CAPÍTULO X


Si haze al caso la prudencia y sabiduría para la bienaventuranza


Por ventura preguntará alguno que haga al caso la prudencia y sabiduría para la felicidad, pues la sabiduría no tiene acción alguna; también la prudencia, aunque entiende lo que puede aprovechar al hombre en la vida, parece a muchos ser semejante al arte de la medicina, la cual haviendo alguno alcanzado, puede estar ayuno del oficio de curar. Y si decís que se requiere prudencia solamente antes que se haya alcanzado la virtud, porque la virtud alcanzada es de sí misma suficiente para las acciones y felicidad, no por eso se desata lo que se siguió, conviene a saber, no ser necesaria la prudencia, aun cuando queremos alcanzar la virtud, antes bastara si imitando la prudencia ajena, no la propria, se acomodare alguno a la virtud. Porque aun los que trabajan de conseguir la sanidad no deprenden por fuerza medicina pero obedecen a los médicos que saben medicina y les mandan hazer alguna cosa. Pero desátese desta manera la cuestión: la sabiduría y prudencia, por ser ornamentos del ánimo, aunque no ayuden nada para la felicidad, pero parece que se deven desear por sí mismas, porque fuera desto aprovechan mucho. Pues ansí como la sanidad haze sanos, ansí la sabiduría bienaventurados. Pues la prudencia ¿no atavía la acción de la virtud? Porque la virtud apetece el fin propuesto por ser virtuoso y honroso, y la prudencia muestra por dónde se camine a aquel fin. Fuera desto, la acción de la virtud se perfecciona con elección, y la elección no pueda hazerse sin prudencia. Es la industria una fuerza natural muy semejante a prudencia, con la cual inquirimos y buscamos con facilidad y verdad las razones que nos guían al fin. Esta se dize, si el fin es malo, astucia.

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS