CAYO PLINIO [CECILIO], A SU TÁCITO.ª SALUD



Pídesme que te escriva la muerte de mi tío para que con más verdad puedas dexar della relación a los que nos sucedieren. Doite muchas gracias pues veo que espera a su muerte fama inmortal si la celebrares en tus escripturas, que aunque él haya acabado la vida por caso memorable para jamás dexar de bivir, según que ha acontecido a hermosísimas tierras y, en particular, a muchos pueblos y ciudades, pero la perpetuidad de tus escripturas añadirá más gloria a su perpetuidad.

Verdaderamente yo tengo por bienaventurados a los que Dios haze tanta merced que, o hagan cosas dignas de escrevirse, o escrivan otras que merezcan leerse, pero por felicísimos a los que les concede lo uno y lo otro. En esta cuenta tendrá mi tío lugar por razón de sus libros y de sus escripturas, por lo cual admito de mejor gana y, aun te pido, lo que me encargas que haga.

Estava, pues, Plinio, mi tío, en Missenob y presencialmente regía la flota de que era general.c El primero de noviembred a siete horase casi, después de entrado el día, le dixo mi madre que parecía en el cielo una nube de tamaño y forma estraña. Levantóse él, como solía, del Sol y tomó un trago de agua, porque estudiava echado; pidió unos pantunflos y subióse a lugar do se podía ver mejor aquel milagro. No se parecía, bien desde lexos de qué monte salía, aunque después se entendió ser del monte de Soma.f La forma desta nube no se puede comparar a cosa que más le cuadre a un pino, porque subiendo de un grande tronco en alto se desparcía en cierta manera de ramos. Paréceme que por causa de levantarse a los principios con copia de vapor, y después envegecerse desamparada de él o vencida de su misma pesadumbre, se desvanecía, ensanchándose o mostrándose unas vezes blanca y otras suzia o manchada, según que levantava consigo tierra o ceniza. Era esta cosa digna de considerarse más de cerca, según a aquel varón muy erudito pareció. Mandó apercibir una fustag y diome licencia que fuese con él, si quisiese. Repondile que más me agradaba estudiar y acaso me havía él dado que escriviese. Diéronle a la salida de su casa una carta de Retina,h governador de la flota, que estava muy temeroso del peligro que veía cercano (porque estava aquella alcaria subiecta a recebirle y no se podía huir de allí sino por mar) en que le supl icava quisiese librarle de tan grande discrimen. Mudó el parecer que llevava y acavó con grandísimo valor lo que havía comenzado.

Con ánimo estudioso mandó partir los navíos envarcándose para socorrer, no sólo a Retina (porque era muy frecuentada la frescura de aquella ribera), pero a todos los demás. Dase prisa a ir al lugar de que los otros, con grande temor, huían y guió el camino y governalles derechos al peligro, tan sin miedo que dictava y notava todos los movimientos y figuras de aquel mal, ni más ni menos que las percebía con la vista. Ya caía ceniza en los navíos; cuanto más se allegavan más cálida y espesa. Ansimismo, piedras que llaman pómez y otras negras, quemadas y partidas del fuego. Ya se havían en un punto hecho baxos y por la caída de los montes las riveras impedían la salida. Dubdando un poco si tornaría atrás, dixo al piloto, que le aconsejava lo hiziese: “Pues a los fuertes ayuda la fortuna, ve a do está Pomponiano”.

Ya estava en Castel de Mari y havía llegado por medio del seno por que allí entra el mar, corvadas y formadas poco a poco en redondo sus riberas, y como fuese en aquel lugar el peligro, aunque no tan propincuo muy manifiesto y cresciendo, también, cercano. Havía ya Pomponiano recogido la hacienda a los navíos determinado de huir si el viento contrario se sosegase, del cual haviendo sido mi tío llevado muy prósperamente [sic], le abrazó viéndole temeroso y consoló, adhortándolej que templase el miedo con su seguridad. Mandose llevar el baño. Lavado, acostose; cenó alegre o, lo que no es menos de espantar, fingiendo alegría. Relucían, entre tanto, muy estendidamente y en muchas partes, llamas y encendimientos que venían del Vesuvio, cuyo resplandor y claridad vencía las tinieblas de la noche. Decíales él, para consuelo de los que temían, que no era sino que se quemavan en aquella soledad las alearías desamparadas y dexadas al fuego. Echose a dormir y reposó con sueño muy verdadero porque oían, los que estavan en la puerta, el roncar que él tenía por la amplitud del cuerpo grave y sonoro. El lugar de do se entrava a su aposento se havía ya levantado en tanta manera con la ceniza y piedras que llaman pómez que caían mezcladas que, si se detuviera algo más, no fuera en su mano salir fuera. Despertando, sale y buélvese a Pomponiano y a los otros que velavan; deliberan entre todos si se estarán so techado o saldrán a lugar abierto, porque las casas se bambaleavan con continuos y muy grandes terremotos y como movidas de sus asientos; parecía que se ivan a unas partes y otras. En fin, se determinó que anduviesen fuera de casa aunque se temían las piedras livianas y carcomidas que caían. Lo cual, aunque peligroso, se escogió como menor daño. Acerca de él venció una razón a otra, como acerca de los demás un temor a otro. Atávanse las almohadas a las cabezas con los paños y éste fue el amparo que tuvieron contra lo que caía.

Ya era de día en otros cabos aunque allí durava la noche más negra que todas las noches y más espesa, a la cual, algunas veces, davan claridad muchas y diversas lumbres. Pareciole salirse a la ribera y mirar de cerca si estaba ya el mar navegable. Todavía permanecía alterado y contrario. Sentose allí recostado sobre un paño tendido y tornó a pedir agua, y bebiola. Después, las llamas y el olor del azufre, mensajero dellas, hizo huir [a] los otros. Despiértanle, levántase arrimado a dos criados y tórnase a caer luego (según yo pienso) impedido el aliento con aquel vapor tan espeso, ya tapado el estómago, que de su naturaleza tenía flaco, angosto y muchas vezes apretado. Al tercero día después de haverse muerto hallaron su cuerpo entero, sin lisión alguna y ansí como estava vestido, su manera más de hombre que dormía que no de muerto.

Estávamos en este tiempo yo y mi madre en Misseno; mas esto no haze al propósito de nuestra historia, ni tú querrás saber más que de su muerte. Y, por tanto, me parece acabar. Sólo añadiré que no he dicho cosa que no haya visto u oído, luego que paso a contar por muy verdadera. Tú podrás tomar lo más principal, pues es otra cosa escrevir historia que carta, y muy diferente referirlo al amigo o divulgarlo a todos.

Dios sea contigo.

a. Esta carta figura en el Epistolario de C. Plinius Caecilius Secundus, libro VI, carta XVI.

b. Una de las ocho bases navales romanas, situada ésta en el cabo septentrional que cierra el golfo de Nápoles. Al fondo de la bahía están el Vesubio y las ruinas de Pompeya y Herculano, no lejos de Castellamare (Stabiae).

c. Por prefecto de la armada.

d. En otras versiones “Nonum kal. Septembres”, que corresponde al día 24 de agosto.

e. Siete horas después del amanecer, o sea entre mediodía y la una de la tarde.

f. Cúspide del Vesubio.

g. Buque ligero.

h. En Pliny, Letters, 1, p. 476, Loeb Classical Library, London, 1957, se lee “accipit codicillos Rectinae Bassi”, traduciendo, “recibió un escrito de Rectina, mujer de Basso” (Caesius). En Pliny, Letters, 6, p. 13, Cambridge University Press, 1926, se lee “Rectinae Tasci”. En Plinie l’Ancien, Histoire Naturelle, 1, p. 18, Ed. Emout, Les Belles Lettres, Paris, 1950, se lee “Rectinae Casci”. Es Francisco Hernández el único que interpreta los códices en la forma que vemos en el texto.

i. Stabiae, en la época de Plinio.

j. Por exhortándole.

TOMO IV. HISTORIA

NATURAL DE CAYO

PLINIO SEGUNDO 1