CAPÍTULO XI


Cuál sea una más profunda afección

o alteración anímica; si el sueño, o bien

el éxtasis o concentración mental intensa


Suele dudarse cuál afección anímica sea más fuerte, el sueño, o la concentración mental muy intensa. Parece serlo el sueño, en el que, atraído el calor natural hacia los órganos internos, quedan privados los hombres de sus facultades sensitivas e intelectivas, y, con aspecto de cadáveres, yacen inmóviles a manera de troncos o piedras. Pero en realidad, mucho más vehemente y violento que el sueño es el éxtasis o concentración intensa, pues si bien el sueño impide los actos de sensación e inteligencia, no los suprime por completo, en tanto que dicha intensa concentración sí los anula. Porque cuando dormimos, algo sentimos y sufrimos en el sueño o en ensueños si se nos acerca un objeto muy caliente o muy frío o se nos infiere algún golpe o pequeña herida; pero arrebatados por el éxtasis no queda en nosotros ninguna capacidad de sensación, ni actividad intelectual alguna fuera del pensamiento que nos arrebata, y a causa del cual el alma, como encerrada en sí misma, cesa en sus demás actividades. Hasta se han atrevido algunos, por eso, a afirmar que la mente opera también los actos de los sentidos, cuando en realidad se cumplen por la facultad sensoria, que, desviada y vuelta hacia dentro por la concentración intensa, queda ociosa e inmóvil. A menos que quienes tal dicen pretendan que los brutos carecen de sensibilidad, lo cual contradice el testimonio de nuestros propios sentidos.

Además, el movimiento que en el éxtasis se opera es violento y causado por la acción vehemente del pensamiento, en tanto que el sueño es algo establecido y querido por la misma naturaleza para alternar reposo y trabajo, restaurando así las facultades todas; pues atraído en el sueño el calor natural hacia el estómago y demás órganos de la nutrición, se verifica mejor la digestión, se rehacen los llamados espíritus, y queda el hombre más vigoroso y ágil para toda actividad. Por la concentración vehemente, en cambio, atraída la fuerza vital al cerebro del extático, todas las funciones se hacen más difíciles, se disipan los espíritus vitales, se entorpece la digestión, sólo siguen cumpliéndose las funciones sin las que la vida no puede conservarse, y queda el hombre después más inepto para toda suerte de actividades. Y aun puede ser a veces tan extremada la concentración, que abandonado el cuerpo exánime, vuelve a otros mundos el calma; lo cual sabemos que ha ocurrido algunas veces, y ocurriría más a menudo si no fuese porque la fuerza vital, que reside en el corazón como en su sede media, conserva retiene, en un sencillo pero seguro vínculo, la fuerza natural y animal.

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS