CAPÍTULO NOVENO


Del templo de los mexicanos y del xerolofo [Nota 81]


Los templos eran llamados por aquella gente [SPR, I, 86] tehucálli188 o sea moradas de los dioses. Eran numerosísimos en México y cada uno daba servicio a su propio barrio, {de los que no había ninguno} sin oratorios o altares, habitáculos o sedes de los ídolos, en que estuvieran colocadas las imágenes torpísimas y deformes de dioses inmundos. Se sepultaban en ellos los señores a cuyas expensas habían sido fundados, porque los demás eran enterrados en los pavimentos, atrios y patios.189 Describiremos la estructura del templo mayor, para que así venga a la vista la fábrica de todos los demás. Era un cuadrado cuyos ángulos distaban casi quinientos pasos uno del otro, rodeado de un muro de piedra que se abría por sólo cuatro puertas a las vías públicas de la ciudad. Casi la mitad del pavimento de este espacio era un aplanado sólido de tierra y piedra y, como el patio mismo, un cuadrado de cincuenta ulnas190 de lado. De allí se levantaba una construcción, que se atenuaba poco a poco a modo de pirámide y concluía en una [Nota 190]azotea cuadrada de ocho o diez ulnas por lado, a la cual se subía por la parte del ocaso por ciento trece escalones, muy hermosos a la vista y fabricados con un género de piedra digno de verse: destinados principalmente a los sacerdotes que bajaban y subían con pompa o que llevaban algún hombre para ser inmolado. En la parte más alta se veían dos aras de cinco palmos de longitud y separadas una de la otra, una a la derecha y la otra a la izquierda y tan cerca de la orilla posterior de la azotea que apenas pudiera alguien pasar por detrás de ellas.

Rodeado de un muro de piedra de apariencia monstruosa por las horribles esculturas, estaba cada uno de los altares dentro de un curioso y elegante oratorio de bóvedas de madera artesonadas y construidas con todo primor, sobre las que había tres bóvedas de mayor a menor, en gracia de las cuales se levantaba la mole hasta una altura increíble sobre la pirámide y se erguía en alta y hermosa torre. Desde ahí se podía ver en uno y otro sentido toda la ciudad, el lago, y en él las ciudades y los pueblos a lo lejos y nada más hermoso podía presentarse a la vista. Entre el último escalón y los altares se extendía la plazoleta o azotea donde tenían lugar las acostumbradas ceremonias del sacrificio, sin ningún impedimento por parte de los presentes de alguna u otra cosa. Todo el pueblo con los ojos vueltos al oriente y (según parecía) atentos los ánimos,191 oraba suplicante. Sobre cada altar se veía una estatua de uno de los dioses máximos. Además de las torres, construidas sobre los oratorios que estaban sobre la pirámide, se divisaban otras cuarenta o más, diferentes en altura y cerca de otros templos menores que rodeaban el mayor; de cualquier192 forma que constaran,193 no sólo veían al oriente, sino a varias regiones del cielo y esto no sin razón, sino para que pareciera que en algo se diferenciaban del templo mayor. Y éstos o eran del mismo tamaño o se consagraban a los mismos dioses (?).Uno de ellos era cónico y dedicado al Dios de los Vientos, que llaman Quetzalcoatl, que rige el movimiento de los vientos, remolinos y torbellinos. Su entrada o puerta [SPR, I, 17 et passim.] era semejante a la boca y fauces de un gran dragón, en la cual estaban esculpidas imágenes hórridas y deformes, y los dientes caninos y los otros menores aparecían de tanta magnitud y deformidad que infundían horror en los que entraban. Había otros templos que presentaban libre acceso por todas partes por la disposición de sus escaleras; otros que junto a cada uno de sus ángulos tenían pequeñas capillas. En verdad, todos {estos templos} estaban dotados de casas, de dioses particulares y de sacerdotes dedicados al culto de éstos.194 Junto a cada una de las puertas del patio del templo mayor había un amplio edificio y otros menores con muchos almacenes agrupados al derredor y llenos de armas; porque en verdad eran casas públicas y comunes y toda la fuerza de las ciudades dependía de los templos. Había también otros tres edificios con pisos y techos de madera, grandes y amplios, con paredes de piedra pintada, llenos de estatuas y de pinturas y con muchos oratorios y celdas con pequeñas puertas, muy tenebrosos porque admitían la menos luz posible. Allí se colocaban innumerables géneros de ídolos, grandes, pequeños y medianos, fabricados de varias materias, chorreando todos sangre humana y el crúor de los inmolados, negro y hórrido. ¡Qué digo, si hasta las paredes estaban cubiertas con una costra de dos dedos de grueso y los pavimentos con otra de nueve pulgadas, vestigio de matanza humana, despojos amplísimos de los dioses y adorno admirable de los templos! Y todos los días entraban allí los sacerdotes y se regocijaban de encontrarse en esa inmundicia y pestilencia, y de aspirar el olor ingrato de la sangre humana. Y no a todos se permitía la entrada, sino sólo a los señores y a los proceres, con la condición de que ofrecieran un esclavo para ser inmolado a los dioses. El resto del espacio lo ocupan un estanque de agua dulce, los aviarios y los huertos sembrados con hierbas y árboles cargados de flores de gratísimo olor. Tal y tan grande era el templo mexicano de Vitzilopuchtli consagrado a los dioses falsos. En él habitaban más o menos cinco mil sacerdotes {y} otros {encargados de los} bienes de los execrados edificios.195 Son en verdad riquísimos y tienen muchos ciudadanos a quienes incumbe restaurar los techos destruidos y componerlos y suministrar carne, cereales de todo género, pescado, leña y las otras cosas necesarias a la vida. Desde el templo mayor se podía ver una especie de teatro, conspicuo por dos torres de cuyos techos y bóvedas colgaban, cuando por primera vez se presentaron los españoles en esos lugares, ciento treinta y seis mil calaveras, además de otras innumerables incrustadas en las paredes y torres, como si fueran piedras, todas de hombres inmolados a los feos demonios: a tal punto codician y ambicionan éstos la sangre humana y la honra debida al Sumo Autor de las cosas. Atroz y miserable espectáculo, pero muy propio de la miseria y fragilidad humanas, y conveniente a ellas, que deben contemplarse aquí como en imagen.196 197









188 Véase SPR, I, nota 1 de la p. 86.

189 Véase libro I, capítulo XV de esta obra.

190 ulnas. Esta palabra latina puede significar “codo” o “braza”. La diferencia es muy grande, pues el codo se puede estimar en cincuenta centímetros y la braza en dos metros. Hay que hacer los cálculos refiriéndolos a los “pasos” citados anteriormente y comparar con las descripciones del templo mayor de otros autores.

191 Grafía ais que considero equivalente a animis.

192 Grafía qIz: según Millares Cario, op. cit., p. 123, lámina IX-5, corresponde a quaelibet.

193 Grafía sih que no entiendo, podría ser sibi; constare sibi es usual pero no encaja muy bien aquí. Véase nota 277 por la grafía.

194 verum omnia domos sortiebantur, privatosque déos nec non et sacerdotes dicatos eorum cultui. Fundado en lo que precede a este párrafo, he tomado omnia como concordando con templo suplido, pero no estoy seguro. Omnia puede ser un neutro colectivo: todo, todos los lugares.

195 alii execratarum aedium censibus. La palabra alii más bien parece alti en el original y así lee Jesús Gómez, pero como no hace sentido, propongo leer alii.

196 Hay que comparar esta descripción del teocalli mayor y la del tzompantli con las de otros y en primer lugar con la de Sahagún.

197 Don José Fernando Ramírez, edición Agüeros, 1898, tomo II, Adiciones a la Biblioteca de Beristáin (núm. 16 de la Biblioteca de Autores Mexicanos). En la p. 247 empieza el estudio sobre el doctor Francisco Hernández; en la p. 357, “Escritos inéditos”; con el núm. 14 en la p. 362 hay unos “Apuntes saca dos de un ms. histórico del Dr. Francisco Hernández, relacionado con la Historia de fray Bernardino de Sahagún”, el cual es el ms. materia de esta traducción. En la p. 369 comienzan unas notas que reproduzco, cada una en su lugar, porque la obra del señor Ramírez no es muy fácil de conseguir.

Nota del señor doctor José Fernando Ramírez, op. cit., p. 369: “En el cap. 9<? del libro 2P destinado a la descripción del templo mexicano, no se encuentra la enumeración de los edificios que contenía, y parece ser un muy sucinto extracto de la que se ve en la Historia natura máxime peregrina {lib. VIII, cap. XXII, p. 142, col. 1a, Ed. Plantina, Amberes, 1635} del P. Nieremberg quien dice copió del doctor Hernández. Ésta es una simple traducción latina de la relación que hace Sahagún.”

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS