e. Fracaso de su función oficial


Repasados rápidamente el núcleo de amistades, los elementos indígenas con quienes tenía que enfrentarse en su papel de protomédico y de los cuales en una de sus cartas dice que “sólo eran cuatro los que podían tener en cuenta”,67 trataremos de recuperar en parte el hilo cronológico. Dijimos más arriba que en la función oficial del protomedicato debíamos considerar fracasada la labor de Hernández. Llegamos a esta conclusión partiendo de sus propias palabras. Ya hemos visto como se queja en las cartas al rey de la ingerencia de la Audiencia en sus asuntos, tratando de anularle al recibir apelaciones a las que por orden real no tienen derecho. Por el mismo proceso inquisitorial contra el doctor Pedro López, que venimos citando en varias ocasiones, tenemos noticias de cómo su gestión administrativa en el aspecto protomédico no fue bien recibida entre los médicos que ejercían su profesión en México, lo que dio lugar a murmuraciones y maledicencias contra el protomédico.

Ateniéndonos únicamente a la letra de lo declarado en el proceso por Hernández, no podemos llegar muy lejos, la realidad del texto es una escurridiza relación de un hecho que relata sin ánimo de comprometerse.68 Pero en cambio, mirando más lejos, podemos descubrir sobre el mismo documento, en primer lugar, que Hernández para esa fecha, precisamente el 16 de agosto de 1571, o sea a los seis meses de haber llegado, ya había estado solicitando de los médicos que trabajaban en México la exhibición de sus títulos. Que algunos, por lo menos el Lic. Contreras a quien alude directamente, habían recibido con desagrado esta orden y no tenían reparos en hablar mal del protomédico en público. Parece desprenderse de la misma declaración que este Lic. Contreras era hombre aficionado a expresarse con poca consideración sobre la gente, pero eso no excluye el hecho de que la labor oficial del protomédico fuese mal recibida. No tendría mayor importancia un caso aislado si no nos confirmase el propio Hernández, en sus cartas al rey, sus dificultades. En una, escrita hacia noviembre del mismo año, dice, refiriéndose a sus actuaciones: “como todas las cosas grandes y nuevas suelen tener contradicción y envidia, no se le ha escapado ésta tampoco y así ha sido otro segundo trabajo, ni me ha robado poco tiempo del servicio de v. m. que es lo que me da más pena”.69 O sea que su labor, a la que él conceptúa grande (en la misma carta acaba de considerarse nuevo Aristóteles al comparar al rey con Alejandro),70 está padeciendo de “contradicción y envidia”, en cuya lucha ha perdido mucho tiempo. Continúa la carta pidiendo al rey “sea yo favorecido con su real resuello y calor, mandando al virrey me dé continuo, aquí y donde más convenga, todo el favor y ayuda que me ha dado hasta aquí y más si fuere necesario”.71 No debieron mejorarse las cosas, pues pocos meses después escribía de nuevo al rey, diciéndole: “El officio de protomédico apenas le hago, aunque había dél extremada necesidad, porque admitieren en esta Real Audiencia appellación, estando la ley en contra y teniendo por acompañado al doctor Villalobos, y lo que es peor que ha seis meses que no determinan si uno a quien se le mandaron exhibir los títulos los ha de exhibir o no, o si se me ha de remitir o no, por ventura porque no pueda yo enviar el testimonio de su sentencia, no sé si lo hazen por amor a su jurisdicción, o de la de la parte, o porque les parece ansí; a v.m. supplico, por el remedio desta tierra, y porque yo hago lo que debo, y porque se guarde la jurisdicción de los protomédicos de v.m., se les mande no admitir appellación ninguna contra la ley expressa, y muy fundada en razón maiormente haviendo acompañado tan justo y tan docto.”72

Hernández tiene toda la razón; no alcanza a comprender el juego de los oidores y se duele que teniendo por acompañante y asesor al Dr. Villalobos, “tan justo y tan docto”, no consiga resolver los problemas legales de su oficio. Sin embargo la compañía del Dr. Villalobos le dura poco. Este oidor de innegable prestigio y autoridad recibe, a fines de 1572, órdenes reales que le mandan trasladarse a Guatemala invistiéndole de los cargos de presidente de la Audiencia y gobernador de la dicha provincia. Debe de haber partido para su nuevo oficio a fines de diciembre, pues el día 8 de enero de 1573, según una cédula conservada, “los señores visorrey, presidente e oidores del Audiencia Real de la Nueva España, estando en el aquerdo dixeron que por que su magestad por un capítulo de la ynstrucción que dio al doctor Francisco Hernández, su protomédico de las Yndias, manda que esta Real Audiencia nombre un oidor della con quien el susodicho se acompañe para determinar las causas en que procediera, conforme a lo cual, luego que el dicho protomédico comenzó a usar del dicho oficio nombraron para dicho efecto al doctor Pedro de Villalobos, oidor que hera de la dicha Real Audiencia. Y por haber cesado este nombramiento con la provisión que su magestad hizo en el dicho doctor Villalobos de su presidente y gobernador del Audiencia Real y provincia de Guatemala, donde es ido a servir los dos cargos, acordaron que en su lugar lo sea el doctor Pedro Farfán, oidor de la dicha Real Audiencia, con quien el dicho protomédico se ha de juntar y determinar las causas en que procediere conforme a su comisión. Y así lo mandaron asentar por auto”.73

Nos encontramos por tanto al protomédico con un nuevo acompañante, del cual no tenemos referencias en ninguno de los documentos que se conservan de Hernández, pero que sin embargo suponemos fue bien recibido. Este Pedro Farfán, que no debe ser confundido con su homónimo, padre del famoso doctor y religioso Agustín Farfán, mantenía estrecha amistad con Cervantes de Salazar, según se desprende de las cartas y documentos conservados,74 era bachiller en cánones al llegar a México, donde obtuvo los títulos de licenciado y doctor. Fue rector de la universidad y lo mismo que su antecesor Villalobos había sido llamado por Moya de Contreras para consultor del Santo Oficio. Fue hombre culto y suponemos que convivió con Hernández y el grupo intelectual de México en aquellos momentos.

Sin embargo este cambio de oidor no parece influir mucho en los problemas del protomédico . La lucha con la Audiencia continúa, pues a fines de marzo de 1573, cuando lleva ya dos años en México, escribe al rey refiriéndose al mismo problema, ahora agravado porque le han invadido la función de visitador; dice así: “En lo que toca al protomedicato que por mandato de v.m. exercito, a mí me reciben de esta Real Audiencia appellación, habiendo ley expresa que lo prohíbe, y estorvándose con recibirla la exequción de la justicia tan necesaria en esta tierra, por los muchos exessos que acerca desta arte en ella se cometen, y siendo desta manera mi officio casi en val de y sin effecto. También se me ha metido la ciudad en visitar los confiteros perteneciendo a los protomédicos de v.m., a la cual supplico mande, de suerte que tenga effecto, no se haga agravio, pues es contra leyes expresas y contra lo que en los reinos y señoríos de v.m. comúnmente se haze y practica, porque todo ande estatuido y ordenado.”75

Aunque esto de los pleitos entre las autoridades y el protomédico era ya cuento viejo en México, donde vemos cómo el cabildo desautoriza con fecha 19 de febrero de 1527 las funciones del protomédico al dar licencia a un barbero para que curase bubas, “no embargante que el Lic. Pedro López, protomédico , le ha mandado que no cure”, parece ser que el rey, después de recibir la carta de Hernández que hemos copiado más arriba, se sintió ofendido por la falta de consideración con que trataban a su protomédico y entonces, con fecha 9 de marzo del año 1574, envía una cédula enérgica al virrey dedicada exclusivamente a tratar de este problema, en la cual le dice: “El doctor Francisco Hernández, nuestro protomédico general de esas partes, nos ha escrito agraviándose de que en esa Audiencia se reciben apelaciones de los casos que ante él pasan... y así mismo de que la dicha ciudad de México se entremete a visitar los boticarios y confiteros y en otras cosas de su jurisdicción, y por que queremos ser informados de lo que en esto pasa y la causa por qué no se le guarda al dicho doctor, en lo susodicho, lo que por razón del dicho su oficio de protomédico se le debe guardar, os mandamos que luego que ésta recibáis enviéis ante nos al nuestro Consejo de las Yndias relación particular de todo ello y de lo que más os paresciere que debemos ser informados, juntamente con vuestro parecer de lo que converná proveerse para que visto se provea lo que convenga.”76

Ignoramos las consecuencias de esta orden real. No se conoce ningún documento virreinal que conteste y dé su parecer sobre el problema de las faltas de respeto al protomédico por parte de la Audiencia. Tampoco hay noticia de que la situación se resolviese satisfactoriamente para Hernández. De todos modos, aun en el caso de que el virrey contestara informando y aconsejando las medidas a tomar y el rey ordenara lo más pertinente, tendría que pasar más de un año antes de que los documentos fueran y vinieran de México a España y de España a México, contando con que fuesen rápidamente despachados y no con la dilación normal en todos los asuntos oficiales de la época. Por tanto, no podría ser antes de mediado el año 1575 el momento de tomar una resolución sobre la situación de Hernández y su antagonismo con la Audiencia, y para esa fecha el plazo concedido a Hernández estaba a punto de expirar y las condiciones de trabajo del protomédico habían variado mucho.

Esta cédula real es la última noticia que tenemos sobre el problema. No es de presumir que espontáneamente la Audiencia cambiara de actitud reconociendo su error y dejara el campo libre al protomédico para ejercer su oficio sin cortapisas ni dificultades. Parece más probable aceptar que Hernández se declaró vencido. En ninguna de sus cartas vuelve a referirse a su actuación como protomédico. Parece que abandonada la lucha, se refugia en la labor científica. Ya no habla más de apelaciones, visitas, ni agravios contra las leyes expresas. Ha debido de darse cuenta del fondo del problema. La “inspección”, entonces como ahora, era una fuente de ingresos, mal habidos pero bien recibidos; el poder, traducido en licencias y permisos, también llegaba a fines análogos. Es verdad que en la Audiencia de esa época había grandes juristas incorruptibles, pero también había vividores y trapisondistas que veían en su situación un camino fácil para el logro de medro, no siempre a base de dinero sino también de influencias y compromisos. ,

Hernández ha fracasado. Se considera impotente para seguir luchando. Él no ha venido a medrar, trae una misión científica y todavía sabemos que ocupa su propio salario en servirla. Deja en manos de los otros la función que tan celosa e interesadamente defienden y, olvidándose de su título, se concentra en lo suyo, en el estudio de la naturaleza, de la historia y de la filosofía, a las cuales ha dedicado toda su vida.

Todavía fracasa en el último intento de actuación protomédica. Con criterio excelente desea celebrar reuniones de médicos en su casa. Reuniones científicas en las que se discutan y experimenten los conocimientos de cada uno para el bien común. Si pensamos, no es otro el fondo de nuestras actuales academias y sociedades. Tampoco lo consigue. Necesita escribir al rey pidiéndole mande al virrey, “si fuere necesario al servicio de v.m. y al negocio que me está mandando, ordene juntar en mi casa, todas las veces que yo viere convenir, los de la facultad para que vean las plantas y me ayuden a especular sus virtudes y hacer dellas experiencias”.77 No creemos llegaran a celebrarse nunca esas reuniones. Aproximadamente un año después vuelve a escribir para decir al rey: “es necesario que me dé v.m. facultad para que pueda compeller los médicos que se hallen conmigo una o dos veces en la semana para darles plantas que experimentar y para que se vea y examine su virtud y complexión, por que sin esta fuerza no duran en ello”.78 Cuando varios años después anuncia que se está reuniendo todos los días en un hospital con cuatro médicos para experimentar, parece ser otro el mecanismo de conseguirlo y creemos traslucir en ello más afecto y reconocimiento personal que imposición oficial.






67 Epistolario, n. 12.

68 El texto de la declaración de Hernández dice así: “(Inquisición, vol. 72, foja 105). testigo, el doctor francisco hernández. protomédico.— E después de lo susodicho en la ciudad de México a veinte e siete días del mes de agosto de mil e quinientos e setenta e un años, el muy magnífico e muy reverendo señor maestro fray Bartolomé de Ledesma, administrador en la dicha ciudad e su arzobispado para la dicha información mandó parecer ante sí al doctor Francisco Hernández protomédico de su majestad en todas las Indias, del cual habiendo parecido, fue tomado e recibido juramento en forma debida de derecho, y él lo hizo por Dios Nuestro Señor e por una señal de cruz que hizo con los dedos de su mano derecha, so cargo del cual habiendo jurado, prometió de decir verdad.

“E siendo preguntado por el tenor de la cabeza de proceso dijo que conoce al doctor Pedro Lopez médico, de seis meses a esta parte poco más o menos, e lo que sabe e pasa en el caso que se le pregunta es que podrá haber quince días poco más o menos que yendo este testigo al campo con un mercader que se llama Eugenio Castellanos, tratando de que por cierto auto que este testigo como protomédico había pronunciado para que el licenciado Contreras medico, exhibiese carta de los títulos que tenía de licenciado, había dicho y decía el dicho licenciado mal de este testigo, el dicho Eugenio Castellanos le dijo: no se maraville vuestra merced de eso, porque a mí me dijo que el doctor Pero López era un judío apóstata queazotaba un crucifijo e que le habían de hacer quemar en viniendo los inquisidores, e que este testigo refirió esto que dicho tiene, en presencia del licenciado Gutiérrez y de otras personas, no aprobándolo sino teniéndolo por cosa incierta y diciendo que pues el licenciado Contreras decía aquello del doctor Pero López no era mucho que dijese de él lo que decía; e tornando este testigo y el dicho Eugenio Castellanos dende ha dos u tres días después que pasó lo que de suso se refiere a tratar de ello e de lo que eran obligados a hacer, el dicho Eugenio Castellanos, a lo que este testigo se le acuerda le dijo que el dicho licenciado Contreras le había dicho del dicho doctor Pero López lo que dicho e declarado tiene o que tenía el dicho doctor Pero López el dicho crucifijo quebrado un brazo y en parte indecente, una de estas dos veces que no se acuerda bien cual de ellas, e que, tratando tercera vez del dicho negocio este testigo y el dicho Eugenio Castellanos, le dijo a este testigo el dicho Eugenio Castellanos que para satisfacerse bien de lo que acerca de lo que dicho y declarado le había dicho el licenciado Contreras se lo había vuelto a preguntar y solamente le había dicho el dicho licenciado que tenía el crucifijo quebrado un brazo y que estaba en lugar indecente y que esto lo sabía el doctor De la Fuente o se lo había dicho, y que era público y que estaba ya denunciado en la Inquisición, e que lo que dicho e declarado tiene es la verdad e lo que sabe e pasa en el caso, para el juramento que tiene hecho, e habiéndole leído este su dicho se afirmó e ratificó en él, e dijo ser de edad de cincuenta años e que no le tocan las generales, e firmólo después de haber prometido de guardar el secreto. El doctor Francisco Hernández. Rubrica. Ante mí Fray Diego Maldonado. Rúbrica.”

69 Epistolario, n. 3.

70 Ibid., en el párrafo anterior dice: “si a Alejandro dio tanto nombre escribir Aristóteles por su mandado lo de esas partes que dará V.M. otro tanto número de cosas... las cuales todas veo, toco, experimento, dibujo y clara y distintamente escribo en castellano y en estilo no desagradable”. Este símil de Alejandro y Aristóteles lo utiliza en muchas ocasiones a lo largo de su obras, con el evidente objeto de halagar al rey y de paso ensalzarse a sí mismo.

71 Epistolario, n. 3.

72 Epistolario, n. 4.

73 El documento copiado, descubierto recientemente por el Dr. José Miranda y la Srta. Delfina López Sarrelangue, figura en el Archivo General de la Nación, Duplicados de Reales Cédulas, vol. 47, fol. 251.

74 En el libro del Dr. Millares, Cartas recibidas… pág. 75, en la carta 22 se lee cómo el firmante, Lic. Bonilla, escribe refiriéndose a Cervantes de Salazar: “añadiendo la estrecha amistad que vmd. significa con el señor doctor Pedro Farfán”.

75 Epistolario, n. 7.

76 Recopilación de todas las cédulas, provisiones e instrucciones dadas por su magestad, f. 132 v. y 133 r. Libro (hoy perdido) que estuvo en poder de don Nicolás León, citado por él en: Francisco Ximénez, Quatro libros de la Naturaleza... (México, 1888), pág. XLVI.

77 Epistolario, n. 3.

78 Epistolario, n. 4.

TOMO I. VIDA Y OBRA DE OBRA DE FRANCISCO HERNÁNDEZ