CAPITULO VIGESIMOTERCERO


Del clima de la ciudad de México


En mi opinión la ciudad de México tiene un clima intermedio entre frío y caliente, pero un poco húmedo debido a la laguna. Ni durante el invierno se ven obligados los habitantes a recurrir al fuego, ni durante el estío son molestados por el calor, y basta con que se acojan a lugares expuestos al sol si tienen frío, y si tienen más calor del necesario, aun en medio del verano, con que eviten sus rayos. En mayo empiezan las lluvias y duran hasta septiembre; la temperatura en esos meses corresponde a nuestra primavera; entonces casi todas las plantas florecen y dan fruto. Los cuatro meses siguientes se inclinan algo a lo frío, desde febrero hasta mayo crece poco a poco el calor como en tiempo estivo. El cielo es salubre en gran parte, pero debido a la humedad lacustre, como dijimos brevemente, a veces predomina la podredumbre. Los llamados “puntos o exantemas”,118 que suelen acompañar a las fiebres, son peculiares de esta ciudad. A veces son superados por la fuerza intacta de los enfermos, si les atiende un médico perito y asiduo. Además, el dolor de costado, grave en verdad en esta región, las infecciones de los riñones y de la vejiga, la disentería y la diarrea son allí generalmente mortales. Los alimentos son más húmedos y copiosos que agradables al gusto, aun cuando gustan a aquellos que se han acostumbrado. Los frutos del estío, tanto indígenas como los de nosotros, se sirven en las mesas casi durante todo el discurso del año porque abundan. Apenas hay en el orbe una ciudad que por la copia de los alimentos (para no hablar del oro, de las piedras preciosas y de la plata, y por la abundancia de los mercados y del suelo) pueda ser comparada a México. ¿Qué más? Dirías estar en un suelo ubérrimo y fertilísimo, de tal manera brillan y abundan todas las cosas, con penuria de nada y con fertilidad y abundancia de todo. Los caballos, las casas, los caminos públicos, los caballeros y todo lo que si se enumera en lengua española empieza por la letra c (lo que entre ellos ha pasado a proverbio) son hermosísimos.119 Si vivieras en México podrías, movido por la naturaleza, echar de menos solamente el suelo patrio y natal y la abundancia de tu gente y, si hemos de hablar con libertad, las inteligencias superiores de los españoles. Los indios son en su mayor parte débiles, tímidos, mendaces, viven día a día, son perezosos, dados al vino y a la ebriedad, y sólo en parte piadosos. ¡Que Dios lo remedie! Pero son de naturaleza flemática y de paciencia insigne, lo que hace que aprendan artes aun sumamente difíciles y no intentadas por los nuestros, y que sin ayuda de maestros imiten preciosa y exquisitamente cualquiera obra. Pero ni las plantas echan profundas raíces, ni cualquiera es de ánimo constante y fuerte, y los hombres que nacen en estos días y que a su vez empiezan a ocupar estas regiones, ya sea que deriven su nacimiento únicamente de españoles o ya sea que nazcan de progenitores de diversas naciones, ojalá que, obedientes al cielo, no degeneren hasta adoptar las costumbres de los indios. Pero divagamos. Los que han salido de cualquiera enfermedad convalecen con dificultad. En el estío comienzan las lluvias y en el tiempo sereno de los vientos, principalmente de los boreales, adquiere vigor el campo. La riqueza del trigo indio y del nuestro, de legumbres y de otros cereales es inagotable. Es de admirar que en un intervalo de tres millas se encuentren tantas temperaturas diferentes; aquí te hielas y allá te quemas; no por razón del cielo, sino de la situación y de los valles, a los cuales toca en suerte un cielo muy adecuado, casi templado. Por lo que resulta que estas regiones producen dos cosechas anuales y hasta tres, porque en el mismo tiempo que aquí domina el frío, allá el calor está en vigor y en otra parte una temperatura primaveral acaricia a los hombres y a los otros seres vivientes y hay donde esto mismo pase a un tiempo, si la región es de riego y un cielo perpetuamente blando la entibia. ¿Qué diré de las admirables naturalezas de tantas plantas, animales y minerales; de tantas diferencias de idiomas, mexicano, tezcoquense, otomite, tlaxcalteco, quexteco, michoacano, chichimeca120 y otros muchos que apenas pueden ser enumerados y que varían con brevísimos intervalos de terreno; de tantas costumbres y ritos de los hombres, de tantos vestidos con los que se cubren y modos y maneras de otros ornamentos, que apenas pudiera seguirlos la inteligencia humana aun cuando hubiéramos proporcionado cuanta ayuda hubiéramos podido para que, de cualquier modo, se pusieran bajo los ojos de los ausentes, cuando la verdadera imagen sólo puede ser comprendida por los presentes por la experiencia misma y como lo mismo son ofrecer y representar?121








118 puncta, exanthemave. Puncta, en el sentido de erupción, no parece ser clásico. Véase Du Cange. Se trata seguramente del tifo exantemático.

119 El texto latino dice: equi, domus, viae publicae ac infantes, etc. El buen doctor empezó por incluir “Lteminae” {por feminae} en su enumeración, pero no encontrando palabra castellana que empiece por c para traducirla, la tachó. De las primeras tres palabras fácilmente se encuentra equivalencia en castellano que empiece con c, pero de la última, infantes, no me ocurre más que “caballero”. La palabra está clarísima en el texto. Infans en el sentido de infante, príncipe o soldado de infantería es de muy bajo latín (véase Du Cange). En la lengua clásica sólo significa quien no puede hablar (infor), y por consiguiente, niño. En cuanto al proverbio no lo conozco.

120 De las lenguas enumeradas tengo entendido que la tetzcoquense y la tlaxcalteca son lo mismo que el mexicano. La quexteca supongo que es huasteca; véase a este respecto “Perspectivas” emanadas del vocablo “huasteca” por Enrique Juan Palacios, apud Los mayas antiguos, Monografías de Arqueología, Etnografía y Lingüística Mayas, coleccionadas por César Lizardi Ramos, El Colegio de México, 1941. El chichimeca creo que también es mexicano.

121 Quid memorem tot ... et aliorum ornamentorum modos, quot vix exequi humanus queat animus. Etsi quantum potuimus adhibuerimus operam, ut absentium, quoquo modo fieri posset, ponerentur sub oculos, quando vera corum image solis queat {presentibus {praesentibusf, experimento ipso comprehends, arque} ut eadem sunt offerri, at que representan {repraesentari}.

Este es un pasaje difícil, probablemente corrupto al final. Mi traducción es literal y el sentido está confuso. Creo que lo que el doctor Hernández ha querido decir es que a pesar de sus esfuerzos para llevar al ánimo de los ausentes, ya sea por medio de la descripción escrita, ya sea por medio del dibujo, la apariencia de las cosas que ha enunciado, no puede obtenerse el mismo resultado que si las vieran por experiencia propia como las ven los presentes. La última frase está especialmente oscura desde atque ut eadem sunt... hasta el final. Tal vez toma offerri por referir de palabra como en ...ut ne criminibus aut inferendis delectetur, aut credat oblatis (Cic., De amicitia, XVIII, 65) que don Agustín Millares Cario (Antología latina, 29 edición, México, 1941, p. 153) traduce: “que ni se deleite en levantar acusaciones ni dé crédito a las que le cuenten”. Y repraesentare por pintar, esculpir, dibujar como en Niceratus repraesentavit Alcibiadem. Plin., 34, 8, 19, párrafo 88.

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS