CAPITULO IX


De los espejos y plata de Egipto


Havíase tenido por cierto que no se podían tender láminas ni hazer espejos sino de bonísima plata. Y ya también esto se corrompe con engaño. Pero admirable es la naturaleza de representarse y darse a ver las imágenes, lo qual conviene hazerse con la repercusión del meta tornando la especie a los ojos. Y con la misma fuerza se ve en los espejos, estando terso y liso su grueso, y estando algo apartado se dilata inmensamente la grandeza de las imágenes. Tanto importa la diferencia de despedir la repercusión o de recebirla.1 Y también los vasos para bever se figuran desta manera, repartidos dentro muchos óvalos, o quadros, como espejos, de suerte que mirándose uno se ve un pueblo de otras tantas imágenes. También se han inventado cosas monstruosas, como las dedicadas en el templo de Esmirna. Esto sucede por la figura de la materia, y importa mucho ser cóncavos y a manera de vasos para bever o relevados a manera de rodelas, hundidos por medio o levantados, transversos o oblicos, caídos o derechos, según la calidad que tuerce las sombras que vienen al espejo de las figuras que recibe. Porque no es otra cosa aquella imagen, sino una digesta claridad de la materia que recibe sombra. Y para que se trate en este lugar todo lo que hay que dezir de los espejos: Acerca de los antiguos fueron los mejores los brundusinos, mezclados de estaño y cobre. Avemajáronse los de plata. El primero que los hizo fue Praxiteles, en tiempo de Pompeyo Magno. Y nuevamente se ha comenzado a tener por cierto que muestran más propia y cierta imagen poniendo en ellos oro por detrás. También en Egipto tienen la plata para ver en los vasos a su dios Anube, y pintan la plata, no la cinzelan. Pasa también esta materia a las estatuas de los triunfos, y crece admirablemente el precio del cegado resplandor. Y házese desta manera: mézclase con la plata la tercia parte de cobre cyprio sutilísimo, al qual llaman coronario, y de azufre vivo tanto como de plata, y fúndese en un vaso de tierra cerrado con arzilla, y el modo de cozerlo es hasta tanto que se abran por sí mismas las cubiertas. Queda negro con una hiema como de huevo duro: pero de suerte que se tritura y muele con vinagre y greda.

Antonio, triunvir, mezcló, al denario, hierro y también lo mezcló a la falsa moneda de cobre. Otros quitan del peso, siendo justo sellar ochenta y quatro denarios de cada libra, y así se hizo arte de provar los denarios, con ley tan agradable al pueblo que por esto dedicó en las calles estatuas enteras a Mario Gratidiano. Y es cosa admirable que en sola esta arte se aprenden los vicios, y se mira y advierte el exemplar del denario falso y con muchos denarios verdaderos se compra el adulterado.


EL INTERPRETE

De los espejos, léase Rhodiginio, libro 15, caps. 12 y 13.


1(De recebirla). Séneca, Q. natur., lib. 1, cap. último.

TOMO Va. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2a