CAPITULO VII


De estatuarios antiguos y de los precios excesivos de retratos en estatuas y de colosos celebradísimos en Roma


Que el arre de hazer estatuas haya sido familiar a Iralia y antigua lo muestran la estatua de Hércules, llamado triumphal, y que por sus triumphos está vestido con triumphal hábiro, que, según se cuenta, fue consagrada de Evandro en la plaza Boaria, y la de Jano, con dos caras, dedicada por el rey Numa, la qual se reverencia con señal de paz y de guerra, y tiene los dedos figurados y puestos de tal manera que, con señal y nora de trecientos y sesenta y cinco días, juzgasen por la significación ser dios del año, del tiempo y de la edad. También se han esparcido por las tierras y provincias estatuas toscanas, las quales no hay duda haverse labrado en Hetruria.1 Y yo creyera haver sido solamente de los dioses, si Metrodoro Scepsio, al qual dieron el sobrenombre del odio que tuvo al nombre romano, no huviera puesto por objeción que los Volsinios fueron combatidos y saqueados por dos mil estatuas. Y admírame que haviendo sido en Italia tan antiguo el uso de las estatuas, las figuras y simulacros de los dioses dedicados en los templos, se hiziesen de madera o de barro, hasta que Asia fue vencida y sugecada, de donde vino la demasía y exceso. Quál haya sido el primer origen de hazer retratos al narural en aquel modo que los griegos llaman pasta, será más conveniente dezirlo, porque fue antes que la estatuaria. Pero ésta floreció infinito, de tal suerte que se podrían escrivir muchos libros, si quisiese no tratar della particularmente; pero ¿quién podrá dezir todas las cosas? Siendo edil Marco Scauro, huvo solamente en la cena del teatro de aquel tiempo tres mil retratos. Murnmio, haviendo vencido a Achaya, llenó dellos la ciudad de Roma, y él murió sin dexar a su hijo doce con que casarse. Pues ¿por qué no se pondrá con escusa? También los Lúculos cruxeron muchos. También Muciano, tres vezes cónsul, escrivió haver en Rhodas tres mil estatuas de retratos, y tiénese por cierto no haver menos en Achenas y en Olimpia y Delphos.

¿Quién podrá ir refiriendo estas cosas de los mortales? O ¿quién podrá sólo imaginarlas? Harto será querer cocar las más insignes, y por alguna causa notables, y nombrar los artífices celebrados. Por ser también inexplicable la muchedumbre dellas en particular. Porque Lisipo se dize haver hecho seiscientas y diez obras, y todas de tanta arte y perfección que qualquiera dellas pudiera dar fama y autoridad. Súpose este número después de muerto, abriendo el heredero su tesoro, porque tenía costumbre de guardar un denario de oro del precio de la manifatura de cada retrato de bulto. Ensalzase el arre, sobre la humana fe, con el suceso y después con el atrevimiento. En prueva del suceso traeré un exemplo de propia y natural semejanza, y no será de dioses ni de hombres.

En nuestra edad se vio en el Capitolio, ames que se quemase haviéndole puesto fuego los Vitelianos, que en la capilla de Juno havía un perro de bronce que se estava lamiendo su llaga, del qual su admirable figura y natural semejanza del verdadero, no sólo se entiende por haver sido dedicado a aquel lugar, sino por la nueva satisfacción que pusieron por él, porque pareciéndoles que ninguna suma de dinero era igual y suficiente, fue ordenado por público decreto que los que tenían a cargo el guardarle obligasen su vida por aquella estatua. Del atrevimiento hay innumerables exemplos. Porque vemos increybles y no imaginados bultos de estatuas, a las quales llaman colosos, que se igualan y compiten con las torres. Tal es en el Capitolio la estatua de Apollo, traída por Marco Lúculo desde Apollonia, ciudad del Pomo, que tiene treinta brazas de largo y costó de hechura ciento y cincuenta talentos. Tal es en el campo Marcio el Júpiter que dedicó el emperador Claudio, a quien llaman Pompeyano, por estar junto al teatro de Pompeyo; tal es también el de Tarenco, el qual hizo Lisipo de quarenca brazas. Havía en él una cosa admirable, que, según dizen, se movía con una mano y ningunas tempestades le hazían perder su firmeza (cal era el orden con que estava fijado). Esto dizen que previno su artífice, oponiendo una coluna apartada poca distancia, adonde principalmente convenía quebrantarse e! viento. Y así, por su grandeza y por la dificultad de moverle, no tocó a él Flavio Verrucoso, aunque mudó de allí al Hércules que está en el Capitolio. Pero sobre todos fue admirable el Coloso del Sol,2 en Rodas, el qua! havía hecho Chares Lindio, dicípulo del sobredicho Lisipo, fue de setenta codos de alto. Esta estatua o simulacro, después de cincuenta y seis años, fue derribado por un terremoto, pero caído en tierra causa también admiración. Pocos alcanzan a abrazar su dedo grueso, {pues} sus dedos son mayores que muchas estatuas y en sus miembros quebrados están abiertas grandes cuevas: vense dentro piedras grandísimas, con cuyo peso la havía afirmado puesta en pie. Dizen que fue hecho en doze años por trecientos talemos, los quales havían traído del aparato y recámara del rey Demerrio, haviéndole dexado con enfado de la tardanza. Hay en la misma ciudad otros cien colosos menores que éste, pero qualquiera dellos era bastante a ennoblecer el lugar donde estava. Fuera déstos havía cinco estatuas o colosos de dioses, los quales hizo Briaxis. También hizo colosos Italia, porque en la librería del templo de Augusto vemos el Apolo de Toscana, que medido desde el dedo grueso tiene cincuenta pies, y hay duda si es más admirable por el metal o por su hermosura. Hizo también Sp. Carvilio el Júpiter que está en el Capitolio, haviendo vencido a los samnites, los quales combatían con la sagrada ley, de sus peros, grevas y hielmos de metal. Es can grande este coloso que se alcanza a ver desde el Júpiter Laciario. De las reliquias de la lima hizo él su estatua, la qual está delante de los pies de aquel simulacro. También hay en el mismo Capitolio dos cabezas admirables, las quales dedicó P. Lenrulo, cónsul, la una hecha de mano del sobredicho Charete y la otra hizo Decio, vencido en su comparación de tal manera que su artificio no parece ser de aprovado artÍfice. Pero a roda la grandeza de estatuas desee género venció en nuestra edad Cenodoro, haviendo hecho un Mercurio en Arverna, ciudad de Francia, en diez años, y llevó por la hechura quatrocientos sexcercios. Y después que liavía aprovado allí suficientemente su arre, fue llamado a Roma, de Nerón, adonde hizo el coloso señalado por simulacro de aquel príncipe, de ciento y diez pies de alto, el qual fue dedicado a veneración del Sol. Condenadas las maldades de aquel Príncipe, admirávanos en el obrador no sólo ver el insigne modelo hecho de tierra, pero los pequeños pedazillos, que fue la primera muestra de la obra. Esra escarna mostró haverse acabado la ciencia de hundir el cobre, porque Nerón estava dispuesto a dar oro y plata. Y Cenodoro, en el arre de entallar y cinzelar, no era inferior a ninguno de los antiguos. Quando hazía la estatua de los arvernos, presidiendo en aquella provincia Vibio Abiro, contrahizo dos vasos para bever, que havían sido labrados por mano de Calamide, los quales, teniéndolos en mucho, los havía dado César Germánico a Casio Silano, hermano de su madre y su preceptor, y los hizo tan semejantes que apenas se conocía alguna diferencia de su arte. Y quanro mayor fue la excelencia en Cenadero, tanto más se puede conocer el olvido de labrar el cobre.


EL INTERPRETE

1(Hetruria). Tierra de Florencia. 2(El Coloso del Sol). Algunos dizen que, quando el soldán de Egipto tomó la isla de Rodas, cargó noventa camellos del metal desee coloso. Por éste dizen también que los de Rodas fueron llamados colosenses.

TOMO Va. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2a