CAPÍTULO XXIII


De la iris y corona


Así que la iris es una porción de círculo en la nube, que es en su media región pintada de diversos colores, cuando entre la nube y el sol están los ojos de los que la miran, a causa de que cuando la lumbre del sol o de alguna estrella se mezcla con opacidad al agua terrestre, es necesario se representen diversos colores, según la diversidad de la materia, porque aun los que son de flaca vista y echan a la candela lágrimas ven luego colores diversos. También los beodos, destilándoles humidad de los ojos y heridos de la luz, una cosa les parece dos, lo cual acontece también muchas vezes cuando mudamos de presto los ojos, y no dexamos representar la unidad de la especie ofrecida. Házense pues en la iris colores, pero intermedios y no extremos, porque la fuerza de la lumbre no dexa hazerse el color negro y la opacidad de la nube quita la blancura. Vense pues colores de cuatro géneros: el primero morado, el cual se ve en la parte más alta del arco, porque, como diste ésta del sol más que las otras, los rayos que en tal distancia se hazen más débiles, reflexados con mayor facilidad, hazen aquel color más ardiente. El segundo, o verde, de la afinidad del cual con el morado nace el tercero color de azafrán, y hay tanta subtileza en esta obra que los pintores esto sólo imitan con grande dificultad, y colócase en la segunda circunferencia porque los rayos más débiles, y de mediana potestad, hazen también medios colores. La señal de lo que acabamos de dezir es que adonde van derechos los rayos del sol, como sean valentísimos y penetren muy fuertemente, no hazen color vermejo ni morado sino blanco; porque de la manera que, puesta contra una pequeña lumbre una grande obscuridad, haze color negro, ansí, opuesta a una grande lumbre una pequeña obscuridad, engendra blancura, y ansí guardada la proporción se engendran de la misma manera los colores medios. Mas es necesario que la nube de la iris sea como rocío y acuosa, no de modo de granizo, porque esta tal dexarse ha penetrar de la vista, y será muy continuada en sus partes. Suele acontecer que resplandesce la iris en el mismo tiempo también en otra nube, mas ésta házese de la nube primera en la cual están los colores engendrados de la lumbre del sol; porque ésta echa unos rayos a la nube que se le pone delante y otros reverbera hazia nosotros. Difiere esta iris de la primera en tener colocados al contrario los colores, y esto acontece porque los rayos se reflexaron también al contrario de la nube que había recebido primero los colores, aunque los colores medios se están siempre puestos en el medio. Mas como la iris esté siempre derecha, cara el sol y la luna (porque también puede tener la luna su iris), es necesario que cuanto la iris sea baxa, tanto suba el sol del horizonte hazia arriba, formándose la iris cuando sale o cuando se pone el sol en figura de medio círculo, y si la tierra no lo estorvase a la vista se podría ver todo el círculo entero. Pero si el sol desmamparase el horizonte, levantándose o abaxándose, es cosa necesaria parezca menor que medio círculo. De donde viene que cada y cuando que el sol se levantare más que el semidiámetro de la iris, sea la iris prolongada y algunas vezes no se pueda ver, porque conocemos el semidiámetro de la iris por razón ser de longitud de cuarenta y dos partes y levántase el sol algo más. Dize Aristóteles poderse ver por el otoño el arco celeste a cualquier hora, pero en el estío no, así por ser el sol a mediodía rezísimo como porque la nube echa más derechamente sus rayos; pero en el otoño ni lo uno ni lo otro acontece, porque no arde entonces mucho tiempo el sol y mira también las nubes opuestas al través. Diximos hazerse esto en el otoño, mas hase de entender después del equinoccio, de lo cual se hablará más largamente en otra parte. La iris, cuando se ve hazia el occidente, conviene a saber, antes de mediodía, muestra estar gastada la materia de la lluvia, y si hazia el oriente, que es después de mediodía o por el mediodía, declara diminuir la lluvia, porque no parecen estar diminuidos los vapores.

Mas la corolla, que podríamos llamar aérea, o con nombre griego άλως, se engendra en la nube de la radiación de alguna estrella, que consta de vapor húmido y también delgado, y parece tener muchos colores, por ser varia la materia a que se contraponen los rayos del sol. Su forma es orbicular o redonda, porque representa la forma del sol, que también es redonda, pero acontece o serlo cuando el sol aún no huviere salido o se huviere desvanecido la nube, o no fuere por todas partes acuosa. Engéndrase la corona muy pocas vezes de las estrellas que fueren de muy grande o muy poca lumbre, por la cual se representa el sol mayor en la nube que es más espesa y mira al oriente, por reflexarse más reziamente los rayos, que no en el área o corona. Pareciendo la corona, si se viere crecer la materia de la nube, se significan lluvias; si se rompe una parte y queda otra, entendemos que han de correr vientos; si perturba en muchas partes con ímpetu, corre peligro a los que navegan, y si se deshaze poco a poco, muestra serenidad. Y quisieron ser tal la grandeza de la corona que su diámetro sea subduplo al diámetro de la iris, ansí que como la exhalación muy caliente y seca representa desde lexos, penetrando la más alta región, la forma de estrella encendida y figura sphérica, ansí el vapor fuerte, volando a lo sumo de la media región del aire, da forma de sol y haze parecer el círculo. Y vemos en el aire como en el agua sosegada una manera de varas largas; éstas estienden los vientos pequeños y los grandes las distraen al través. También parecen en la circunferencia del horizonte unos lincamientos prolongados, aunque tan anchos como largos. Porque se engaña la vista, moviendo los extremos en todas partes más los lados. Por lo cual los extremos siempre parecen más agudos, si no fuese estando sobre nosotros. Suelen parecer estas varas de otra manera, cuando, acostándose el sol a occidente, la nube que se le pone delante no es muy penetrada de sus rayos, y las líneas que llaman los griegos paralelas no pueden estar sobre el sol, porque las consume el sol, ni a par de la tierra, ni enfrente, antes por la mayor parte al lado, ni cercanas, ni distantes; de donde viene parecer algunas vezes tres soles, y házense principalmente del sol, no como las írides, las cuales se hazen también de otras causas. Y, por tanto, aquellos lincamientos que representan la claridad del sol, nascen con más facilidad estando el sol en occidente que no en oriente, porque por la mañana los vapores que quedaron de la noche impiden la claridad algo más que por la tarde, cuando han de estar consumidos; pero en el mediodía, ofuscados los ojos con los rayos, no pueden parecerse.

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS