CAPITULO III


Del origen y medicinas, diferencias y exceso superfluo del succino o ámbar, y del lincurio y sus medicinas


Cierto es que el ámbar o succino se engendra en las islas Septentrionales del Océano, y que los alemanes lo llaman gleso y por esto una de aquellas islas fue llamada de nuestros romanos Glesaria, quando César Germánico fue con su armada a aquellas partes, y los bárbaros la Ilamavan Austravia. Nace corriendo de la médula de unos árboles de especie de pinos, como la goma en los cerezos y la resina en los pinos. Rebienta con la abundancia del humor, espésase y endurécese con el frío o con la templanza del otoño. Y quando, crecidas las ondas, lo arrebatan de las islas, lo arrojan a las riberas, bolviéndose y ondeando de tal manera que parece estar pendiente hasta sentarse en el vado; por haver creído nuestros antiguos que fuese jugo de árbol, es cierto que lo llamaron succino, y que sea del árbol pinea es indicio el olor que tiene de pino, refregándolo, y que encendido arde como la tea y con aquel olor. Tráese de Germanía, hoy Alemania, principalmente a la Provincia de Panonia o Ungría. Después los venecianos, a los quales llaman los griegos hénetos, siendo vezinos a la Ungría, recibiendo este succino junto al mar Adriático, fueron los primeros que lo dieron fama. Por esto parece haver sido anexa al Pado la causa de la fábula, y hoy las mugeres labradoras transpadanas llevan en lugar de collares cuentas de ámbar o succino, por grande ornamento y también por medicina, porque creen que resisten a las secas de las agallas y a los males de las fauces, porque con las diferentes aguas de aquella tierra suelen recebir daño en el tragadero y en las panes a él cercanas. Aquella ribera de Alemania de donde se trae, conocida poco ha, está casi seiscientas millas de Carnunto de Ungría, porque lo vio un cavallero romano embiado a comprarlo por Juliano, el qual procurava la honra y grandeza de los juegos gladiadores del emperador Nerón, el qual anduvo estos comercios y riberas y truxo rama cantidad que las redes que estavan puestas en el teatro para detener las fieras, fortaleciendo el estacado, las añudavan con succino. Y las armas y cosas para mortuorios, y todo el aparato de un día, era de succino. El mayor peso que truxo éste en un terrón de ámbar fue de treze libras. Cierto es que también nace en Indias. Archelao, que reynó en Capadocia, dize que se trae de allá rudo y pegado a la corteza, y que se pule y limpia cozido con manteca de puerca que da leche. Que primero se distile líquido lo pruevan algunas cosas que trasluzen dentro, como hormigas o mosquitos y lagartijas, las quales no hay duda haverse pegado quando estava como mosto y, endurezido, haverse quedado encerradas. Hay desto muchos géneros: el blanco es de excelentísimo olor. Pero ni éste ni el de color de cera es lo precioso, las piezas dello rubias son de mayor estimación. Y déstas, aun, la tienen mayor las que son transparentes, fuera de las que con demasiado ardor se encienden, porque agrada en ellas que tengan semejanza de fuego, pero no fuego. Las que mayor loa tienen son las falernas, llamadas así del color del vino, porque son transparentes con un templado resplandor. Hay también unas en que agrada la apariencia de miel cozida. Pero también conviene que se sepa esto: que de qualquiera manera que las quisieren se tiñen con sebo de cabritos y raíz de anchusa. Y también es cierro ceñirse con sangre de conchilios o púrpuras. Fuera desto, con la fricación de los dedos, recibiendo la virtud del calor, atraen a sí las pajas y las ho.jas secas y cosas ligeras, como la piedra imán el hierro. También sus ramentos y pedazillos, echados en azeite, arden con más claridad y más tiempo que las hebras de la médula del lino. Su estima y precio es tan grande en las cosas de regalo y deleite, que una figura de hombre, aunque pequeña, hecha de ámbar, sobrepuja los precios de hombres vivos y fuertes, para que no sea harto sólo un castigo.

En los vasos corinthios agrada el cobre mezclado con el oro y con la plata, en los esculpidos deleita el arte y los ingenios. Ya diximos la gracia de los murrhinos y christalinos, que las perlas se traen alrededor de la cabeza, las piedras preciosas en los dedos y, finalmente, en todos los otros vicios agrada la ostentación o el uso: pero en el ámbar sólo el conocimiento de ser cosa regalada. Domicio Nerón, en los demás portemos de su vida, havía adoptado también a este nombre los cabellos de su muger Popea, llamándolos en cierros versos ámbar. Y porque a ningunos vicios los faltan preciosos nombres, desde enconches comenzaron las matronas a desear este tercero color para sus cabellos. También se halla algún uso del ámbar en medicina. Pero no agrada por esto a las mugeres. Aprovecha poniéndola ligada a los niños por amuleto. Calístrato dize que aprovecha en qualquiera edad contra las furiosas locuras y para las dificultades de orina, bevida o ligada al cuerpo. Este truxo otra nueva diferencia, llamándola chryselectro, como de color de oro y de muy agradable vista por la mañana, rapacísimo del fuego y que puesto cerca dél arde prestísimo. Esto ligado al cuello dize que cura las calenturas y otras enfermedades. Triturado con miel y azeite rosado, los males de los oídos y, si se muele con miel de Atenas, aprovecha también a las obscuridades de los ojos y a los vicios del estómago, o tomada por sí su harina o bevida en agua con almáziga. También las ámbares o succinos tienen gran parte para adulterar las piedras preciosas que son transparentes, principalmente para las ametistas, porque, como hemos dicho, se tiñen con qualquier color.

La pertinacia de los autores me fuerza a tratar aora del lincurio1 porque quando no sea electro, quieren y porfían que sea piedra preciosa y que se haze de la orina del lince, pero que, en echándola, la cubre luego la bestia con tierra, por embidia que tiene que usen della los hombres. Y que tiene el color como el que se ve en los succinos fogosos, y que se esculpe, y no solamente atrae a sí las hojas o pajas, sino también las láminas de cobre y de hierro, lo qual creyeron Diocles y Theophrasto. Yo tento codo esto por falso, y creo no haverse visto en nuestros tiempos alguna piedra preciosa de tal nombre, y lo que junto con esto se dize de medicina, que bevida ésta se expelen las piedras de la bexiga y que libra de la hictericia si se beve con vino o se trae aplicada. Aora trataremos de las piedras preciosas que son conocidas y confesadas por tales, comenzando de las loadísimas. Y no solamente haremos esto, pero para mayor utilidad de la vida argüiremos de paso la nefanda y horrible vanidad de los magos, porque escrivieron muchas cosas de las piedras preciosas y con blando prodigio pasaron en silencio muchas medicinas déstas.


EL INTERPRETE

1(El lincurio). Mathiolo, sobre Dioscórides, lib. 1, cap. 90.

TOMO Va. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2a