeño diente de sierpe, o como Anacreón, poeta, ahogado con una pasa o, como Fabio, senador, con un pelo bevido en un poco de leche. Finalmente, aquel me parece que pesará la vida con igual balanza que tuviera continuamente en la memoria la humana flaqueza.


EL INTERPRETE

1(De las candelas). Porque, como afirma Galeno en el libro primero De Arte Curativa, ad glauconem, la madre se ofende de cualquier mal olor, ansí como el bueno le es gratísimo, cuyo daño resulta en perjuizio de la criatura. Aliende que ella también, por su delicadeza, fácilmente padece mayormente del olor pesado, el cual le es tan contrario cuanto el bueno grato y amigable. En lo demás afirma esto mismo Aristóteles en el libro octavo De Historia Animalium.

TOMO IV. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 1