CAPÍTULO TERCERO


De la comida privada del rey y de su recorrido por la ciudad


Al mediodía en punto, al tocar un atambor muy grande que llaman teponaztli,150 junto al templo de Hoitzilopochtli, era frecuente y acostumbrado poner las mesas dentro de la cámara real, cargadas con muchos manjares. Las ponían las concubinas, que solas con algunos de la familia del rey asistían a la comida predicha. Cuando había saciado su hambre y se habían quitado las mesas, bromeaba plácidamente con un truhán cuyos dichos salados lo movían a risa, hasta que se anunciaba que ya era llegado el tiempo de la comida pública, cuyos manjares condimentaban los mayordomos, y entonces se dirigía a un cenáculo amplísimo adonde encontraba las viandas puestas sobre las mesas y a algunos de los sacerdotes que acostumbraban estar presentes a la cena, llevando carbones y dirigiendo hacia el cielo el humo del copal. Entonces tomaba algunos bocados de las angarillas más próximas y, vuelto hacia los cuatro vientos, los arrojaba e inmediatamente algunos de los maestresalas repartía toda aquella comida entre los varones principales y los pobres que había en la [SPR, II, 306, 307.] ciudad.151 En cuanto concluía la cena volvía el rey a su cámara, donde permanecía hasta que tuviera que oír los negocios (lo cual sólo se hacía en ciertos días señalados) y ya cayendo la tarde salía al público. Cuando tenía que salir por la ciudad, el día anterior se anunciaba con un pregón, no a fe mía por otro motivo, sino para que pudiera hacer bien a sus súbditos y aliviara la inopia de los pobres y para que constare a todos que el rey vivía. Lo precedían más de diez mil hombres, tanto de los proceres de la ciudad como de aquellos que venían en grupos a la ciudad regia en tiempos establecidos del año de todas las provincias del imperio. Éstos marchaban en orden distantes del rey un largo intervalo. Y mientras andaba, hablaba con algún señor que le fuera muy querido y llevaba en la [SPR, II, 297] mano un junco marino.152 Nadie atravesaba la vía por reverencia al rey, aun cuando a cuantos pobres estaban presentes les era permitido saludarle y ofrecerle pequeños presentes, por los cuales recibían la mayor parte de las veces premio opimo. Y si de casualidad o por fortuna encontrase casas que él mismo había mandado destruir, o algunas estructuras de la ciudad ruinosas y que la deformaban, inmediatamente eran reparadas por su orden y cuando la dilación era mayor, al día siguiente ya estaban reconstruidas.









150 Numerosas referencias en Sahagún de las cuales las siguientes son notables: SPR, tomo I, 30, 164, 179 y 197; tomo II, 318; tomo III, 222.

151 Sahagún: SPR, tomo II, último párrafo de la p. 306 y p. 307. Es el último párrafo del capítulo XIII del libro VIII: “De la comida que usaban los señores” y ese párrafo describe cómo se servía la comida.

152 “Cuando los señores salían de su casa y se iban a recrear, llevaban una cañita en la mano y movíanla al compás de lo que iban hablando con los principales.” Sahagún, lIb. VIII, capítulo X initio (SPR, Π, 297).

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS