CAPITULO LXXI

[De] la causa de la luz del día en las tierras

De aquí nace no ser una misma noche o día en todo el mundo, a un mismo tiempo, trayendo el globo la noche con oponerse la vista y el día con su ámbito. Consta esto por muchos exemplos: en Africa y Hespaña, por las torres de Haníbal, y en Asia por las [torres] que tienen hechas para atalayar y descubrir los corsarios, en las cuales los fuegos hechos a mediodía son vistos [de] los que están atrás, en las postreras tres horas andadas de la noche. Philónides, correo del gran Alexandro, llegava en nueve horas del día desde [Sycion a] Aelis, viage de 1 200 estadios y no tornava aunque era cuesta abaxo antes de la tercera hora de la noche. La causa era que, a la salida, seguía al Sol, y a la buelta, tornava al contrario del mismo, el cual, pasando, hallava más presto la noche. Y, por esto, los que navegan para el poniente hazen mayor jornada en el día, por corto que sea, que en la más larga noche, y no es otra la causa sino que acompañan al Sol.


EL INTERPRETE

Todavía pretende Plinio mostrar que la Tierra es redonda porque no son de un mismo tamaño los días y las noches. Esto confirma con tres experimentos: el uno toma de las torres de Haníbal y de sus fuegos y de otros semejantes en Asia que hoy llaman Ahumadas. El segundo, del viage de Philónides, porque ni las lumbres se ven a la misma hora en que se hazen en los lugares distantes, por salir el Sol y ponerse, do se hazen y do se atalayan en diferentes tiempos. Ni Philónides bolbía contra el Sol en la misma cuantidad de tiempo que caminava con él, siendo ansí que cuando caminava con el Sol, se le ponía más tarde y, cuando contra él, más aína. El tercero experimento se colige de los que navegan, los cuales por no desemejante razón caminan más con el Sol el día que la noche. Todos estos exemplos tienen dificultad porque no parece posible verse los fuegos a tanta distancia, lo uno, por la redondez y convexidad de la Tierra que lo impide y estorva y, lo otro, por la flaqueza de la vista de los hombres. Menos es de creer que Philónides fuese de tanta velocidad y ligereza que alcanzase el curso del Sol o que estas dos ciudades distasen tanto que le correspondiese diferencia de seis horas o que a los que navegan haga el caso el caminar con el Sol o contra él. De manera que ora digamos que los números están depravados, ora que los autores, de donde Plinio lo sacó, tienen la culpa, ora atribuyamos alguna a nuestro autor, devemos leer estas cosas con consideración y aviso.

TOMO IV. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 1