CAPÍTULO QUINTO


Con qué lo deleitaban a la hora de comer


Quitadas las mesas e idos todos, se permitía a los litigantes presentársele, pero con los pies desnudos, exceptuados algunos varones principales, como eran los reyes texcoquenses, tlacopanenses y otros, muy pocos, ligados con él por la amistad o por próximo parentesco de sangre o así honrados por su valor en la guerra, a los cuales se permitía entrar calzados, pero, sin embargo, por reverencia al rey se cubrían de vestiduras viles y aun cuando se les permitiera cuando hacía frío cubrirse con vestiduras preciosas, se les exigía que ocultasen éstas con otras de menos precio. Saludaban suplicantes al rey, doblando las rodillas tres o cuatro veces, con los ojos bajos y sin ver nunca al señor. Le hablaban hincados de rodillas y como retrocediendo y el rey respondía en voz baja y grave y en muy pocas palabras. Esto no rezaba con todos ni siempre, porque otros, que eran sus secretarios o consejeros, a veces aclaraban con mayor número de palabras cuál era la opinión del rey acerca de ese negocio. Y después salían retrocediendo, porque volver la espalda al rey se consideraba absurdo e incivil. Concluidos los negocios, esparcía su ánimo oyendo conciertos musicales y poemas, en los cuales se cantaban las guerras y las hazañas de los mayores, pero sin guardar ninguna medida de sílabas ni ninguna conexión de pies o equilibrio, sino compuestas en prosa. Se divertía también con los donaires de algunos de sus bufones o de hombres mordaces, con los cuales Motecçuma mientras duró su imperio se deleitaba de modo extraordinario. También a veces se presentaban jóvenes que arrojaban a lo alto y recibían de nuevo, dándole vueltas con admirable velocidad, un madero cilíndrico, pulido y muy pesado, manejándolo con los pies, las rodillas y las corvas, de manera increíble y haciéndolo girar, en lo cual los nuestros con las manos mismas y ejercitados durante largo tiempo en ello, apenas los aventajarían. También le agradaba ver a un hombre de pie sobre los hombros de otro y un tercero sobre los del segundo, quien después de haber ascendido a esa altura, saltaba y bailaba con varios movimientos con tanta velocidad como si estuviese en suelo muy parejo.157 Observaba también el juego patoliztli158 que se jugaba con frijoles y habas [SPR, II, 298, 320.] que tenían que ser colocadas en cierta manera, llamadas patolli y distinguidas por ciertas líneas a la manera de nuestros dados. Y no raras veces se trasladaban al tlachtli159 donde jugaban los indios con la [SPR, II, 297-320.] pelota llamada ullamaliztli,160 la que solía fabricarse de la goma ólli, de la cual hemos hablado entre las plantas, como de lágrimas de ellas o de licor que fluye espontáneamente. Esta pelota es dura y pesada, pero rebota con tal velocidad e ímpetu para arriba y al través, que supera en mucho a las nuestras más grandes que se llaman “evento”.161 Impelen las pelotas con varias partes del cuerpo y se devuelven por los que guardan el lugar opuesto y no se permite tocarlas con las manos. A veces por convenio de ambas partes, no se permite tocarlas más que con la nalga y sólo al primero, segundo o tercer bote. Eran vencedores los que la hacían pasar por un agujero muy angosto por donde apenas cabía la pelota. No me parece162 que deba seguir contando con mayor detalle las demás cosas que pertenecen a este juego, cuando han sido escritas por algunos antes que yo, e investigadas y anotadas, tanto en la Nueva como en la Vieja España, por muchos,163 pero opino que no deba callar que en aquellos tiempos le era permitido a los mexicanos apostarse ellos mismos, no sólo en el juego sino en otras muchas ocasiones. Y que se encontraban por todas partes (tanta es la vileza de algunos ánimos) a quienes, perdida la apuesta, pasaran la vida con menoscabo y pérdida de la por demás cara libertad, en perpetua servidumbre con poco o ningún pesar. Había otro género de diversión de la cual gustaban no poco Motecçuma y toda la ciudad; para la cual se reunían algunos miles de hombres, y a veces entre ellos el mismo máximo rey, junto al templo de Hoitzilopochtli o en las plazas cerca de palacio, adornados con pieles de aves y de fieras y de algunos cuadrúpedos, y con collares y ramilletes de flores o de hojas; lo que llamaban nitoteliztli o baile, de lo cual dentro de poco diremos algo más. Solían también proponer algunos premios para aquellos que más velozmente llegasen a lugares a veces distantes sesenta millas y a veces más, y regresasen más pronto; lo cual se acostumbraba hacer la mayor parte de las veces en tiempo increíblemente corto.









157 Acróbatas. En la edición Ackerman de la traducción castellana de Clavijero (q. v.) hay unas estampas que representan las escenas descritas arriba.

158 Sahagún, patolli. Véase SPR, II, 298, 320.

159 La descripción del juego se halla en Sahagún, II, 297, 320.

160 No encuentro en Sahagún la palabra tal cual, ni maliztli (véase alibi). Ulli. Hay muchas referencias en Sahagún, sobre todo como ofrenda a los dioses y como medicina. Respecto de las pelotas, véase II, 297, y III, 70, 222. Véase también el libro del doctor Hernández sobre plantas donde se encuentra el olli, como él dice en este pasaje. Véase nota 27 de W. Jiménez Moreno a su Introducción a Sahagún (ed. Pedro Robredo,I, LIX).

161 Así lee Jesús Gómez. No encuentro en los diccionarios que tengo aquí la palabra castellana con significado de pelota. Tal vez haya que leer e vento y signifique que la pelota deriva su nombre del viento, tal vez porque estuviera llena de él o por su velocidad.

162 En el original libz que interpreto libet de acuerdo con Millares Cario, op. cit., p. 138, col. 2, in fine. Véase nota 228.

163 Aquí el doctor Hernández se refiere sin duda a sus fuentes.

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS