CAPÍTULO XI


Qué hombres devan llamarse templados


Y como sea la cobdicia natural de dos maneras, una común y otra de cada cosa particular; común, como si uno tuviese gana de comer y bever en general; de cada cosa particular, como si apeteciese este particular mantenimiento o bevida. Los que pecan en la cobdicia o apetito común, pecan en una sola cosa, porque toman más de lo que basta a naturaleza, mas los que de la segunda manera, pueden errar por muchas vías, conviene a saber en más o menos, en el tiempo, lugar y modo. El abstinente ocúpase en sufrir el dolor de los males presentes, pero el temperante, de tal manera se exercita en el dolor, que no se duele por la absencia de la cosa deleitosa, como se suele doler y congoxar el destemplado. De donde viene que el destemplado, apeteciendo siempre, y faltándole algo, siempre está acompañado de dolor, mas el que es ageno de los deleites de todo género, porque es rara esta cosa y se aparta mucho de naturaleza, careció de nombre humano si no le queremos llamar insensible. Pero el temperante es el que se refrena de los deleites presentes, y los absentes no apetece, siguiendo solos aquellos que pertenecen a la salud del cuerpo, o no la contradizen. Finalmente abraza todos aquellos deleites que, guardada la virtud, no exceden las facultades.

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS