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de pie, de izquierda a derecha


HENRIQUE GONZÁLEZ CASANOVA


WIGBERTO JIMÉNEZ MORENO


ROBERTO J. WEITLANER


SAMUEL FASTLICHT


ÁNGEL MARÍA GARIBAY


GERMÁN SOMOLINOS D’ARDOIS


MIGUEL LEÓN PORTILLA


FAUSTINO MIRANDA






sentados, de izquierda a derecha


JOSÉ ROJO


JOSÉ MIRANDA


ENRIQUE RIOJA


EFRÉN C. DEL POZO


JUAN COMAS


ROBERTO LLAMAS

JUAN SOMOLINOS PALENCIA

INTRODUCCIÓN GENERAL


Efrén del Pozo comprendió a todos y los pudo armonizar; dio su parecer preciso, y haciendo nuevas recopilaciones de una historia diseminada organizó empresas para estudiar el pasado. Gran médico mexicano, dotado de una animada sensibilidad, fue organizador natural de tareas editoriales. A él correspondía en el plan original de la obra de Hernández escribir esta introducción; sin embargo, falleció trabajando y sigue aún trabajando para este propósito en el recuerdo de sus amigos y en lo perpetuo de su obra.

J. S. P.



Con el sexto y el séptimo tomos se hacen realidad los esfuerzos y deseos de muchos estudiosos, se cierra una buena parte de la investigación sobre la vida y las obras de Francisco Hernández, y también concluyen las vicisitudes, las aventuras editoriales y la cadena de infortunios para llegar a esta limpia y digna edición que hoy nos ofrece la Universidad Nacional de México.

Cuatrocientos años han transcurrido entre los primeros intentos de publicación y la edición completa de estos libros. Asombra cómo, a pesar de la tenacidad, el tiempo giró lentamente y los empeños por reunir una obra tan valiosa se vieron interrumpidos, una y otra vez, mientras que sus resultados resbalaban por el declive más fácil sin lograrse la edición completa que merece la obra de Hernández.

¿Cuál es —sepámoslo— el principio de esta historia editorial? Fue el optimismo lo que venció las dificultades. Hagamos, pues, una síntesis de las complicaciones editoriales y una reseña histórica de esta última etapa con que culmina la obra de un vigoroso legado espiritual.

El exagerado perfeccionismo de Francisco Hernández1 llegó a impacientar al Rey, que ansioso esperaba el resultado de la obra recopiladora del Protomédico; pero Hernández no consideraba completos sus libros, y ante la presión ejercida acabó por escribir: “Yo mismo los llevaré en la flota que al presente espera”.2 Gran parte del retraso se debía a las repetidas copias que Hernández mandaba hacer de sus escritos, y a las diferentes redacciones en latín, y sus traducciones al castellano y al náhuatl, como lo anotó en alguna de sus cartas.3

Conocemos bien la historia de la obra de Hernández: el Rey recibió los manuscritos y quedaron depositados en la Biblioteca del Escorial, donde un siglo después, en 1671, un incendio los destruyó.

Desde la llegada de Hernández a España, muchos fueron los afanes editoriales: él mismo antes de morir trató inútilmente de imprimir sus libros. Al mismo tiempo, se sabe que el Rey encargó al doctor Nardo Recchi realizar una síntesis de la obra hernandina: nadie se explica este encargo a una persona totalmente ajena a la labor del Promtomédico. El resultado fue que Recchi concluyó su tarea eliminando precisamente lo más valioso del manuscrito.4 Las alteraciones y la redacción afectaron incluso las maravillosas ilustraciones del original, pero así, con esta síntesis, se conservó una parte de la valiosa obra.

Posteriormente en México, en 1615, en una tentativa de impresión, fray Francisco Ximénez, valiéndose de una copia de la síntesis manuscrita de Recchi, publicó una traducción castellana ampliada con observaciones propias,5 pero de los libros originales de Hernández sólo quedó el nombre del autor y la estructura inicial de su obra.

Otra copia manuscrita de la síntesis de Recchi llegó a manos del príncipe italiano Cesi, quien a través de la Sociedad de los Linceos publicó por primera vez el texto “hernandino” en una edición impresa en 1630 y encuadernada con cubiertas fechadas en 1651 (edición romana), y aunque la labor desarrollada por la Sociedad de los Linceos en pro de Francisco Hernández y de la divulgación de su obra fue buena, el principal interés por la publicación del libro era el prestigio ante los naturalistas de entonces: Cesi, Terenzio, Fabri y Colonna fueron los especialistas que comentaron y ampliaron la síntesis de Recchi, y una vez más añadieron observaciones propias que desvirtuaron la obra originaria hasta convertir dicha síntesis en un volumen de casi mil páginas que apareció bajo el título de Rerum Medicarum Novae Hispaniae Thesaurus, libro de gran calidad que, aunque alejado de la obra de Hernández, conserva muchas de sus anotaciones e ilustraciones originales.

El resumen de Recchi en sus dos ediciones: americana y romana, fue la única labor de Hernández publicada hasta finales del siglo XVIII; resumen que permitió a su vez el que algunos autores como Nieremberg se sirviesen de él para completar su propio texto.6

A finales del siglo XVIII el cronista Muñoz descubrió una copia original de las tantas encargadas por Hernández a sus traductores: el manuscrito contenía la totalidad de la obra recopilada y redactada en Nueva España. Tan importante hallazgo fue inmediatamente publicado y el encargo de la edición recayó en Gómez Ortega, famoso científico y fundador del Jardín Botánico de Madrid; otra vez reincidió la desgracia en las ediciones de Francisco Hernández, pues lograda la edición de las descripciones botánicas en tres volúmenes impresos en Madrid por Ibarra (1790), se tuvo que suspender la publicación y quedaron inéditos los textos e ilustraciones sobre animales y minerales; por fortuna, se imprimió en el latín original la parte más importante de la obra, y ha sido ésta la mejor versión para el estudio de las obras de Francisco Hernández.

La edición de Gómez Ortega publicada en 1790 y conocida como “edición matritense” fue recibida con gran satisfacción por todos los médicos y naturalistas del siglo XIX.

Su valor permanente fue estímulo para que en 1888 se reeditara la traducción de Ximénez en dos ediciones distintas: una de ellas acompañada de valiosas notas escritas por el doctor Nicolás León.

Más tarde Paso y Troncoso, interesado en la personalidad de Hernández, pensó en redactar un estudio biobibliográfico que sirviese de introducción al manuscrito “hernandino”: Antigüedades de la Nueva España; sin embargo, una vez más se perdieron los documentos originales e inéditos que este historiador reunió para reeditar dicho estudio.7 Con el fin de seguir la labor iniciada por Paso y Troncoso, García Pimentel publicó la traducción castellana de las Antigüedades de la Nueva España; obra que no pudo completarse, pues Pimentel, enfermo de gravedad, tuvo que dejar incompleto un texto que, posteriormente impreso en 1945, se convirtió en obra póstuma. Poco tiempo después un nuevo y frustrado empeño se añadió a la desfavorable serie de sucesos editoriales, el Instituto de Biología de México muy convenientemente decidió reeditar en castellano la versión “matritense” de Hernández; se pensó añadir a este texto las ilustraciones de la edición “romana”, la traducción fue terminada por el ilustre traductor de latín, José Rojo, llegaron a publicarse tres tomos con tipografía muy deficiente y sólo se abarcaron siete libros, quedando inéditos los diecisiete restantes.

Desde hace siglos, médicos y naturalistas se inquietan con la figura de Francisco Hernández, y esto suscitó que el 15 de octubre de 1946 el doctor Germán Somolinos, en una carta dirigida al cardiólogo español Luis Calandre, comentara: “Mientras tanto y desde hace mucho tiempo estoy acumulando datos sobre un personaje muy interesante de la medicina; me refiero al doctor Francisco Hernández, protomédico de Felipe II que vino a estas tierras enviado por el Rey para estudiar la historia natural de ellas y obtener aquello beneficioso para la medicina. Es muy poco lo que se sabe de él y me gustaría poder escribir su biografía, ya tengo sus obras y bastantes datos pero sin embargo es necesario buscar más todavía; lo que más siento de este caso es no poder consultar los archivos españoles, sobre todo el de Simancas donde sin duda debe haber algún dato de interés.”

Al mismo tiempo, el doctor Efrén del Pozo, con una inquietud similar, aseguraba: “En 1946, una gran parte del pueblo de México todavía trata sus enfermedades exclusivamente con plantas; lo hace por ingenuidad que admite las más milagrosas propiedades en la medicina legendaria; lo hace también, y sobre todo, por economía.”8

Efrén del Pozo, convencido de que el médico debía comprender nuestra tradición herbolaria, pensaba en las obras de Francisco Hernández como el mejor antecedente para esta identificación, pues años más tarde añadió: “Es natural que en México se haya mantenido un constante interés por los estudios de Hernández, no solamente por tratarse de exploraciones de la naturaleza en estas mismas tierras, sino por el prestigio y permanencia de la botánica medicinal autóctona.”9

Estos y otros comentarios fueron parte de los impulsos embrionarios para llegar a la gran obra editorial. Pero habrían de transcurrir diez años más para que se iniciara la edición que hoy concluye; durante esos años la labor compiladora y los pequeños trabajos de investigación historiográfica de Germán Somolinos perfilaron el vago contorno biográfico que se tenía de Francisco Hernández.

Al reunir los testimonios de todo este proceso editorial, nos encontramos en 1955 ante varias condiciones favorables: el grado de madurez en las investigaciones historiográficas; la clara identificación de la versión original del autor; la existencia de un grupo multidisciplinario interesado por el mismo tema; la necesidad de editar la obra en su totalidad; la buena amistad y el apasionamiento de los interesados por llevar a cabo la investigación. Todas estas circunstancias compatibles hicieron que el día 4 de septiembre de 1956, a las seis de la tarde, se realizara una junta en las oficinas de la Secretaría General de la Universidad con el fin de estudiar la conveniencia de editar las obras de Francisco Hernández.

Efrén del Pozo, entonces Secretario General, dio cita a los doctores: Germán Somolinos, Faustino Miranda, José Miranda, Enrique Rioja, Enrique Beltrán, Agustín Millares, Ángel Ma. Garibay, Wigberto Jiménez Moreno, Samuel Fastlicht, Roberto Llamas, José Rojo, Henrique González Casanova y Miguel León Portilla.

Así reunido este grupo de ilustres investigadores en distintas especialidades, se convino constituir “una comisión para la edición de la obra del doctor Francisco Hernández”, y así dio comienzo la empresa editorial que tardaría 25 años en concluirse.

Un mes después, el 10 de octubre de 1956, con objeto de integrar definitivamente la comisión para editar las obras completas del doctor Francisco Hernández, se decidieron las principales características de la importante publicación.

La reunión dio comienzo a las siete y cuarto de la noche, y a ella asistieron los mismos investigadores de la junta convocada un mes antes. El primero que tomó la palabra fue el doctor Efrén del Pozo, para explicar las razones por las cuales la Universidad de México tenía interés en publicar las obras completas del Protomédico español, procurando recoger la totalidad de las ediciones conocidas hasta ese momento, analizarlas e integrar la nueva edición; mencionó la necesidad de añadir un estudio biográfico del Protomédico y una serie de ensayos para comprender la época y el ambiente en que se desarrollaron los trabajos de Francisco Hernández. A continuación Germán Somolinos añadió que la obra completa de Hernández debería constar de varios volúmenes (entre cuatro y seis), editados con formato grande y con belleza tipográfica; de ellos, el primero contendría el estudio biográfico del personaje, junto con un ensayo que podría elaborar el historiador José Miranda, y en donde se estudiasen las características científicas y sociales de México y España durante el siglo XVI. El segundo y tercer tomos podrían ser los libros dedicados a la obra botánica de Hernández, en los que se incorporarían los animales y minerales hasta entonces inéditos, y conocidos sólo a través del arreglo de la edición “romana”. Se procuraría conseguir los originales existentes en Madrid, y en caso de no obtenerlos, se utilizarían los de la mencionada edición. Posteriormente, en un cuarto volumen se incluiría el texto de los comentarios de Hernández a la obra de Plinio. En el quinto volumen serían incluidos los trabajos cortos de índole histérico-filosófica, en su mayor parte inéditos; para ello habría que traducir los escritos en latín y serían comentados por los distintos especialistas que la comisión designase. Quedaría el volumen de Hernández dedicado a las antigüedades y conquista de la Nueva España que fue publicado por la editorial Pedro Robredo, con anotaciones de Joaquín García Pimentel. Somolinos consideró que debería incluirse toda esta gran edición respetando la traducción del autor, pero revisando sus anotaciones, pues, como él mismo lo indicó, fueron elaboradas durante su última enfermedad. Finalmente se dedicaría uno o más volúmenes, si fuese preciso, a la presentación de comentarios botánicos, farmacológicos, etnográficos, etc., en relación con la historia natural. A criterio de esta comisión y para facilitar la consulta se intercalaría en letra muy pequeña al comienzo de cada interpretación o comentario la traducción de Hernández. En seguida del Pozo indicó que era necesario iniciar la publicación lo antes posible, pues teniendo en cuenta que la parte más adelantada del trabajo era la obra botánica de Hernández, después de una breve y última revisión, sobre todo a las etimologías de las lenguas indígenas mexicanas, podría empezarse a editar como el segundo tomo, para lo cual solicitó la intervención de los doctores Wigberto Jiménez Moreno y Ángel María Garibay. También tomó la palabra el doctor Enrique Rioja para indicar que contaba con los comentarios al Plinio escritos en castellano en un microfilm negativo y, como la letra es del siglo XVI, dijo: “sería indispensable paleografiarlo para evitar errores en su lectura, por lo que desearía la ayuda de don Agustín Millares Cario”. Por otro lado añadió que era necesario convertir el microfilm negativo en fotocopias sobre las cuales poder trabajar. En respuesta a esta petición, el doctor Roberto Llamas, director del Instituto de Biología, ofreció los servicios del fotógrafo del Instituto. El doctor José Miranda propuso que entre los estudios adicionales que sería necesario intercalar en la obra debía aparecer uno dedicado a estudiar lo que él llamó “las fuentes de Hernández”, refiriéndose con ello a la búsqueda de los documentos históricos y de historia natural que pudieron haber sido utilizados por el Protomédico para la elaboración de sus trabajos. Miranda pensaba que en la recopilación realizada por Hernández hubo de tener conocimiento de muchos estudios de historia natural que llevaron a cabo los religiosos de aquel tiempo; también propuso que a modo de epílogo o intercalado, entre los estudios adicionales apareciera uno donde se reuniera la trascendencia de la labor hernandina en las distintas expediciones científicas que han recorrido América, principalmente las del siglo XVIII. A esta solicitud, el doctor Somolinos advirtió que en sus estudios bibliográficos ya se trataban esos temas; José Miranda insistió en que sería interesante hacer un estudio independiente que incluyese la serie de influencias en el estudio de la naturaleza americana inducidas por la obra de Hernández; recordó que la propia expedición de Humboldt fue inspirada por el recuerdo del Protomédico. Del Pozo dijo que si este estudio se llegase a efectuar, tendría que abarcar hasta nuestros días, ya que todavía se utiliza la obra de Hernández como posible fuente de investigaciones farmacológicas y desde luego sería indispensable hablar del Instituto Médico Nacional; sin embargo, sobre todas estas sugerencias no se llegó a tomar ningún acuerdo definitivo. El doctor José Miranda recordó la necesidad de conseguir los manuscritos originales referentes a minerales y animales, cuyo índice fue publicado por el Dr. Barreiro en el año de 1929, y que se conservaban en el Museo de Historia Natural de Madrid.

El doctor Somolinos dijo que se habían pedido los datos sobre estos manuscritos al doctor Álvarez López, de Madrid, el cual contestó que ya no se encontraban en ese archivo. Pero sin embargo el doctor Tudela de la Orden, en su libro Los manuscritos de América en las bibliotecas de España, seguía colocándolos en dicho lugar. Por lo cual resultaría interesante solicitarlos de modo oficial a través de la Universidad.

Del Pozo accedió a ello, pero Millares Cario opinó que la gestión oficial debía estar precedida de una solicitud particular y para ello él se encargaría de escribir directamente al doctor Tudela.

El doctor Somolinos añadió que como consecuencia de la publicación de los animales y minerales habría necesidad de nombrar a una persona que estudiase e interpretase esta parte de la obra.

El doctor Jiménez Moreno consideró necesario añadir un estudio sobre el valor etnográfico de los elementos recogidos por Hernández e indicó que muchos de ellos aún son utilizados con fines mágicos. A lo que el doctor del Pozo respondió que varias de estas aplicaciones de valor etnográfico deberían ir incluidas en el comentario general junto con las explicaciones botánicas, farmacológicas u otras, y fue así como se acordó invitar para participar como miembros de la comisión a los doctores Roberto Weitlaner y Juan Comas.

Durante las conversaciones surgió la idea de incluir también un estudio de las características médicas de México antes de la conquista. El doctor Miguel León Portilla indicó que algo de esto ya había sido tratado por el doctor Ángel María Garibay en su obra sobre el padre Sahagún.

Después de cambiar impresiones sobre este estudio, y de llegar a admitirse su necesidad, dándole un carácter amplio y general, se encargó la redacción al doctor del Pozo.

Al doctor Fastlicht se le encargó revisar la aportación que pudiera haber en Hernández a la odontología, lo cual aceptó preguntando “si todo el ambicioso programa no acabaría como siempre ha ocurrido, en forma inconclusa”. El doctor del Pozo dio seguridad y le explicó que para terminar la edición tiene previstas varias posibilidades: ya fuese en la Universidad, como al presente se ha iniciado, o por otros medios en caso de alguna adversidad, pero la obra no sería interrumpida.

El doctor Henrique González Casanova indicó la necesidad de constituir la Comisión en un órgano responsable, para lo cual sería preciso redactar un acta de constitución, firmada por todos los integrantes. Se aceptó la idea y se encargó a los doctores Henrique González Casanova y Germán Somolinos redactar un proyecto.

La reunión terminó a las 8:30 de la noche.

Habrían de transcurrir tres meses para una nueva convocatoria; el día 11 de enero de 1957 a las cinco de la tarde, en la sala de juntas de la Secretaría General de la Universidad, se inició una segunda reunión en donde se leyó el acta constitutiva10 y un proyecto de estatutos de la Comisión para la Edición de la Obra del doctor Francisco Hernández,11 los cuales fueron firmados por todos los miembros de dicha comisión. Este estatuto quedó constituido por nueve capítulos donde se especificaron las finalidades, los miembros y las funciones que desempeñaría la comisión; en el capítulo VII se definieron las actividades del Presidente y el Secretario, nombramientos de carácter permanente que recayeron sobre Efrén del Pozo y Germán Somolinos respectivamente. Terminada la lectura de este estatuto, el doctor del Pozo sometió a la aprobación los documentos leídos advirtiendo que los aspectos legales fueron redactados de acuerdo con las instrucciones notariales suministradas.12

Como la comisión no disponía de medios materiales ni económicos para el logro de los fines con que había sido constituida, se planteó de inmediato la necesidad de buscar un patrono interesado en la obra y dispuesto a sufragarla, pero al haberse creado en el seno de la Universidad lo más adecuado fue buscar esa ayuda en las mismas autoridades universitarias antes que en ningún otro organismo. El rector de la Universidad, Nabor Carrillo Flores, aceptó colaborar y desde el primer día facilitó los medios necesarios para el logro de la obra.

Sin embargo, con objeto de legalizar este acuerdo, se suscribió un convenio de cooperación cultural entre la Comisión y la Universidad, representadas respectivamente por el presidente de la Comisión y el rector de la Universidad.13

Para finalizar, el doctor del Pozo preguntó si se aprobaban los documentos leídos; la respuesta fue afirmativa y unánime y todos los presentes firmaron los documentos, dando por terminada la reunión a las 6:30 de la tarde, y celebrando este acontecimiento con la toma de una fotografía del grupo.

Sería largo describir los detalles de las diferentes reuniones de la Comisión, en donde el trabajo paciente y abnegado conformó los originales para la edición completa de la obra del Protomédico.

Hemos transcrito las dos primeras juntas porque el carácter de nuestro prólogo justifica recordar el ambiente que vio nacer esta empresa, y el evocar dicho recuerdo nos permite reseñar estos 25 años de labor ininterrumpida. Desde aquel 11 de enero de 1957, las juntas se sucedieron a lo largo de varios años, y de ellas se conservan documentos y actas que relatan las evoluciones de esta labor. La Comisión trabajó intensamente, se nombró como editor de la obra al doctor Henrique González Casanova, y con el fin de asesorar e intensificar el trabajo de impresión, a finales del año de 1957 se invitó a participar en la Comisión al señor Alexandre Stols, experimentado editor holandés que residía en México, y quien diseñó la obra con el resultado de que se lograron unos bellos libros de gran categoría.

Todos los componentes de la Comisión trabajaron desinteresadamente sin recibir estipendio alguno. La única excepción fue el profesor latinista José Rojo Navarro, para el cual, por estar jubilado, enfermo y no contar con medios de vida suficientes, se pidió a la Universidad le hiciera un contrato de trabajo adicional similar al que se hizo para los ayudantes técnicos.14

De diciembre de 1959 a noviembre de I960 aparecieron los dos primeros volúmenes: se trataba de la traducción al español de la Historia natural de la Nueva España que Francisco Hernández escribió entre los años de 1571 a 1576. Se comenzó la impresión con el segundo y el tercer volúmenes por haberse concluido antes que la biobibliografía del Protomédico, pero un año y medio después, en julio de 1961, apareció esta parte biográfica en el primer volumen.

Transcurrieron otros cinco años hasta la edición del cuarto libro y once años más para la publicación del quinto; en ambos se incluyó la traducción que hizo Francisco Hernández de la historia natural de Plinio, constituida por veinticinco libros de los treinta y siete que tiene la obra original; a esta traducción Hernández agregó varios comentarios e interpretaciones que ampliaron y dieron mérito al texto.

La paleografía y el análisis de la traducción del Plinio fueron realizadas por María del Carmen Nogués, trabajo que por su minuciosidad requirió doce años; la señora Nogués concluyó su paleografía e interpretación en España y finalmente su versión quedó publicada en los mencionados tomos.

Para entonces el tipógrafo Alexandre Stols vivía en España, donde posteriormente falleció; con él había colaborado Martí Soler en el trabajo de edición del primer tomo, y, con su experiencia editorial, marcó el enlace técnico entre aquel primer comité y los actuales integrantes del grupo.

Al correr de los años la comisión se vio cruzada por sacudimientos y dificultades. Nada perdona el tiempo, pero a pesar de la desaparición de varios componentes y del Secretario, Germán Somolinos, el grupo —reducido en número, mas no en su interés—, fiel a su misión, tuvo confianza y persistió. Fue nombrado como secretario Pedro Rojas, y en las reuniones convocadas por la Comisión desde 1975 hasta mayo de 1980 aparecieron paulatinamente nuevos integrantes que sustituyeron a las personalidades desaparecidas: Rubén Bonifaz Ñuño, Jorge Gurría Lacroix, Elsa Frost, Rafael Martín del Campo, Elias Trabulse, Carlos Prieto, Fernando Martínez Cortés, Rubén López Reséndiz, Juan Somolinos, Teófilo Herrera y Mario Samamé.

Así, con el mismo deseo y las mismas preocupaciones iniciales, entre dudas y nuevos proyectos por sacar adelante la edición, se discutió la elaboración del sexto tomo. El fallecimiento del doctor del Pozo precipitó los hechos, y fue a Mercedes Villaseñor, esposa y colaboradora del doctor del Pozo, a quien debemos los últimos impulsos para concluir la obra. La Comisión encabezada por el doctor Guillermo Soberón, rector de la Universidad, definió en las últimas reuniones los pasos originalmente diseñados por del Pozo para concluir la gran obra. El sexto libro de las obras de Francisco Hernández comprende la impresión e interpretación de los manuscritos cortos del Protomédico: trabajos sobre historia natural, ensayos históricos, filosóficos, biológicos, médicos y geográficos, y el séptimo incluye comentarios a los trabajos de Hernández, en particular los dedicados a las plantas, animales y minerales, sus conocimientos médicos, y el contenido odontológico de su obra. Cada uno de ellos tratado con experiencia por un especialista en la materia.

En los documentos con que se dan por concluidas las obras completas del Protomédico se discute asimismo su forma de pensar, pues el interés que representa permanece y seguirá adelante. Se salvaron los manuscritos de Hernández al quedar reunidos e impresos en estos volúmenes, pero en su búsqueda hay algo más; de la misma naturaleza de sus escritos surge la necesidad de investigar; de las diferencias entre sus comentaristas, de la natural falta de homogeneidad, de la curiosidad y el deseo nacerán las investigaciones futuras, pues esta obra pretende hacer manifiesta la constancia y la continuidad del espíritu. A lo largo de trágicas situaciones, se trata de una obra de construcción moral, que para llegar a su fin hubo de vencer los obstáculos que implicaba la organización de lo impreciso. En la clasificación y unificación de los materiales dispersos, resistió las influencias sorpresivas y extrañas al programa trazado y fue necesario imponerse límites precisos ante el riesgo de perderse en una inmensidad de información; la labor de los investigadores cubrió la obra completa conocida de Francisco Hernández; con ello se quiso poner de relieve la aportación de México a Occidente, y así, como un ejemplo de disciplina colectiva de aceptación y entendimiento declarando su unión, hoy la Comisión asiste a una fiesta moral: la edición completa de las obras de Francisco Hernández.

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PÁRRAFO 14 DEL TESTAMENTO DE FRANCISCO HERNÁNDEZ









1 Efrén del Pozo, “El perfeccionismo como inhibidor de la producción científica (El caso de Francisco Hernández)”, Boletín de la Sociedad Mexicana de Historia y Filosofía de la Medicina, vol. 3, no. 18, marzo de 1977, México, pp. 85-96.

2 Carta de Francisco Hernández al doctor D. Juan de Ovando, incluida con las otras cartas dirigidas a Felipe II, en Colección de documentos inéditos para la Historia de España, Madrid, 1842.

3 En la carta tercera dice: “Yo quedo agora por este año que resta remirando lo escrito... experimentándolo y transladándolo en castellano y en indio por el provecho de los naturales”. En la carta quinta vuelve a decir: “Pienso asimismo llevar cuando me vaya la historia de las plantas traducidas en indio por el provecho de los naturales, y en español para el contento de los que gustaren de leer así más que en latín”. La numeración de las cartas corresponde a la del trabajo de Navarrete, Baranda y Salvá, quienes las publicaron por primera vez en su libro Colección de documentos inéditos para la Historia de España, Madrid, 1842, tomo I, p. 362.

4 Suprimió el reflejo de la personalidad, la sencillez de expresión, las disquisiciones del autor y los comentarios que le venían a la mente al relacionar los elementos de la naturaleza americana con los ya por él conocidos. Y sobre todo, lo más valioso para el historiador actual: lo que es dato biográfico directo o expresión subconsciente de la psicología del autor.

5 Guillermo Gándara, “La obra de fray Francisco Ximénez, comparada con la del doctor Francisco Hernández, recompuesta por el doctor Nardo Antonio Recco”, Mem. de la Soc. Cient. Antonio Alzate, tomo 39, ρρ. 99-120, 1920.

6 Una extensa parte de las descripciones naturales e históricas de Hernández fueron transcritas por el padre Nieremberg en su libro Historia Naturae Máxime Peregrinae (1635).

7 Del Paso y Troncoso encontró documentos originales e inéditos y consta que escribió, al menos, un primer borrador que fue hallado por Zavala entre sus papeles llegados de Europa. Zavala, Francisco del Paso y Troncoso. Su misión en Europa, México, 1939.

8 E. del Pozo, “Estudios farmacológicos de algunas plantas usadas en la medicina azteca”, Boletín Indigenista, vol. VI (1946), pp. 350-365.

9 E. del Pozo, “La azarosa historia editorial de la Historia natural de Nueva España de Francisco Hernández”, Gaceta Médica, tomo XCII, No. 7, México, 1962, pp. 601-602.

10 Acta Constitutiva. En Villa Obregón, D. F., siendo las diecisiete horas del día once de enero de mil novecientos cincuenta y siete, reunidos en la Sala de Juntas de la Secretaría General de la Universidad Nacional Autónoma de México, ubicada en el quinto piso de la Torre de la Rectoría de la Ciudad Universitaria, los señores doctor Efrén C. del Pozo, doctor Germán Somolinos, doctor Faustino Miranda, doctor José Miranda, doctor Enrique Rioja, doctor Enrique Beltrán, doctor Agustín Millares Cario, doctor Ángel Ma. Garibay, doctor Wigberto Jiménez Moreno, doctor Samuel Fasdicht, doctor Roberto Llamas, señor José Rojo, licenciado Henrique González Casanova, doctor Roberto J. Weitlaner y doctor Juan Comas, con el objeto de considerar la conveniencia de formar una asociación civil que se encargue de organizar los trabajos necesarios para la publicación de las obras del doctor Francisco Hernández, procedieron a cambiar impresiones. En uso de la palabra el señor doctor Efrén C. del Pozo, recordó a los asistentes a esta Junta la importancia de los trabajos del doctor Hernández y la conveniencia y oportunidad de reunirlos y publicarlos actualmente. Después de un amplio estudio de las posibilidades que existen para alcanzar esa finalidad, los asistentes resolvieron, por unanimidad, constituir una “Comisión para la Edición de la Obra del doctor Francisco Hernández”, A.C., y al efecto formularon en el acto y de común acuerdo, los estatutos que regirán a la propia Asociación, estatutos que constan en cuatro fojas útiles, los cuales debidamente firmados se anexan a la presente Acta Constitutiva.

Dr. Efrén C. del Pozo, Dr. Germán Somolinos, Dr. Faustino Miranda, Dr. José Miranda, Dr. Enrique Rioja, Dr. Enrique Beltrán, Dr. Agustín Millares Cario, Dr. Ángel Ma. Garibay, Dr. Wigberto Jiménez Moreno, Dr. Samuel Fasdicht, Dr. Roberto Llamas, Sr. José Rojo, Lie. Henrique González Casanova, Dr. Roberto J. Weidaner, Dr. Juan Comas.

11 Estatutos. De la “Comisión para la Edición de la Obra del Dr. Francisco Hernández”


Capítulo primero: Del nombre

Art. 1º.La Asociación se denominará “Comisión para la Edición de la Obra del Dr. Francisco Hernández” A.C.


Capítulo segundo: Del domicilio

Art. 2º. La “Comisión” tendrá por domicilio social la Ciudad de México.


Capítulo tercero: De las finalidades

Art. 3º. La “Comisión” se propone realizar los trabajos necesarios para conseguir la publicación de las obras del gran naturalista del siglo XVI, estudioso del medio mexicano, doctor Francisco Hernández. Al efecto, las tareas básicas de la “Comisión” consistirán en reunir, interpretar y anotar los escritos; en paleografiarlos o traducirlos al español y revisar las denominaciones en lenguas americanas; en preparar la biografía del autor y un capítulo sobre el ambiente social y científico de su época, tanto en España como en la Nueva España.


Capítulo cuarto: De la duración

Art. 4º. La duración de la “Comisión” será por el tiempo que se requiera para conseguir la publicación de la obra del Dr. Hernández y de los trabajos conexos, señalados en el Capítulo de finalidades.


Capítulo quinto: De los miembros

Art. 5º. Serán asociados de la “Comisión” las personas mencionadas en este instrumento constitutivo y aquellas otras que la Asamblea General considere necesario incorporar para el mejor desarrollo de los trabajos propuestos.

Art. 6° Los miembros de la “Comisión” se obligan a poner al servicio de las finalidades sociales, sus aptitudes personales, los materiales historiográficos de que dispongan y los demás instrumentos o facilidades que permitan efectuar la publicación propuesta.

Art. 7º. Los miembros de la “Comisión” tendrán funciones específicas que se distribuirán en las siguientes clases:

a) Asesores

b) Técnicos

c) Editores

Art. 8º. La calidad de Asociado se pierde por renuncia o por exclusión acordada por la Asamblea General.


Capítulo sexto: De la Asamblea General

Art. 9º. La “Comisión” funcionará en pleno para resolver:

a) Sobre la admisión y exclusión de asociados

b) Sobre la determinación de los aspectos generales del desarrollo de los trabajos

c) Sobre la distribución de las tareas

d) Sobre la designación de directivos

e) Sobre los asuntos relacionados con la constitución del Patrimonio Social

f) Sobre la disolución de la Asociación

g) Sobre todos los asuntos de carácter general no previstos por estos estatutos

Art. 10º. La Asamblea se reunirá de acuerdo con sus propias determinaciones o en ocasión a citatorio de la Presidencia.

Art. 11º. Se considerarán legales las reuniones de la Asamblea formadas por cualquier número de socios a condición de haber sido citadas oportuna y eficientemente. Sin embargo, ninguna reunión tendrá ese carácter sin la participación del Presidente o del Secretario.


Capítulo séptimo: De los directivos

Art 12º. La “Comisión” será dirigida por los siguientes funcionarios:

a) Un Presidente

b) Un Secretario

c) Otros que acuerde la Asamblea

Art. 13º. Los nombramientos de Presidente y de Secretario tendrán carácter permanente. Los de otros funcionarios estarán sujetos a las condiciones de vigencia que acuerde en cada caso la Asamblea.

Art. 14º. Son funciones del Presidente:

a) Representar legalmente a la Asociación, por sí o por delegación en persona del Secretario

b) Convocar a la Asamblea, presidir sus reuniones y tener voto de calidad en los casos que lo requieran

c) Promover y coordinar los trabajos de la “Comisión”

d) Promover el ingreso o la exclusión de los miembros

e) Promover y concertar todos aquellos arreglos que fueren necesarios para acopiar materiales, conseguir colaboraciones, encauzar las publicaciones, etc.

Art. 15º. Son funciones del Secretario:

a) Representar legalmente, por delegación de funciones, al Presidente

b) Auxiliar en sus funciones al Presidente

c) Fungir como Secretario de Actas, en tanto no lo supla la Asamblea

d) Llenar los archivos y efectuar las tareas administrativas necesarias

e) Las demás que le asigne la Asamblea


Capítulo octavo: Del patrimonio

Art. 16º. Formarán el patrimonio de la “Comisión” los documentos que en cumplimiento de las finalidades sociales, resulten del trabajo de los asociados, o de colaboraciones prestadas por otras Instituciones y personas.


Capítulo noveno: De la disolución

Art. 17º. En caso de disolución, los derechos patrimoniales de la “Comisión” serán cedidos a la U.N.A.M.

Villa Obregón, D. F., a 11 de enero de 1957.

Dr. Efrén C. del Pozo, Dr. Germán Somolinos, Dr. Faustino Miranda, Dr. José Miranda, Dr. Enrique Rioja, Dr. Enrique Beltrán, Dr. Agustín Millares Cario, Dr. Ángel María Garibay, Dr. Wigberto Jiménez Moreno, Dr. Samuel Fastlicht, Dr. Roberto Llamas, Sr. José Rojo, Lie. Henrique González Casanova, Ing. Roberto J. Weitlaner, Dr. Juan Comas, Dr. Miguel León Portilla.

12 Del Pozo explicó también que al estructurar la comisión se había tratado de darle un carácter independiente de todo organismo oficial, por eso se organizó en una asociación civil que momentáneamente estaría relacionada con la Universidad, y precisamente para evitar posibles cambios que pudieran destruirla o incapacitarla, es por lo que conserva su autonomía, para en caso necesario buscar un nuevo patrocinador, incluso fuera del país si llegara a ser preciso.

13 El Convenio se firmó en agosto de 1959 pero funcionó provisionalmente y fue efectivo desde pocos días después de constituirse la Comisión.

“Convenio de Cooperación Cultural que celebran, por una parte, la Universidad Nacional Autónoma de México a la que se denominará en lo sucesivo ‘la Universidad’, representada por el Rector, doctor Nabor Carrillo, y por la otra la Comisión para la Edición de la Obra del doctor Francisco Hernández, A.C. a la que se llamará ‘la Comisión’, representada por su Presidente, doctor Efrén C. del Pozo, sujeto a las siguientes


CLÁUSULAS

Primera. La Universidad tiene entre sus finalidades legales “organizar y realizar investigaciones, principalmente acerca de las condiciones y problemas nacionales, y extender con la mayor amplitud posible los beneficios de la cultura” (Art. 1º de la Ley Orgánica) y en vista de ello acepta la iniciativa que le ha sido presentada por la Comisión para efectuar trabajos dirigidos a la publicación de las Obras del ilustre naturalista español del siglo XVI, estudioso del medio mexicano, doctor Francisco Hernández, así como de los trabajos historiográficos que se considere necesario acompañen a dichas Obras.

Segunda. Para el cumplimiento del objetivo indicado la Universidad y la Comisión establecen el presente Convenio de Cooperación según el cual la primera autorizará todas aquellas medidas y facilidades de que dispone dentro de sus posibilidades académicas, administrativas y financieras y la segunda básicamente se hará cargo de la dirección, organización y realización de las siguientes actividades:

a) reunir, interpretar y anotar los escritos del doctor Hernández;

b) paleografiar o traducir al español los textos que así se requieran y revisar las denominaciones en lenguas americanas;

c) preparar un estudio biográfico sobre el autor, y

d) elaborar estudios sobre el ambiente social y científico de la época en que vivió el doctor Hernández, tanto en lo que respecta a España como a la Nueva España.

Tercera. La Universidad y la Comisión por mutuo acuerdo dispondrán lo relativo a los medios y las facilidades que sean precisos para la consecución de los fines señalados en el presente Convenio quedando estipulado que:

a) Los materiales que se acopien, y los trabajos que se realicen con medios propios de la Comisión, inicialmente formarán parte del patrimonio de esta misma;

b) los medios y facilidades que aporte la Universidad se considerarán también como parte inicial del patrimonio de la Comisión;

c) los resultados de los trabajos realizados por la Comisión se entregarán a la Universidad, para su publicación, con la oportunidad y las manifestaciones de conformidad que se especifiquen de común acuerdo;

d) la Universidad recibirá de la Comisión los textos y las ilustraciones que deban acompañarlos, a fin de publicarlos oficialmente y por su cuenta;

e) la Comisión cederá a la Universidad los derechos de autor sobre los diversos trabajos que se le entregan para los fines editoriales, efectuándolo en el momento en que aparezcan publicados;

f) los materiales que se reúnan en virtud de este Convenio y con destino a las publicaciones de referencia, serán cedidos por la Comisión a la Universidad en la medida en que correspondan a los trabajos que se vayan publicando;

g) en el caso de que la Universidad se abstenga de suministrar los medios y facilidades a que se compromete por el presente Convenio, la Comisión se reserva el derecho de proveer lo necesario para continuar sus trabajos de manera independiente. Si la abstención consistiera en la suspensión o cancelación definitiva de los trabajos editoriales, la Comisión quedará en libertad de ejecutarlos por otros conductos. La determinación de abstención se hará por manifestación expresa de la Universidad ante cualquier imposibilidad de su parte para ejecutar los trabajos hasta concluirlos y poner los libros a disposición del público, o tácitamente por el transcurso del tiempo que a juicio de peritos sea el necesario para efectuar los trabajos respectivos, sin que éstos se lleven a término.

Cuarta. El tiempo de validez del presente Convenio se concluye a la terminación de las publicaciones referentes a la Obra del doctor Hernández, a la biografía del mismo y a los estudios complementarios que se han indicado en el cuerpo del presente instrumento.

Quinta. Las partes convienen expresamente en someterse para la interpretación de este Convenio o en caso de litigio que del mismo derive, a la competencia y jurisdicción de los Tribunales Federales de la República Mexicana y a las leyes y tratados vigentes en México.

Se otorga este convenio en la Ciudad Universitaria, D. F., el día de agosto de 1959.

Por la Universidad: el Rector, Dr. Nabor Carrillo; testigo, Henrique González Casanova. Por la Comisión: el Presidente, Dr. Efrén C. del Pozo; testigo, Lie. Pedro Rojas.

14 A partir de octubre de 1958 la Universidad, siguiendo la costumbre adoptada en otros organismos similares, acordó que cuando la Comisión se reuniese cada uno de los asistentes recibiera como dietas la cantidad de cincuenta pesos. Algunos miembros, como el Dr. Stols y el Dr. del Pozo, se negaron a recibirlos; el resto de los miembros recibió esa cantidad en las cinco sesiones celebradas desde la fecha anterior hasta el 9 de junio de I960 en que se realizó la última sesión plenaria de la Comisión.

TOMO VI.

ESCRITOS VARIOS