CAPÍTULO II


De la magnificencia


Pero la magnificencia es una virtud enderezada a repartir los bienes, como la liberalidad, añadiendo a las obras y gastos una cierta grandeza y excelencia. Así que el magnífico no pretende hazer a menos costa sus obras, antes qut se hagan muy sumptuosas y magníficas, porque es necesario lo sean y traigan en admiración de su naturaleza los ojos de los que las miraren. Toca la magnificencia a las obras que pertenecen al ornamento de Dios o de la república, y porque no pueden los pobres hazer las tales obras, tampoco pueden ser magníficos, y aun pertenece más esta virtud a aquellos que juntan con las riquezas linage y fama. Pero también es necesario ser magníficos en las cosas que se acostumbran a hazer una sola vez en la vida, como las bodas, también en hospedar, y en los tiempos en que se han de embiar los estrangeros con dones. Suele parecer a éstos muy magnífico el que con gran cuidado procura que todo se dé espléndidamente y con grande hermosura y abundancia. También es menester sea muy espléndida la casa de aquel que en ninguna cosa quiere parecer baxo. Llamamos ventoso al que peca con exceso, y éste gasta mucho en cosas pequeñas, o poco en las grandes y excelentes; por el contrario el apocado ofende en defecto, de tal manera que desampara las obras comenzadas, siendo siempre negligente por miedo del gasto, y siempre quexoso, y puesto caso que ninguno déstos pueda escusarse de vicio, pero porque no darían mucho a los hombres se deven vituperar menos, y también porque carecen de infamia.

Exemplo tenemos desta ilustre virtud, como de casi todas las demás, en el rey nuestro señor, si echamos los ojos por sus heroicas obras. Si no, díganlo los príncipes cristianos, con quien no pocas vezes ha sido magnífico, díganlo las obras hechas en ornamentos y culto de Dios y de la república. Y entre las demás, el monesterio que se va edificando en el Escorial, obra tan sumptuosa y grande que dexa atrás todas las que los antiguos, que procuravan con grande afección la inmortalidad de sus obras, levantaron e hizieron, pero desto no podemos alargarnos más sin hazer agravio a la nuestra que vamos tractando.

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS