CAPÍTULO VIGESIMOQUINTO


De la naturaleza, costumbres y vestidos de los mexicanos


Son de mediana estatura, de color rojizo, ojos grandes, ancha frente, narices muy abiertas, nuca plana, pero ésta se debe a la industria de los padres; cabellos negros, grasosos, flexibles y largos y aquellas partes que suelen ser cubiertas con pelo, en gran parte poco vellosas o [CM, III, 306] completamente lampiñas. Sucede que se vean nacer algunos de ellos con niveo candor {albinos}, pero éstos son monstruosos, así como aquellos que frecuentemente nacen entre los españoles. Tiñen sus cuerpos con varios colores, principalmente cuando van a pelear o ejercitarse en la danza, entonces cubren también los brazos, la cabeza y los muslos con plumas, con escamas de peces, con cueros de fieras y pieles de tigres o de otros cuadrúpedos de la misma clase, o volátiles. Se agujeran las orejas y los cartílagos de las narices, la barba y los labios, incrustando en el cuerpo gemas, oro o plata, uñas y picos de águila y otros los dientes mayores de los animales o las espinas de los peces mayores. Los señores y los más ricos llevaban todas estas cosas o de piedras preciosas o de oro, pero imitando sin embargo las varias formas de las cosas antedichas, con las cuales, [CM, III, 307] juzgaban que los enemigos serían aterrorizados y ellos serían tenidos por más feroces. Usaban suelas para proteger las plantas de los pies. Se cubren las partes vergonzosas y el ano con el llamado maxtle, y por lo demás van desnudos, pero con un lienzo que imita la capa de nuestra gente, ligado sobre el hombro derecho con un nudo, no de otro modo que suelen hacerlo las mujeres que los nuestros llaman egipcias {gitanas} y que vagan por las Españas. Era costumbre de los más ricos, sobre todo en los días festivos, cubrirse con numerosos paños de varios colores, mientras que los demás días iban casi desnudos. Gimo dijimos, a los veinte años se casan, pero los de Pánuco persisten en el celibato hasta los cuarenta. Está permitido repudiar a las mujeres, pero no sin legítima causa. Padecen mucho de celos, y por consiguiente suelen azotarlas con frecuencia. Van desarmados, a no ser que se prepare una guerra, y entonces a aquellos que fueron afectados por alguna injuria se les permite provocar al rival. Los chichimecas no admiten mercaderes extranjeros, los otros en su mayor parte usan del comercio. Son mendacísimos y ladroncísimos y por esta causa las compraventas suelen celebrarse entre ellos pagando al contado los importes, y con las cosas de que se hace mutuación, presentes. Soportan muy mal el hambre y el trabajo, a pesar de que en otras partes vivan tan sólo de tortillas preparadas con maíz y con chile. Son dóciles y de tolerancia insigne por lo cual se destacan en muchas artes, como ya se dijo, aun sin la disciplina de los maestros. Son dulces aduladores, y obedientes cuando se les obliga por la fuerza y por el miedo. Obedecen sobre todo a los reyes y a los señores, lo cual parece provenir de pusilanimidad. Son sumamente religiosos, pero matadores y devoradores de hombres. Se dan a la lujuria aun cuando sea masculina, y ni se avergüenzan de tan portentosa libídine ni castigan un crimen tan grande. Tienen fe en los augurios y en los sortilegios y creen que se puede conocer lo futuro y veneran a los adivinadores, a los que creen poder interrogar de lo dudoso, cuando no hay nadie más que el Dios sumo que pueda dar juicio cierto y verdadero de lo futuro. Las mujeres emulan con gusto [CM, III, 308] el color y el gesto de sus maridos. No usan zapatos, contentas con las nahoas y el cueitl [Nota 26.] tan sólo.127 Se dejan crecer los cabellos, los que acostumbran ennegrecer con cierto género de lodo128 en gracia de la pulcritud y para extinguir unos feos animales que nacen en la cabeza, con los cuales a veces suciamente se alimentan y los engordan en la cabeza.129 Las casadas se enredan los cabellos alderredor de la cabeza y los ligan con un nudo en la frente; pero las vírgenes y solteras los llevan sueltos por atrás y por el frente. Se dice que usan como medicamento, con el cual arrancan los pelos, principalmente los más largos, y les impiden renacer, estiércol de hormigas untado, según he oído decir, pero se dejan el pelo de los párpados y de las cejas. Creen que es cosa bella tener las frentes pequeñas y cubiertas con los cabellos y casi ninguna nuca, la cual, para que puedan llevar carga, se le aplanan por las parteras en cuanto ven la primera luz, porque entonces la calavera es muy tierna y esa figura se conserva por los recién nacidos acostados en sus cunas. Se casan cuando sólo tienen diez años y son propensísimas a la lujuria. Paren cuando aún son de muy tierna edad, y tratan de tener los pechos muy grandes y colgantes, con lo que consiguen que los hijos puestos sobre los hombros puedan mamar con facilidad la mayor parte del tiempo. Se limpian y suavizan la cara y así creen que logran concillarse la [SPR, III, 225: “tecotzápotl”] hermosura y la gracia. Esto se hace con leche de la semilla del tecontzapotl el cual los haitianos llaman “mamey” y de esta manera también ahuyentan los moscos, con los cuales no pocas naciones de la Nueva España se ven cruelmente infestadas. Se [CM, III, 308] curan unos a otros con yerbas y no completamente sin maleficios y sin implorar la ayuda de los demonios, por lo cual sucede, y no una vez, que aborten secretamente. Por lo demás son de firme cabeza, quizás porque siempre la llevan descubierta al cielo y la lavan frecuentemente con agua fría, esto a menudo durante los baños calientes, [Nota 66] lo que a otros suele ser pernicioso. [CM, III, 309] No se dan al trabajo sino obligadas y compelidas; rara vez toman parte en las danzas, y solamente si se los manda el rey o lo exige la religión. No tienen afición al vino y, como acontece en otras naciones, son más temperantes que los hombres. Con una mano tienen el algodón y con la otra el uso, el cual, apoyado en un vasito muy poco excavado alderredor de la cúspide, hacen rotar con gran industria y celeridad, frotándose tres dedos de la diestra frecuentemente con el polvo cicatl130 para que suavizados atenúen mejor el algodón en hilos con los cuales suelen coser y tejer mantos y muchas otras clases de vestidos.








127 En latín: ...nahois ac Cueitl tantum contenti. La palabra nahois ocurre de nuevo en p. 95, col, 2: “nahoas”. No sé lo que será, tal vez naguas. Véase Sahagún,, SPR, 1,195, línea 7 de abajo arriba: Cueitl, véase nota 26. contenti creo que debía ser contentae femenino, para concertar con mujeres.

128 Sahagún, op. cit., II, pp. 313 y 314: “Usan también las mujeres teñir los cabellos con lodo prieto...Véase ese pasaje para lo concerniente a lo del peinado que sigue en el texto. Véase también III, 75: ‘Tos que embarran la cabeza.”

129 quibus interdum foedissime vescuntur... Para estar seguros de esta inmunda e increíble práctica de comerse los piojos, véase infra, p. 96, col. 2. No parece posible que en el año en que el doctor Hernández vio el mercado de TCatelolco, que sería el de 1574, se vendieran aún piojos para comer. Es cierto que hasta el día de hoy se venden xumiles, o sea la chinche de árbol, para el mismo fin.

Entre líneas: ...ipsique in capili roborant; capiti, como abl. de caput se encuentra alguna vez, véase Catulo, 68, 124. Roboro es activo, cf. educata hujus nutrimentis eloquentia ipsa se postea colorat et roborat (Cic, Or. 13, 42). Véase lo que dice López de Gomara en La Conquista de México, vol. II, p. 310: “No quieren carnero ni cabrón porque les hiede; cosa de notar, comiendo cuantas cosas vivas hay, y aun sus mesmos piojos, que es grandísimo asco. Unos dicen que los comen por sanidad; otros que por gula; otros que por limpieza, creyendo ser más Empio comerlos que matarlos entre las uñas”.

130 No lo encuentro en Sahagún. Para lo demás del arte de tejer, véase Sahagún XVI, cap. xxxvij, (SPR, II, p. 212, líneas 15 ss.) donde se menciona el vasito. “Hilanderas”: lib. X, cap. XIV (SPR, III, 45).

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS