CAPÍTULO XXIII


De la virtud estimativa y de la memoria


Hay otra virtud que llaman estimativa, colocada en medio de la cabeza, la cual saca de las cosas que no se sienten otras que jamás entraron en el sentido, como son el odio, amor, deleite y otras semejantes. Y ansí la oveja, visto el lobo, concibe las enemistades destos dos géneros, y ve que debe huir. Pero porque no deseemos la presencia de las cosas que una vez supimos, puso naturaleza en la cabeza un lugar extremo, en que se guardasen como thesoro escondido las semejanzas de las cosas concebidas de la estimativa, porque como retiene las imaginaciones que recibe el sentido común la virtud imaginativa, así preserva y guarda la memoria las especies que la estimativa sacó. Pero porque distamos mucho los hombres del resto de los animales, solos nos podemos acordar de aquellas cosas cuyas semejanzas se nos pasaron de la memoria. Aína de que para reconocerse las cosas olvidadas hay necesidad de razón, y no siempre el que se acuerda de muchas cosas se acuerde fácilmente dellas. Pero, según la naturaleza de cada uno, se atribuyen diversamente las virtudes, y ansí porque lo seco suele embever y retener mucho, tienen los de seca complexión mejor memoria, y los de más cálida naturaleza se recuerdan más fácilmente, como se inquieran las cosas mejor con calor, el cual es muy movible. Floresce la memoria en los niños, aunque son húmidos, porque sólo atienden a una cosa. Pero para deprender es hábil el que es de cuerpo húmido, porque se imprime en la materia, que da fácilmente lugar la especie, sin trabajo. Los viejos son olvidadizos y acuérdanse con dificultad por ser impedidos del humor.

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS