CAPÍTULO DÉCIMO


De los meses noveno, décimo y undécimo


En el primer día de este mes, llamado Tlaxichinaco [SPR, I, 96. Tlaxochimaco. SPR, I, 97.], hacían sacrificios a Hoitzilopochtli, dios de la guerra, que consistían en banquetes, bailes y en ofrecerle las primeras flores.

El primer día del décimo mes, nombrado Xicot Huetzi, estaba dedicado a Xiuhteuhtli [Xocotl. Xiuhtecutli.], dios del fuego; se celebraba echando en una enorme pira un buen número [SPR, I, 98.] de esclavos, a los cuales todavía vivos se les arrastraba al altar de ese dios y se les arrancaba el corazón. El modo de [SPR, I, 169.] celebrar la fiesta era el siguiente: traían arrastrando de las selvas un árbol sumamente alto hasta el patio del templo donde lo levantaban después de haberle cortado todas las ramas. En seguida lo acostaban poco a poco para que no fuese a hacerse pedazos contra el suelo y, más tarde, atado con muchas cuerdas y adornado y vistoso por muchos papeles, clamando y gritando todos, lo levantaban de nuevo y lo afirmaban en un agujero en tierra. Hecho esto, los que iban a ofrecer esclavos vivos para que fueran quemados, se adornaban con varias plumas, caracolillos, flores y gargantillas de piedras preciosas; se teñían el cuerpo de amarillo, color peculiar del dios del fuego y consagrado a él, y así cantaban y bailaban, no sin gran concurrencia, hasta bien entrada la noche. A los cautivos los rociaban con el polvo de [Nota 287] yauhtlino, con el cual suele hacerse más embotado y más suave el sentido de la [SPR, I, 99.] muerte, y atados de manos y pies, se los ponían sobre los hombros y danzando al derredor de la pira los iban echando uno por uno en el fuego, pero antes de que exhalaran el alma con este género de muerte (como si se hubiera permitido que perecieran quemados por el fuego) arrancados a Vulcano, les sacaban el corazón para ofrecerlo al dios y así eran inmolados todos hasta el último. El ídolo de ese dios estaba fijado en la punta del árbol y concluidos los sacrificios arremetían en contra de él con gran ímpetu. Y todos aquellos que se distinguían por sus fuerzas y su velocidad eran considerados fortísimos y dignísimos; el que iba antes que todos y subía más ágilmente hasta el último penacho del árbol, echaba abajo el ídolo.

El undécimo mes se llamaba Ochpaniztli, en cuyo primer día se hacían sacrificios a la madre de los dioses llamada Tetehuinaotoci300 o Nuestra Abuela. Bailaban [Teteo innan o Toci.] en su honor en maravilloso silencio y sacrificaban una mujer vestida como esa diosa y adornada con otros ornamentos. Cinco días antes del principio de este mes cesaban todas las solemnidades y fiestas, y desde que comenzaba se hacían bates hasta el día octavo, pero todos en silencio y sin que se tocaran ningunos atabales o sonajas. 301 Concluido esto, la mujer que iba a ser inmolada, que decían ser la imagen de Diana, se adelantaba con las ceremonias del culto divino, llevando la cara y el hábito de esa diosa y acompañada de numerosa caterva de mujeres, especialmente de parteras y de titicis. Las cuales [SPR, I, 100.] divididas en dos batallones en campos opuestos, emprendían una batalla arrojándose bolas de pachtli y clavas entretejidas de nochtli302 y no cesaba el juego antes de que transcurrieran cuatro días. Después ponían gran cuidado en que la mujer consagrada a la diosa no se percatase de que tenía que morir, porque se tenía por malo y terrible agüero si la tristeza opacaba su rostro o si derramaba lágrimas. Ya llegada la noche en que tenía que ser inmolada, adornada con hermosas y muy preciosas vestiduras y peinada con gran cuidado, la conducían al templo en increíble silencio y con engaño, como si la fueran a entregar como mujer a alguno de los varones principales de la ciudad en vez de llevarla a la mesa mortal y al horrendo tálamo de Ditis, y allí acostada de espaldas sobre la espalda de alguno, se le cortaba la cabeza lo más rápidamente posible e inmediatamente [J. E. Nieremberg, 147, col. 2.] después se la desollaba. Al punto un joven robusto se vestía esa piel, el cual, acompañado de numerosa comitiva y con gran solemnidad, llevaban al templo de Hoitzilopochtli donde tenía que arrancar él mismo con sus propias uñas los corazones de cuatro cautivos y entregar los otros esclavos, que no eran pocos, al sacerdote para que [SPR, I, 100.] después fuesen inmolados. En el mismo mes el rey o el régulo de aquella ciudad o plaza en la que se habían celebrado los predichos sacrificios, hacía alarde de sus fuerzas militares, y escogía a aquellos que hasta ese tiempo nunca habían estado en la guerra y a los cuales asignaba armas y otros adornos militares y eran inscritos en el número de los atletas para que después cuando se presentase la ocasión estuvieran presentes en las batallas. Y se hacían [J. E. Nieremberg, 147, col. 2.] otras muchas cosas, las que como no parecen de gran importancia, y también en gracia de la brevedad, las pasaremos sin mencionar.303









300 El doctor Hernández ha hecho una sola palabra de tres palabras mexicanas y de la conjunción castellana o, a saber: Teteo innan o Toci. Teteo innan quiere decir madre de los dioses, y Toci, nuestra abuela.

301 sonalibus. Debe corresponder a un nominativo sonalis o sonale que no se halla. M. d’Arnis, col. 2076, trae: sonaglia con el significado de ’’campanilla’, y con el mismo sonaita y sonalha, y con el significado de “cascabel”, sonalium, pero el ablativo plural de este sería sonalis y no sonalibus. He traducido sonaja, pero puede significar cualquiera cosa que suene o haga ruido.

302 pachtlinis globulis, clavisve e nochtli contextis. Sahagún en el cap. XI del libro II (SPR, I, 100) dice: “peleaban apedreándose con pellas de pachtli y con hojas de tunas...” y en el capítulo XXX (Ibid, p. 176) explica: “se apedreaban con pellas de aquellas hilachas que nacen en los árboles, o con pellas hechas de hojas de espadañas y con hojas de tunas...” De lo que infiero que el pachtli es el parásito gris que vemos en los árboles de Chapultepec y que llamamos impropiamente heno, y nochtli, que es tuna según el mismo Sahagún, lib. XI, cap. VI, párrafo 9 (SPR, III, 228), ha sido tomado por el doctor Hernández por penca de nopal y traduce penca por clava, te.

303 El pasaje de la Historia naturae del P. Juan Eusebio Nieremberg, libro VIII, p. 147, col. 2, indica a mi modo de ver que tenía otro manuscrito el doctor Hernández diferente del que vengo traduciendo y más semejante a Sahagún, como se verá cotejando dicho pasaje con el de Sahagún, lib. II, cap. XXX (SPR, I, 171) donde se encuentra lo del “altabaque”, que el P. Nieremberg traduce por labrum, lebrillo. Y éste no es el único pasaje que parece demostrar lo que indico.

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS