Introducción


JAVIER VALDÉS Y HILDA FLORES


La vasta información que hasta nuestros días tenemos acerca de las plantas conocidas y empleadas por los antiguos mexicanos al principio de la conquista proviene, en esencia, de la monumental obra que nos legó el protomédico español Francisco Hernández, titulada Historia natural de Nueva España.

En esta invaluable recopilación que obtuvo interrogando a los nativos aportó, entre otros datos, las descripciones empíricas de 3 076 plantas. De ellas proporciona los nombres vulgares indígenas con los que se les conocía: 3 000 en náhuatl, 250 en tarasco, 18 en huaxteco, 1 en otomí y unos cuantos en lenguas de las Antillas, Perú y Filipinas. Además proporciona las localidades de 1 858 plantas estudiadas, en su extenso recorrido (véase mapa y apéndice “A”, v.1). También habla sobre el uso médico que se hacía de esas plantas, incluyendo su dosificación y preparación.

Dada la riqueza de esta histórica fuente de información etnobotánica, es necesario el conocimiento profundo de su problemática botánica. En un principio se inició la labor de aportar determinaciones originales, pero dado que lograr este objetivo habría sido labor de varios decenios y aun así sería incompleto, por el mucho tiempo transcurrido que ha determinado la desaparición de la mayoría de los nombres indígenas de las plantas y aun de estas mismas en algunas de las regiones en las que las encontró Hernández, se optó por realizar una recopilación bibliográfica en gran escala; así, se revisaron 71 obras de autores que a partir del siglo XVII se interesaron en el aspecto botánico de la obra, dejándonos valiosa información que ha permitido conocer las determinaciones de 1 014 plantas.

Las identificaciones se deben a reconocidos estudiosos de la botánica en México, quienes a partir del siglo XIX contribuyeron a este fin. Entre ellos destacan: Manuel Altamirano, quien identificó 90 plantas; Fernando Altamirano logró proponer la determinación de 190 plantas; Francisco del Paso y Troncoso, en su trabajo titulado “Estudios sobre la historia de la botánica en México”, identificó 100; Manuel Urbina en un afanoso empeño por determinar las plantas de Hernández se ocupó de varios grupos como peyotes, amates, zapotes, copales, ayotli y otros, identificando 195; José Ramírez, quien identificó 70; María Agustina Batalla, Débora Ramírez, Irene Rivera y Faustino Miranda proporcionan determinaciones para 593 en los comentarios a la obra de Hernández, publicada por el Instituto de Biología de la UNAM; Pablo Reko logró identificar 38 y Faustino Miranda y Javier Valdés 90, en los comentarios botánicos a la obra de Martín de la Cruz.

También se deben mencionar las contribuciones de Sessé y Mociño en sus conocidas obras Flora mexicana y Plantae Novae Hispaniae, que fueron de 80 plantas identificadas, y 65 de Paul Standley en Trees and shrubs of México.

Como resultado de la consulta de los trabajos de los autores citados anteriormente y de otros no menos importantes, se tienen 98 plantas identificadas hasta familia, 249 hasta género y 667 hasta especie. Aunque es notorio que muchas plantas están mal identificadas y algunos nombres están fuera de la nomenclatura botánica actual, se han respetado las identificaciones originales de los autores, según se han encontrado y sin corregirlas, ya que como se indicó se optó por hacer una recopilación y no las identificaciones originales. Únicamente en el caso de errores encontrados en las obras Plantas mexicanas y Plantas medicinales, ambas sin fecha de publicación y con anotaciones manuscritas anónimas y de Manuel y Fernando Altamirano, fueron corregidos haciendo la indicación correspondiente.

En lo que respecta a nuestro trabajo, es indispensable señalar que para referir los comentarios de los diferentes autores se siguió un orden cronológico, tomando en cuenta la fecha de publicación de los trabajos. Para citar las obras consultadas que están publicadas en varios volúmenes, se anotó el nombre del autor considerando su primer apellido, seguido de la primera inicial de su nombre. En seguida se anotó la fecha de publicación del trabajo consultado, el volumen y, por último, la página en donde está anotado el comentario.

En el caso de haber consultado artículos de publicaciones periódicas o de libros, sólo se anotó el nombre del autor y el año de publicación del trabajo.

En el caso de la consulta de dos o más trabajos de un mismo autor, con el mismo año de publicación, se agregó a la fecha una letra, siguiendo un orden alfabético por aparición en la obra.

Los manuscritos consultados de los que no es bien conocida la fecha en la que fueron escritos se citaron anotando el nombre de la obra seguido por las iniciales “sf” que significan “sin fecha”.

Los errores de los manuscritos de los que se habló en el lugar correspondiente tienen anotados [sic] que significa “así visto” seguido por la(s) palabra(s) correcta(s) entre corchetes [ ].

Al margen del nombre de la planta descrita por Hernández en cada capítulo, está anotado el volumen de Historia natural de Nueva España correspondiente a las Obras completas y la página donde se encuentra la descripción, así como la página del mismo volumen en donde se encuentra(n) la(s) figura(s) correspondiente(s) a cada capítulo.

Aun siendo posible la corrección de muchos errores, queda mucho por estudiar, pues como puede verse es necesario hacer un profundo análisis de la obra, así como su adecuada actualización, por lo que se ha dejado para que, en un futuro, botánicos especialistas intervengan con el objeto de adaptar las identificaciones a nuestra época de esta obra incomparable.



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Nota: Alcocer señala que el Dr. Nicolás León en la Biblioteca botánica mexicana, p. 78, consigna que el Prof. Antonio Cal y Bracho es el autor de este ensayo anónimo.

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TOMO VII. COMENTARIOS A LA OBRA DE FRANCISCO HERNÁNDEZ