Los mamíferos


TICUL ÁLVAREZ


Desde los primeros tiempos de la Colonia en la Nueva España, los misioneros y frailes que se dedicaron a recopilar el conocimiento de los po­bladores de México dieron especial atención a los asuntos relacionados con la naturaleza y así, en casi todos los escritos que se conocen, hay ob­servaciones dispersas sobre la fauna y sus propie­dades curativas, tanto reales como ficticias. Todos estos conocimientos, así como otros obtenidos directamente por Francisco Hernández, se resu­men en la magnífica obra que escribió sobre la fauna y la flora de México, indudablemente la pri­mera recopilación o catálogo de la vida silvestre de nuestro país.

De los varios volúmenes que forman la obra, los mamíferos se encuentran analizados en el Tra­tado Primero, denominado “Historia de los Cua­drúpedos de Nueva España”, que consta a su vez de 40 capítulos correspondiendo cada uno a la descripción de un animal o de varias formas afines.

En el Tratado Primero no sólo se menciona la mayoría de los mamíferos mexicanos, mayo­res en tamaño al de una ardilla; además, se citan en el capítulo XXXII restos fósiles que tan abun­dantes son en la República y principalmente en la cuenca del valle de México. También se men­cionan algunos animales introducidos durante la Colonia, como son los “eluros”, llamas y perros.

Hernández, en cada caso, da el nombre náhuatl de los animales y hace una descripción morfoló­gica o de comportamiento, en la mayoría de los casos bastante clara y precisa, quizá porque tuvo frente a él los animales o restos de los mismos; pero es indudable que muchas descripciones las hizo con base en narraciones y por lo tanto re­sultaron confusas, al grado de no ser posible iden­tificar de qué animal se trata.

También tenemos que considerar que Hernán­dez no escapa a la tónica de los naturalistas de la época y consigna en su tratado cosas irreales o fantasiosas que aún ahora la gente de campo cree acerca de ciertos animales, pero que no dejan de ser completamente ficticias.

La interpretación que aquí se ha hecho está basada en las descripciones morfológicas, com­portamiento o distribución que consigna Hernán­dez, aunados al conocimiento que se tiene sobre la mastofauna de México; así, se analiza cada uno de los capítulos, dando el grado de seguridad con que se puede identificar al animal de acuerdo con la clasificación moderna de los mamíferos.

Es indudable que muchos de los nombres co­munes actuales son derivados de los vocablos nahuas y que por eso su correlación es sencilla; pero también hay casos en que el nombre náhuatl se ha perdido y en dos ocasiones, en el tratado, estos nombres se han cambiado, o sea que la des­cripción no concuerda con el mamífero al cual hoy se le aplica el nombre en cuestión.

En total, se han identificado 45 mamíferos que son la mayoría de los géneros de tamaño mayor al de un conejo; naturalmente, faltan animales cuya distribución es muy reducida o que son raros aún en este tiempo; sin embargo, es sor­prendente que no se mencione a los osos, ya que no eran tan raros en la época de la Colonia y su distribución cubría mayor territorio que actualmente.

La identificación se ha dado como “segura”, cuando no hay duda de la correlación con los nombres científicos por tratarse de una descrip­ción clara y ser monotípica la forma tratada. Como “buena” cuando no hay duda en la iden­tificación genérica pero, por existir varias espe­cies, se tiene que escoger la más abundante o que viva en el altiplano mexicano de donde quizá Her­nández más conoció. Como “regular”, cuando la descripción o el nombre náhuatl dan un indi­cio pero no hay seguridad plena, y como “du­dosa” cuando los indicios son pobres y se tiene que hacer una correlación hipotética. Esta clasi­ficación se da en un cuadro al final.


I. El animal descrito en este primer capítulo no tiene ninguna duda de identificación ya que tanto el nombre náhuatl como el dibujo y las costum­bres descritas corresponden al carnívoro cono­cido actualmente bajo el nombre de mapache, técnicamente como Procyon lotor (Procyonidae: Carnívora).

Actualmente el mapache se distribuye en todo el territorio mexicano, principalmente cerca de los depósitos de agua o de ríos, ya que como Her­nández indica gusta de limpiar los alimentos antes de ingerirlos, costumbre por la que se le denomina “osito lavador”.


II. De los nombres consignados por Hernández se conserva el de origen español de armadillo, Dasypus novemcinctus (Dasypodidae: Edentata).

Las costumbres descritas no dejan de ser fan­tasiosas, ya que el armadillo no usa la cola como trampa para atrapar las hormigas y mucho me­nos es capaz de matar a un hombre, ya que no tiene armas ni fuerza para ello.

La carne sigue gozando fama de ser muy sa­brosa y curativa, por lo que es muy perseguido en los lugares donde existe, que son principalmen­te las costas, no existiendo en la región desértica y semidesértica de México.

En el trabajo de Hernández aparecen dos figu­ras de ayotochtli o armadillo, con ciertas diferen­cias en su configuración, sin embargo, en México sólo existe una especie: Dasypus novemcinctus.


III. Las liebres de México pertenecen a varias es­pecies del género Lepus (Leporidae: Lagomorpha), cuya distribución se extiende por la región árida del país, desde el altiplano hasta Oaxaca.

Las especies más comunes son: Lepus callotis, quizá la que Hernández conoció, por existir en la región sur del altiplano, incluyendo el valle de México, de donde posiblemente ha sido extirpada; Lepus califomicus también tiene una amplia dis­tribución desde Querétaro hacia el norte, inclu­yendo la península de Baja California. Las otras especies de liebre tienen una distribución restrin­gida, por lo que no consideramos que hayan sido conocidas por Hernández.


IV. Tal y como Hernández señala en este capí­tulo los conejos en México pertenecen a distin­tas variedades, siendo muy difícil la correlación de los nombres nahuas con los científicos; sin embargo, todos los conejos pertenecen al género Sylvilagus (Leporidae: Lagomorpha), con excep­ción del zacatochi.

Del náhuatl zacatochtli, se deriva zacatuchi, co­nocido también como teporingo o conejito de los volcanes, técnicamente Romerolagus diazii, co­nejo perteneciente a una subfamilia con repre­sentantes muy primitivos que habita exclusiva­mente en la Sierra Nevada. Su tamaño es menor que los conejos comunes, de pelo corto, denso y orejas muy pequeñas; adaptaciones que le per­miten vivir en las regiones frías de las montañas que rodean el sur del valle de México.

Como ya se indicó, la correlación de los nom­bres dados por Hernández y los científicos con respecto a los conejos es difícil, pero se pueden aventurar algunas deducciones. El izpactli o es­pañol quizá sea el Sylvilagus cunicularius, cono­cido hoy como conejo de Castilla, que vive en la región costera del Pacífico de Sinaloa a Oaxa­ca, incluyendo el centro de la República. Este conejo es el de mayor tamaño dentro de los autóctonos.

La especie de mayor distribución es Sylvilagus floridanus, que existe en todo México, menos en las regiones áridas de Chihuahua, Coahuila, So­nora y Baja California en donde es sustituido por S. audobonii. Posiblemente los nombres de eliz- tactochtli o de pecho blanco, quauhtochtli y metochtli se refieren a estas especies, siendo los diferentes nombres aplicados a subespecies dis­tintas. Pudiera entrar también S. brasiliensis con distribución semitropical en la costa del Golfo; una de sus características es su tamaño pequeño, color oscuro, cola corta, por lo que quizá pudie­ra ser el cuitlatepolli. Otra especie muy común pero restringida a Baja California es S. bachmani de la cual no creemos que Hernández haya teni­do noticia.

También en este capítulo se habla de un cone­jo que habita en Perú, conocido como tezantochtli; posiblemente se refiera a los cuyos, Cavia cobaya, que no es un conejo sino un roedor, del suborden Histricomorpha y no es nativo de Mé­xico; hasta donde se conoce no se reproduce en libertad en nuestro país.


V. El tlacuache o tlacuatzin es de los animales que continúa conservando su nombre náhuatl en casi todo México, aunque también se le conoce como zarihueya o un derivado a la voz anglosa­jona de “opossum”.

Científicamente pertenece al género Didelphis (Didelphidae: Marsupialia), que en México tiene dos especies semejantes con diferencias cranea­les y que, por lo tanto, por mucho tiempo estu­vieron confundidas en una; las diferencias somá­ticas son muy difíciles de discernir aun para los especialistas. Las dos especies son D. marsupiales y D. californica.

Es digno de mencionar la descripción morfo­lógica y de comportamiento que tan exactamen­te hace Hernández, por la que, aunque no exis­tiera el nombre de este animal consignado, no habría ninguna duda en su identificación. Esto incluye también los usos medicinales señalados, que todavía siguen en la creencia popular.


VI. En la actualidad se conocen dos puercoespines para México, pertenecientes al orden Rodentia, suborden Histrichomorpha y dos familias diferentes. La distribución, configuración y há­bitos son muy distintos entre las dos, por lo que deducimos que bajo el nombre de hoitztlacuatzin o tlacuatzin espinoso, Hernández se refiere a Coendou mexicanus, ya que esta especie es de regiones cálidas y tiene la cola prensil, en cam­bio el otro género Erethizon es del norte de México y no tiene la cola prensil.

Aunque en el trabajo de Hernández se presen­tan dos figuras de hoitztlacuatzin con ciertas diferencias, no creemos se trate de las dos formas conocidas en México, sino de diferentes interpre­taciones del mismo puercoespín del trópico.


VII. Si hasta este capítulo para la identificación de los nombres consignados por Hernández no había existido ningún problema, con el animal llamado tzoníztac comienzan éstos. Por la descripción en lo que se refiere a la blancura del pe­laje, con piernas cortas y color oscuro, además de que pocas veces se deja ver por el hombre o sea un animal raro o muy escurridizo, nos incli­namos a pensar que se trata de uno de los dos mustélidos conocidos actualmente como cabeza de viejo, Tayra barbara, o bien el grisón o rey de las ardillas, Grison canaster (Mustelidae: Carnívora).

Analizando las características mencionadas por Hernández por la forma de patas cortas, puede ser el grisón, pero por lo de cola larga se puede referir al cabeza de viejo. Desde luego ninguno es del tamaño del “tigre”, entendiendo bajo este nombre al jaguar, ya que los dos animales men­cionados no pasan de 60 cm de largo.


VIII. Aunque con algunos errores de descripción debido a la fantasía de la época, el tlacaxólotl se puede identificar como tapir, Tapirella bairdi, el único Perissodactilo mexicano de la familia Tapiridae.

Concuerdan con la anatomía del tapir, su gran tamaño, hocico alargado, anchas orejas, cuello grueso, así como las manos y los pies, además de ser animal raro que habita en sitios solitarios. Quizá lo que menos concuerda es el “rostro casi humano”, ya que la semejanza entre el tapir y el hombre es muy lejana, sin embargo hay que tomar en cuenta que los mayas representaban mu­chas figuras humanas con cara de tapir y quizá de ahí obtuvo en cierta forma Hernández su información al respecto.

Obvio es decir que el tapir es de tierras calien­tes en las selvas más intrincadas de Chiapas, Cam­peche, Quintana Roo, y quizá Veracruz, tal y como lo señala Hernández.


IX. La descripción del animal aquí mencionado es demasiado ambigua para poder determinar a qué mamífero se refiere.


X. Bajo el nombre de tlalocélotl consideramos que Hernández se refiere al jaguar, Felis onca (Felidae: Carnívora). Su descripción no es muy clara y quizá el único indicio es que se refiere a un animal con manchas y mayor que el tigre, no existiendo otro en México que no sea el jaguar.


XI. El miztli se identifica fácilmente con el puma o león americano, Felis concolor, del mismo or­den y familia que el anterior. Lo desconcertante de este capítulo son los nombres que se consig­nan como otras variedades del mismo animal, lo que consideramos como tales o quizá se refiera a las diferentes subespecies, ya que la variedad en colores y tamaños es sorprendente de acuerdo con las regiones donde habitan los pumas, que como es sabido existen en todo el continente americano.

Hay que considerar dentro de este capítulo a otro félido, conocido como onza o yaguarundí, Felis yaguarundi, que presenta mayor variedad en color que los pumas, ya que los hay desde pardo claro hasta negros, pasando por los pardo-rojizos. Es naturalmente más chico que el puma y más escurridizo, por lo que cualquiera de los nom­bres dados por Hernández dentro de este capí­tulo, como cuitlamiztli, tlalmiztli o mazamiztli, puede convenirle.


XII. Como lo señala el propio Hernández, el izcuinquani puede ser el cuitlamiztli que hemos identificado tentativamente como el yaguarundí o Felis yaguarundi.


XIII. El cóyotl, hoy conocido como coyote, Canis latrans (Canidae: Carnívora), no tiene ningún problema de identificación.

Desde luego algunas de las costumbres citadas no dejan de ser fantasiosas, ya que difícilmente un coyote mataría a una persona; menos la va a perseguir hasta cobrar venganza.


XIV. De los animales nombrados en este capítu­lo sólo el tlalcóyotl es posible de identificación y del cual trataremos en el capítulo XXXVII. Los otros mencionados quizá sean nombres locales del mismo coyote, pero al no tener descripción alguna es muy difícil su identificación.


XV. El ocotochtli, por la descripción dada, tan­to morfológica como de sus costumbres, es posible asignarlo al gato montés, rabicorto o lince, Lynx rufus (Felidae: Carnívora).

Encontramos aquí también una fantasía sobre el poder venenoso de la saliva del lince, hecho que es completamente falso.

La figura del ocotochtli publicada por Hernán­dez nos muestra algunas de las características del gato montes, principalmente la cola corta, por lo que su identificación no tiene duda aunque su significado en español, del nombre náhuatl, sea “conejo de los pinos”.


XVI. La zorra gris, Urocyon cinereoargentus (Canidae: Carnívora) es muy posiblemente el oztohua descrito por Hernández, quien da pocos datos de este animal, pero que al compararlo con la zorra de España da pie a pensar que se trata del animal antes citado.

Habla en este capítulo del tepemaxtla, pareci­do a la zorra, pero sin nada de leonado y con la cola adornada de listas transversales negras y blan­cas. Aunque la descripción es pobre, considera­mos que se trata del cacomixtle, Bassariscus astutus (Procyonidae: Carnívora). Lo extraño es que el nombre actual es cacomixtle, derivado indu­dablemente de una palabra náhuatl, que Hernán­dez no consigna en ninguna parte de su trabajo como tal.


XVII. El quauhpezotli corresponde a uno de los tres carnívoros a que generalmente se da el nom­bre de tejón y que en este caso corresponde por la descripción al pizote o coatí, Nasua narica (Procyonidae: Carnívora) que efectivamente, aun­que es de tierras cálidas, puede adaptarse a climas fríos y su domesticación es fácil, siendo dóciles y juguetones.


XVIII. La característica mencionada por Hernán­dez de líquido fetidísimo que estos animales ex­piden, hacen inconfundibles a los zorrillos, de los cuales existen tres géneros, con dos especies cada uno, así el conépatl se refiere a Mephitis macroura o M. mephitica, especies que entre las dos cubren todo el territorio nacional en su dis­tribución. La coloración de Mephitis es negra con líneas y cola blanca, variando su extensión individualmente, de tal manera que hay ejempla­res casi negros y otros con dorso, cola y áreas laterales con pelos o listones blancos.

Bajo el nombre de izquiépatl se refiere a dos géneros distintos: uno es el zorrillo enano o yoriguin Spilogale putorius o S. pymae, animal pequeño con gran número de listas blancas y ne­gras en su cuerpo, a este animal se refiere Her­nández en la última parte del capítulo donde habla de “hay otras dos variedades de este zorri­llo casi de igual forma y naturaleza, una llamada izquiépatl que tiene muchas listas blancas”.

La otra variedad de izquiépatl está descrita en la primera parte del capítulo y se refiere al géne­ro Conepatus, con tres especies que se encuentran alopátricamente cubriendo todo México: C. mesoleucus, C. semiestratus y C. leuconotus.

Los zorrillos pertenecen a la familia Mustelidae del orden Carnívora.


XIX. Obvio es que en este capítulo se refiere Her­nández a los changos o monos denominados en náhuatl ozumatli y al hablar que existen de va­rios colores y tamaños consideramos que inclu­ye aquí a las dos únicas variedades de primates autóctonos de México, que son el mono araña, Ateles geoffroyi, al que quizá más quede el nom­bre náhuatl y el zarahuato Alohuatta palliata ambos de distribución tropical y más abundante el primero que el segundo, el cual ha visto muy reducida su distribución en los últimos años, debido a la destrucción de las selvas así como a exceso de cacería que también ha afectado a las poblaciones de mono araña.


XX. En esta parte del tratado de los cuadrúpe­dos de la Nueva España, Hernández se refiere a los perros, que aunque sean tratados por el autor como propios de México, debemos señalar que las variedades o razas existentes proceden de los perros que los primeros pobladores o migracio­nes posteriores trajeron del Viejo Mundo, pero que zoológicamente no se consideran pertenecien­tes a la fauna americana.

Todas las formas pertenecen a Canis familiaris (Canidae: Carnívora). Hasta donde se co­noce, ninguna especie de perro es originaria de América.


XXI. El nombre aquí consignado por Hernán­dez y la descripción por él dada no coinciden con los conocimientos actuales por lo siguiente:

Por tepeitzcuintle actualmente se conoce a un roedor (Cuniculus paca) grande de color café, con series de manchas blancas en el dorso, cabeza an­cha y que de ninguna manera ataca o mata a los ciervos. Por la descripción consideramos que Her­nández se refiere al cabeza de viejo, Tayra barba­ra, mustélido que, si bien por su tamaño no ata­ca tampoco a los ciervos, por la descripción de la coloración coincide más que la del roedor.

Es obvio que existe una confusión con el nom­bre de tepeitzcuintle, ya sea que Hernández se equivocó en la utilización del nombre o que a través del tiempo se fue desvirtuando su aplica­ción hasta nuestros días, que se identifica clara­mente con el roedor histricomorfo, Cuniculus paca.


XXII. En este capítulo Hernández se refiere a los venados y formas afines. El primero en ser enu­merado es el iztacmazame, venado rey o de co­lor completamente blanco. Desde luego no cree­mos que este nombre se refiera a una especie en particular, sino más bien algún individuo albi­no, hecho muy raro en condiciones naturales. No se descarta la posibilidad que sea un animal idea­lizado o mitológico, ni tampoco que se pudiera referir al berrendo, Antilocapra americana, cuya coloración en zonas desérticas es muy pálida; sin embargo, en este mismo capítulo se habla del be­rrendo o teuhtlalmazame, artiodáctilo de la fa­milia Antilocapridae, exclusiva de Norteamérica. La imagen y descripción del teuhtlalmazame no deja duda de la identificación del berrendo que a principio de la Colonia se distribuía hasta el sur de Hidalgo, y actualmente está restringido a pequeñas poblaciones en los estados del norte.

Los venados denominados aculliame, que se­gún Hernández son del “todo semejantes a los españoles”, se refieren posiblemente al bura o cola prieta, Odocoileus hemionus, que es tan gran­de y majestuoso como el ciervo europeo. La dis­tribución del bura ha sufrido una reducción semejante a la del berrendo, habiéndose encon­trado numerosos restos óseos de estas dos espe­cies en contextos arqueológicos del valle de México.

Los nombres de quauhtlamazame, tlalhuicamazame, se refieren sin duda a formas diferentes del venado cola blanca o saltón Odocoileus virginianus, que según las regiones y la alimentación presenta diferentes tamaños y coloración, por lo que no es de extrañarse que se le dieran diferen­tes nombres. Obvio es señalar que el venado cola blanca es uno de los mamíferos mayores, más común y abundante, y que fue la fuente común de carne en épocas prehispánicas.

Por último queda mencionar el temamazame o mázatl chichíltic hoy conocido como temazate, Mazama americana, venado muy pequeño de pelaje colorado o amarillento y cuernos de una sola espiga. La distribución del temazate es com­pletamente tropical.

Todos los venados mencionados pertenecen a la familia Cervidae del orden Artiodactyla, al mismo que pertenecen las “bicuinas”, “tarucas” y “guacanas” nombradas por Hernández como nativas de Sudamérica, pertenecientes a la fami­lia Camelidae.

Gran parte de este capítulo se dedica a los bezoares, piedras que se encuentran en el estóma­go de los venados; hecho cierto, aunque no tie­ne ninguna propiedad medicinal, ya que se trata de concreciones de sales que se van formando en el tracto digestivo.


XXIII. El lobo americano, Canis lupus (Canidae: Carnívora) se identifica como cuetlachtli en el tratado de Hernández. Actualmente el lobo está muy restringido en su distribución al norte del país; no es difícil que a principio de la Colonia llegara hasta las montañas que rodean el valle de México. Desde luego, el lobo nunca ha existido en los “lugares cálidos”, como Hernández señala.


XXIV. La confusión de las tuzas con los topos es caso común que todavía sucede, siendo anima­les de dos órdenes de mamíferos muy distantes evolutivamente, como son los insectívoros (topos) y los roedores (tuza).

Los animales a los que Hernández se refiere son los roedores de la familia Geomyidae que en México tiene varios géneros, aunque considera­mos que las “tuzas” de Hernández sean Pappogeomys merriami, por ser éstos los más abun­dantes en el valle de México; pero no se descar­tan otros géneros de esta familia que viven tanto en el valle de México como en otras regiones de la República.


XXV. El coyámetl y los otros nombres que se consignan en este capítulo se refieren al puerco de monte, cochi o más comúnmente conocido como jabalí, Dicotyles tajaçu (Tayassuidae: Artyodactila).

Actualmente su distribución se ha reducido mu­cho, pero en épocas de la Colonia cubría prácti­camente todo el territorio central de México.

Aunque Hernández presenta dos figuras del co­yámetl consideramos que ambas son del jabalí de collar (Dicotyles tajaçu) y que en ninguna se refiere al otro jabalí: el de labios blancos o pecarí (Tayassu pecari) que sólo se encuentra en el sur de México.


XXVI. Aunque actualmente conocemos que en México existen gran variedad de ardillas de tie­rra o arbóreas, todas pertenecientes a la familia Sciuridae, del orden Rodentia, Hernández sólo nombra cinco: dos terrestres, dos arbóreas y la ardilla voladora, Glaucomys volans, que consig­na bajo el nombre de quimichpatlan y que verda­deramente se refiere a este género por la descripción, ya que comúnmente se denomina en ciertas regiones ardilla voladora a las ardillas arbóreas, por los grandes saltos que efectúan.

Es curioso que Hernández tuviera noticia de las ardillas voladoras (Glaucomys), porque en Mé­xico son escasas y su distribución restringida a las partes más altas de los macizos montañosos, además de ser de hábitos nocturnos. Cabe men­cionar que en la actualidad no se conoce que exis­tan en la cordillera transvolcánica, sin que esto quiera decir que no pudieran existir.

Las dos ardillas arbóreas se denominan como quauhtechallotlíltic o tlilocotequalin e iztactechállotl; ambas se refieren al género Sciurus y a dos especies que hasta hace poco se consideraban dis­tintas: S. nelsoni y S. aureogaster. La primera es generalmente de color blanquecino con manchas rojizas, variando el color según la región hasta encontrar ejemplares melánicos, por lo que en un tratamiento taxonómico moderno se han in­cluido, amén de otras especies, a las dos men­cionadas en una que se denomina por prioridad Sciurus aureogaster.

Las ardillas de tierra pertenecen al género Spermophilus, también con varias especies de diferen­tes formas, color y tamaño. Hernández consig­na el quauhtechallotlquapachtli o coztiocotequallin, que “alcanza doble tamaño y es de colores blanco, negro y pardo entremezclados” y “vive metido en agujeros y cuevas”; consideramos se trate de Spermophilus variegatus, conocida tam­bién como ardillón o ardilla de las rocas. Su des­cripción y hábitos coinciden con los descritos por Hernández, además de ser muy común en todo el altiplano central de México. En algunas regio­nes a esta ardilla se le sigue llamando tachalote derivado de otro nombre consignado por Her­nández techállotl, pero que por la descripción y tamaño se debe referir a Spermophilus mexicanus, también abundante en el valle de México y en general en el altiplano. Su coloración es pardo de diferentes tonos con manchas blancas, orde­nadas en líneas dorsales.

Por último el tlalmotolli puede ser alguna de las variedades de Spermophilus, como S. annulatus que tiene la cola con anillos, pero también se puede referir al género Eutamias que es peque­ño, de ojos grandes y con rayas blancas; ambas especies mencionadas existen, la primera en la costa del Pacífico y la segunda en las montañas del norte.


XXVII. Aunque la descripción no es muy clara el quauhtentzon pudiera ser la martucha Potus flavus (Procyonidae: Carnivora) por aquello que se refiere al pelo suave, mansedumbre y de zonas cálidas; pero realmente su identificación es muy dudosa.


XXVIII. La descripción del tepemaxtlaton coin­cide con el hoy llamado cacomixtle, Bassariscus astutus (Procyonidae: Carnivora) y que ya se había tratado al hablar del tepemaxtla.


XXIX. Dentro de los marsupiales de México exis­ten dos a los que pudiera aplicarse el nombre de coyopollin, que son el ratón tlacuache, Marmosa, con dos especies, y el cuatro ojillos, Philan­der opossum. Consideramos que el nombre es más aplicable al ratón tlacuache por la descripción de Hernández y por ser un animal que habita en los “montes tepoztlánicos” y no en tierras tropica­les como sería propio para el cuatro ojillos.


XXX. Los toros y vacas de la región de Quivira, muy abundantes antaño, son el bisonte americano, Bison bison, que actualmente existe con relativa abundancia en Estados Unidos y que en México sólo quedan algunos en el estado de Chihuahua en semicautividad. Es indudable que a principio de la Colonia las manadas de bison­tes, mal llamados búfalos, se extendían hasta los estados del centro de México, ocupando por lo menos Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y San Luis Potosí.

Se ha mencionado que en el zoológico de Moc­tezuma existían bisontes y que Linnaeus nombró la especie basándose en la descripción de Hernández; le asignó como localidad típica “Qui­vira” hoy Kansas, EUA.


XXXI. Se trata indudablemente de alguna varie­dad de perros o bien de algunos mal formados, pero de ninguna manera corresponde a un ani­mal silvestre.


XXXII. La calavera monstruosa descrita por Her­nández procedente de Chalco debe ser algún resto fósil de Edentado, conocidos como perezosos o armadillos gigantes, los cuales si no muy abun­dantes es frecuente encontrarlos en depósitos pleistocénicos del valle de México. Asimismo, los huesos de gigante se refieren a restos de mamuth, que son muy abundantes, especialmente en el valle de México, donde se encuentran a flor de tierra o a profundidades mínimas que con el ara­do pueden removerse.

Algunos de los huesos enviados a España re­presentaron el primer registro paleontológico del Nuevo Mundo.


XXXIII. Del tepemaxtla ya hemos hablado, con­signando que se trata del cacomixtle, Bassariscus astutus. Quizá sea oportuno mencionar que en México hay dos especies B. astutus y B. sumichrasti, este último de regiones tropicales y de mayor tamaño que el otro, considerando difícil que se pueda aplicar el nombre de tepemaxtla a uno y tepemaxtlon al otro; más lógico es que ambos nombres se apliquen a B. astutus, más abundante que el tropical y habitante práctica­mente de todo el territorio de México.


XXXV. Las peruíchcatl son las llamas originarias de Sudamérica, que parece fueron introducidas a México en la época colonial, aunque sin éxito, ya que no prosperaron en libertad, a pesar de que en los zoológicos se reproducen con facilidad.


XXXVI. Como Hernández lo menciona, los carneros de cuatro cuernos son monstruos que se producen naturalmente por alguna causa ge­nética.


XXXVII. El tlacóyotl o tejón, Taxidea taxus (Mustelidae: Carnívora), continúa conservando el nombre náhuatl en gran parte donde existe, aunque también es conocido como tejón. La descripción hecha por Hernández es quizá una de las más exactas de su Tratado.


XXXVIII. Realmente la descripción del itzcuintecuani no coincide con ningún animal conocido, ya que no hay, excepto los zorrillos, que sean blancos con manchas negras o viceversa. Además, se contradice en la descripción, ya que el quauhpezotli identificado como el pizote o tejón, Nasua narica, no tiene patas como “cerdo pequeño”.

Aunque muy difícilmente podemos considerar que el itzcuintecuani sea el “perro de agua” de Tabasco y Chiapas o tlacuache acuático, Chironectes panamensis, cuya coloración es de manchas dorsales negras. Consideramos difícil la asocia­ción de los nombres por ser el tlacuache de agua muy escurridizo en sus costumbres y de distri­bución muy reducida en México, a tal grado que hasta hace unos 15 años su presencia era desco­nocida para la ciencia.


XXXIX. Quizá el “león de la isla Margarita” sea algún tipo de focas, conocidas también como leones marinos.


XL. La identificación del zacamiztli se hace tam­bién difícil, aunque pudiera corresponder a la co­madreja Mustela frenata, carnívoro de la familia Mustelidae, cuyo cuerpo es largo, oreja peque­ña, coloración leonada y que goza fama de ser muy feroz. Matan animales de mayor peso y ta­maño que el suyo, aunque no parece posible que una comadreja llegue a matar a un venado.

Cuadro sinóptico donde se relacionan los nombres consignados por Hernández con los científicos actuales, mencionando el grado de exactitud en la identificación (segura, buena, regular, dudosa) y el capítulo donde se trata.


MARSUPIALIA: Didelphidae

Didelphis marsupiales

hacuatzin

segura

V

Marmosa sp.

coyopollin

dudosa

XXIX

Philander opossum

coyopollin

dudosa

XXIX

 

PRIMATES: Cebidae

Ateles geoffroyi

ozomatli

segura

XIX

Alohuatta palliata

ozomatli

dudosa

XIX

 

EDENTATA: Dasypodidae

Dasypus novemcinctus

ayotochtli

segura

II

 

LAGOMORPHA: Leporidae

Romerolagus diazii

zacatochtli

segura

IV

Lepus callotis

citli

segura

III

Lepus califomicus

citli

segura

III

Sylvilagus cunicularius

izpactli

regular

IV

Sylvilagus floridanus

eliztactochtli

regular

IV

Sylvilagus brasiliensis

cuitlatepolli

dudosa

IV

 

RODENTIA: Sciuridae

Spermophilus variegatus

coztiocotequallin

buena

XXVI

Spermophilus mexicanus

techállotl

buena

XXVI

Spermophilus annulatus

tlalmotolli

regular

XXVI

Sciurus aureogaster

iztactechállotl

buena

XXVI

Glaucomys volans

quimichpatlan

buena

XXVI

 

RODENTIA: Geomyidae

Pappogeomys merriami

tuzan

buena

XXIV

 

RODENTIA: Erethizontidae

Coendou mexicanus

hoitztlacuatzin

buena

VI

 

RODENTIA: Dasyproctidae

Cuniculus paca

tepeitzcuintle

dudosa

XXI

 

CARNIVORA: Canidae

Cams lupus

cuetlachtli

segura

XXIII

Canis latrans

coyoti

segura

XXIII

Cams familiaris

perros

segura

XX

Urocyon cinereoargenteus

oztohua

regular

XVI

 

CARNIVORA: Procyonidae

Bassariscus astutus

tepamaxtla

buena

XXVIII

Procyon lotor

mápach

segura

XXVII

Nasua narica

quauhtentzon

dudosa

XXVII

 

CARNIVORA: Mustelidae

Mustela frenata

zacamiztli

regular

XV

Tayra barbara

tepeitzcuintle

dudosa

XXI

Tayra barbara

tzoníztac

dudosa

VII

Grison canaster

tzoníztac

dudosa

VII

Taxidea taxus

tlalcóyotl

segura

XXXVII

Spilogale putorius

izquépatl

buena

X

Mephitis macroura

conépatl

buena

XVIII

Conepatus mesoleucus

izquépatl

buena

XVIII

 

CARNIVORA: Felidae

Felis onca

tlalocélotl

segura

X

Felis concolor

miztli

segura

XI

Fells yaguarundí

cuitlamiztli

regular

XII

Lynx rufus

ocotochtli

segura

XV

 

PERISSODACTYLA: Tapiridae

Tapirella bairdi

tlaaxólotl

segura

VIII

 

ARTIODACTYLA: Tayassuidae

Dicotyles tajaçu

coyámetl

segura

XXV

 

ARTIODACTYLA: Cervidae

Odocoileus bemionus

aculliame

buena

XXII

Odocoileus virginianus

quauhtlamazame

segura

XXII

Mazama americana

temamazame

segura

XXII

 

ARTIODACTYLA: Antilocapridae

Antilocapra americana

teuhtlalmazame

buena

XXII

 

ARTIODACTYLA: Bovidae

Bison bison

toros de Quivira

segura

XXX

TOMO VII. COMENTARIOS A LA OBRA DE FRANCISCO HERNÁNDEZ