CAPÍTULO DÉCIMO


De los sacerdotes mexicanos


Los mexicanos llaman a sus sacerdotes tlamacazque198 [SPR, I, 243-299.] o tlenamacaque199 y al mayor de todos, que era como sumo pontífice, achcauhtli.200 Aprenden y enseñan los arcanos [SPR, II, 219. SPR, II, 299-321. SPR, I, 291. SPR, II, 310.] de su religión de viva voz y por jeroglíficos, los que no se permiten revelar a los del pueblo ni a los profanos sin expiación y grave suplicio. A muchos de ellos no les está permitido casarse a causa de su dignidad, y si se les sorprende en relación con alguna mujer, son marcados con fuego y severamente castigados. Otros ni se cortan ni se peinan ni se lavan el cabello, y por eso andan con una cabeza inmunda y llena de asquerosos animales, pero se consideraban como de insigne santidad. Otros se lavaban la cabeza cuando se bañaban, lo cual era frecuentísimo, y por lo que resultaba que a pesar de que llevaran los cabellos muy largos, se veían limpios. Las vestiduras de los sacerdotes eran de algodón, blancas, estrechas y largas; llevaban un palio de tela atado con un nudo sobre el hombro derecho del cual pendían hilos de algodón como vello, y con orlas.201 En los días de fiesta se teñían de negro y, cuando lo mandaba el rito, imitaban con sus piernas, brazos y cara la forma de los cacodemonios a quienes servían. Desempeñaban el ministerio de Huiczilopochtli cinco mil hombres, pero no todos tocaban o manejaban los altares, la herramienta, los vasos y otros instrumentos dedicados a celebrar los sacrificios, como eran los braseros [SPR, I, 139] que contenían carbones encendidos.202 Éstos eran de diversos tamaños, algunos de oro, otros de plata, pero la mayor parte de barro cocido y de arcilla. Acercándoles algunos de ellos perfumaban las efigies, con otros se encendía el fuego; el cual nunca se permitía que se extinguiera, porque si así de casualidad sucedía, se consideraba de muy mal agüero y eran castigados severamente aquellos a cuyo cuidado estaba encenderlo y conservarlo, y así se consumía cada año, o más bien cada día, gran cantidad de leña. Se perfumaban también con los mismos a los varones próceres, las oblaciones y mil otras cosas semejantes. Perfumaban las estatuas con hierbas, flores, polvos y con varias lágrimas perfumadas de árboles y con goma de gratísimo olor, pero principalmente con incienso de la tierra, [SPR, I, 25 et passim.] que llaman copalli o tecopalli.203 Tenían también escalpelos de iztli [Nota 75] y navajas casi de nueve pulgadas, con las cuales se hacían incisiones, según el voto y el afecto de cada uno, en la lengua, los brazos, las piernas y otras partes del cuerpo. Tenían también púas de maguey204 con las cuales se punzaban y recibían la sangre en papeles y hojas de maguey o de caña. Tenían también [SPR, III, 136] pajas y astillas de caña, con cordelillos delgados, los cuales pasaban por la abertura de las heridas, ya sea que se perforaran las orejas, la lengua, los sexos o las manos. Además había entre la escalera y los altares una mesa de piedra fija al suelo sobre [SPR, I, 164.] la que extendían a los que iban a inmolar y con un cuchillo de iztli [Nota 75] que llaman técpatl,205 desnudado y cortado el cartílago del pecho, arrancaban el corazón para ofrecerlo inmediatamente a los dioses; recibían la sangre en unas calabazas y con unos plumeros de plumas rojas rociaban los ídolos. Barrían los templos y los lugares dedicados a los sacrificios con escobas de plumas, y aquel que barría nunca volvía la espalda a los ídolos, sino que hacía su trabajo retrocediendo. Con tan módico aparato aquellos hombres perdidos ejercían esa carnicería y mataban tan numerosas turbas de los suyos.









198 Varias citas en Sahagún, tanto de la palabra simple ut supra, como en composición. Acerca de ésta, véase SPR, I, 144. De la simple vemos (I, 243) que se trata de sacerdotes jóvenes del calmecac; en I, 299, están los sacerdotes por sus jerarquías. En II, 219, se ve que la palabra se aplicaba también a mujeres.

199 En SPR, II, 299, en las jerarquías de sacerdotes: Tlenamacac. En II, 321: Tlenamacazque.

200 SPR, I, 291: “O elegíanle por achcauhtli, que era como ahora alguacil y tenía”, etc. Tomo II, 310.

201 En latín limbis. Limbus puede también significar cinturón.

202 Qualia erant ursa {por urcea} quibus incensos carbones continerent. SPR, tomo I, 139: “Todos llevaban braseros, y en el cu encendían lumbre y hacían brasa; llevaban también copalli y sus incensarios de barro como cazos, agujerados y muy labrados, que ellos llaman tlemaitl”

203 SPR, tomo I, 25: “...e incienso blanco, que llaman copalli, y leña para el fuego en que se había de quemar el copalli”. Ibid., 26: “...y luego echaban copalli en el fuego, que era otro fundamento cerca de decir la verdad”. Ib., 139: “llevaban también copal de todas las maneras”. Ib., 230, último párrafo, y 231, se describe con pormenores el uso del copal. Ib., 344: “Los pobres ofrecían un incienso que llaman copalxalli’’. Tomo II, 72: “Tláloc, señor del incien;o o copal”. Tecopalli no lo encuentro en Sahagún.

204 SPR, tomo III, 136: “que es metl por el maguey”.

205 SPR, tomo I, 164: “... el segundo se llama técpatl, que quiere decir pedernal”. Es de notarse que el doctor Hernández acentúa la palabra tal como la reproducimos, como otras varias voces náhuas. Así lo trae SPR, pero no sé si será la ortografía propia de Sahagún, o si estará modernizada.

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS