CAPITULO CVII

De milagros de fuegos por sí

Aliende de lo sobredicho como sea la naturaleza deste solo elemento fértil y se engendre ansimismo y crezca de muy pequeñas centellas ¿qué se ha de pensar que será en tantos fuegos de la Tierra? ¿Qué naturaleza es aquella que, sin daño suyo, da pasto en todo el mundo a tan grande y tan hambrienta voracidad ? Añádanse a estos fuegos estrellas innumerables y un Sol tan grande. Añádaseles los fuegos humanos y los que están naturalmente encerrados en las piedras; los palos que, fregados entre sí, producen fuego; también los de las nubes, que son origen de los rayos. Excede, por cierto, a todos los milagros, no haverlo todo abrasado [el fuego] en un solo día. Como también los espejos cóncavos, puestos contra los rayos del sol, enciendan más fácilmente lo que enfrente se les pone que cualquiera otra lumbre. ¿Qué diremos de las cosas llenas de otros pequeños fuegos y sin número, aunque naturales? En el Nimpheo sale de una piedra llama que se enciende con las aguas del cielo. Sale también de las aguas que llaman Escancias,a aunque es su llama flaca y no dura mucho cuando pasa en otro subjecto; está siempre verde un frexno que cubre esta fuente ígnea. También sale [fuego] en el campo mutiniense, en los días consagrados a Vulcano.b Hállanse en los autores que, si se cae un ascua en tierra de Aricia, arde la tierra. En el campo sabino y sidicinoc arden las piedras untadas.1 En un pueblo de Octronto, llamando Egnacia,d puesto un palo sobre una piedra que está allí consagrada, luego se haze llama. En el ara de Juno, [de] Lacinia, que está descubierta al cielo, se dize perseverar la ceniza de los sacrificios sin moverse, aunque soplen de todas partes vientos y tempestades y aun se encienden fuegos repentinos en las aguas y también en los cuerpos humanos. Dízese haver ardido todo el lago Trasimenoe y Valerio Antias escrive que resplandeció fuego en la cabeza de Servio Tulio en su niñez, estando durmiendo y, de la misma manera, a Lucio Marcio, en Hespaña, muertos los Escipiones,f estando haziendo una plática e inflamando los soldados a la venganza.

Adelante diremos otras muchas cosas, y más por extenso, porque agora referimos estos mira- glos de naturaleza confusamente. Entretanto,2 dexando su contemplación, nos damos priesa a llevar los ánimos de los lectores como de la mano por todo el mundo.

a. En Campania

b. Las Vulcanalias, el 23 de agosto.

c. Teano Sidicino, hoy Tiano.

d. Gnathia, pueblo límite de Apulia y Calabria.

e. En Etruria.

f. En 212 a. C., luchando contra los cartagineses e iberos.


EL INTERPRETE

La causa destos fuegos que hay debaxo de la tierra es una naturaleza de alcrevite,g mexclada con betún, cuyo vapor, movido para salirse y no hallando por donde, se inflama. Podría, acerca desto, dubdar por qué razón siendo la cuantidad del fuego tan grande no se abrasa y enciende todo. A lo cual se responde que el fuego superior no puede dexar su natural y proprio asiento. El del pedernal y otros fuegos semejantes, no son actuales sino solamente potenciales, que ansí los llaman los médicos y philósophos. El de las cosas bituminosas y sulphúreas arde mientras tiene subjeto proporcionado, mas después que le ha consumido cesa y acábase. De la maltha y naphta, especies de betún, en otro lugar hablaremos con mayor comodidad. Y esto cuanto a lo que toca a los cuatro capítulos precedentes.

1(Unctadas). Unctavan los antiguos algunas piedras y ansí las tenían por consagradas. Esto se ve ser verdad por lo que escrive Apuleyo en el primero libro de los Floridos y en la apología primera, y Arnobio, en el libro segundo, Adversus Gentes. Y, por lo que se cuenta en el capítulo XXVIII y del Génesis, que Jacob tomó la piedra sobre que havía dormido cuando se le apareció el ángel y la levantó por título echándole encima azeite. 2(Entretanto). Porque leo interim que parece seguirse más a propósito de lo que precedió que noverum.

g. De alcrivis, toba, piedra caliza ligera.

TOMO IV. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 1