CAPITULO III


De otros usos del oro en los hombres y mujeres y de la moneda de oro, y quándo fue la primera vez que se acuñó el cobre, plata y oro, y antes que se acuñase qué costumbre huvo en el cobre y quál la mayor moneda en su primera estimación y quántas vezes y en qué tiempo creció la autoridad del oro


Para honra de los sacrificios de los dioses, ninguna otra cosa fue inventada si no que, los animales que se havían de sacrificar, solos los mayores se ofreciesen dorados los cuernos. Pero en la milicia creció también de ral manera esta pompa y sumptuosidad que se hallan cartas de Marco Bruto, escritas en los campos Philípicos, doliéndose de que los tribunos traía n las hevilletas de oro: pero tú mismo, Bruto, callaste que se truxese el oro en los pies de las mugeres, y desta culpa y maldad a arguymos nosotros a aquel primero que por los anillo hizo dignidad con el oro, para que también traygan, mucho tiempo ha, los hombres en los brazos lo que viene de los Dárda nos, que por esto se lla mava dardanio. Las virias se llaman célticas y las viriles celtibéricas. Traygan las mugeres el oro en las manillas, en todos los dedos, en el cuello, orejas y apretadores del cabello; discurran las cadenas para los lados y estén pendientes del cuello de las señoras los pesos de las perlas engasronadas en oro, para que también en el sueño esté presente la conciencia de las uniones, pero ¿qué también se han de poner en los pies, y qué entre la estola, y la plebe se haga este medio orden equestre de las mugeres? Más honestamente damos esto los varones para la crianza de los hijos y la hermosura de los niños conviene así los ricos matices. Pero ya empiezan también los varones a traer en los dedos a Harpocrates y las estatuas de los dioses de Egipto. Huvo también otra diferencia, en el imperio de Claudio, en solos aquellos a los quales dieron licencia sus libertos de traer la imagen del Príncipe en anillo de oro, con grande ocasión de delitos; todo lo qual quitó la saludable venida del emperador Vespasia no, publicando ser igualmente Príncipe en todas las cosas. De los anillos de oro y de su uso baste lo dicho hasta aquí.

Próxima maldad y daño hizo el primero que acuñó moneda de oro, lo qual también se ignora y no se sabe quién fue el autor. El pueblo romano, es cierto no haver usado ni aun moneda acuñada de plata, antes que fuese vencido el rey Pirrho. Pesávase el as libral, de adonde también aoca se llama libella, y el dipondio. Por lo qual se llamó pena grave la pena de cobre, y hasta aoca en las cuentas y razón de gastos se dizen expensas, y también impendios y depender. Fuera desto, los pesadores de los estipendios o pagas de los soldados, esto es, los que ponderan su devida paga, se llaman libripendes, con la qual costumbre, en aquellas compras de cosas que se reciben y cambian, se usa también hasta aoca del peso y libra. El rey Servio fue el primero que signó y acuñó moneda de cobre. Antes dél, según escrive Rerneo, se usava dello en Roma, tosco, sin sello o cuño. Sellose con una figura de oveja, y así, de pecus, fue llamada pecunia. El mayor censo y renta, en tiempo de aquel rey, fue de ciento y diez mil ases: y por esto fue ésta la primera clase de monedas. La plata fue acuñada con sello año quinientos y ochenta y cinco de la ciudad de Roma, siendo cónsul Quinto Favio, cinco años antes de la guerra cartaginense. Y agradó que el denario fuese por diez libras de cobre y el quinario por cinco y el sextercio por dos libras y media. Pero no siendo suficiente la República para los gastos que tenía con la guerra cartaginense, enchicó el peso de la libra del cobre y constituyó que se acuñasen los ases de peso sextantario, y así, grangeada la quinta parte, se pagó el dinero ageno. La señal y sello de la moneda de metal fue, por la una parte, Jano con dos caras y, de la otra parte, el rostro de la proa de una nao. Pero en el triente y quadrante pusieron figuras de naos. El quadrante fue llamado primero triunce, por ser de tres onzas. Después, apretando a la República Aníbal, siendo Quinto Favio máximo dictador, se hizieron los ases de una onza. Y agradó que un denario se trocase por diez y seis ases, y el quinario por ocho y el scxtercio por quatro: y así grangeó la República la mitad. Pero en el estipendio y paga militar siempre se dio un denario por diez ases. Los sellos de la moneda de plata fueron un carro con dos cavallos o con quatro cavallos. Y de aquí se llamaron bígados y quadrígados. Después, por la ley Papiria, fueron hechos los ases de media onza. Livio Druso, siendo tribuno de la plebe, mezcló a la moneda de plata la otava parte de cobre. Y aquella moneda, que aora se llama victoriato, se batió por la ley Clodia. Porque de ames traída esta moneda de Esclavonia, la tenían por mercaduría. Y llamose victoriato por estar signado con la vitoria. La moneda de oro se batió sesenta y dos años después que la de plata, de suerte que un escrúpulo valiese veinte sextercios, lo qua! hizo que, según el orden de los sextercios, hiziese una libra novecientos sextercios de los que eran entonces. Después desto se ordenó que de cada libra se acuñasen quarenta mil, y poco a poco los príncipes disminuyeron el peso: y así el menor de todos fue reduzido a cuarenta y cinco mil. Pero del dinero se imaginó el primer origen de la avaricia, con el logro y ganancia sin trabajo. Esta poco a poco se encendió con una rabia que ya no era avaricia, sino hambre insaciable de oro, como se vio quando Septimuleyo, amigo de Cayo Graco, truxo cortada su cabeza a Oppimio, por otro tanto oro como pesase: y meciéndole plomo en la boca, engañó a la República con su parricidio. Y el rey Mithrídates, haviendo prendido al capitán Aquilio, le echó oro derretido por la boca, no ya por alguno de los ciudadanos romanos en particular, sino por el nombre universal infame de toda la romana República. Estas cosas engendra y produze la codicia de tener. Avergüenza sólo mirar estos nombres, que cada día se imaginan nuevos en la lengua griega, imprimiendo oro en los vasos de plata o encerrándolo en ellos, con los quales deleytes, así venden los vasos de oro como los dorados. Aunque sabemos que Spartaco vedó que ninguna persona tuviese oro ni plata en sus reales. Tanto más ánimo tuvie.ron nueStros esclavos fugitivos. Mesala orador escribió que Marco Amonio, triumviro, usó de vasos de oro en todos sus deseos deshonestos. También con vergonzoso delito de Cleopatra.

Acerca de los pueblos estrangeros, havía sido reputado por suma licencia que el rey Philipo acostumbrase a dormir con una taza de oro debaxo de la almohada y que Agnone Teyo, prefecto de Alexandro Magno, fixase las chinelas con clavos de oro. Antonio, en desprecio de naturaleza, hizo vileza con el oro, obra digna de destierro. Pero fuera de otras cosas, me admira que el pueblo romano, haviendo vencido tantas gentes siempre, impusiese por tributo plata y no oro. Como quando venció a Cartago, y con ella a Aníbal, la impuso que por espacio de cincuenta años pagase cierto peso de plata cada año, y no puso cosa alguna de oro. Y no se puede creer que esto fuese por falta que havía dello en el mundo; porque Midas y Creso havían poseydo infinito. Y ya Ciro, haviendo vencido la Asia, havía hallado treinta y quatro mil libras fuera de los vasos de oro y oro labrado, y entre ello sillas y un plátano y una vid, con la qual vitoria ganó quinientos mil talentos de oro y la taza de Semíramis, que pesava quinze talentos. Y cada talento de los egipcios, escrive Varrón que pesava ochenta libras. Ya havía reynado, en Colcos, Salauces y Esubopes, el qual, hallando la tierra virgen, se dize haver sacado mucha cantidad de oro y de plata en la provincia de los samnos. Y fuera deseo fue famoso el reyno de Colcos con los vellones de oro. Y también se cuenta que en su palacio eran los aposentos de oro y las vigas de plata, y las colunas y basas, haviendo vencido a Sesostre, rey de Egipto, tan sobervio que se cuenta dé! que cada año hazía que por suerte unciesen a algunos de los reyes que tenía sugetos, para que tirasen su carro, y triunfava desea manera. Y nuestros romanos hizieron cosas que los venideros las tendrán por fabulosas. César, que después fue dictador, fue el primero que, siendo edil, puso por ofrenda funeral de su padre todo el aparato del teatro de plata. Y fue también la primera vez que se vio combatir a las fieras con astas de plata. Y después C. Antonio bizo sus fiestas en una casa o tienda labrada de plata, lo qual también por emulación se haze en las ciudades principales. También Lucio Murena y Cayo Calígula, emperador, truxo al circo una máchina, llamada pegma, en que se ponían las estatuas, la qua! tuvo ciento y veinte y quatro libras de plata. Claudio, sucesor suyo quando triumphó de Inglaterra, entre las coronas de oro tuvo una de siete libras, la qual le havía dado la España Citerior, y otra de nueve que le dio la Galia Comata, como mostró el título. Después su sucesor Nerón cubrió de oro en un día el teatro de Pompeyo, para mostrársele a Tyrídates rey de Armenia. Pero ¿quánta parte fue ésta del aparato de aquella casa de oro, que rodeaba la ciudad? En el consulado de Sextio Julio y de Lucio Aurelio, siete años antes de la tercera guerra cartaginense, huvo en la casa del tesoro y erario del pueblo romano dozientas y veinte y siete libras de oro, y noventa y dos mil de plata, y fuera desee número trecientas y ochenta y cinco. Y siendo cónsules Sextio Julio y L. Marcio, que fue en el principio de la guerra social, huvo ochocientas y quarenta y seis libras de oro. Cayo Julio César, la primera vez que entró en la ciudad, en su guerra civil, sacó del erario de ladrillos de oro veinte y seis mil, y en lo contado trecientas libras, y en ningunos otros tiempos estuvo más rica la República. Paulo Emilio, haviendo vencido a Perseo, rey de Macedonia, truxo de la presa tres mil libras de oro, desde el qual tiempo dexó el pueblo romano de pagar tributo. Las techumbres de lazos, que aora se cubren tan bien de oro en las casas de personas principales, después de haver destruydo a Cartago, se comenzaron adorar en el Capitolio, en la censura de L. Mumio. De allí adelante se usó hazer lo mismo en los aposentos y en las paredes, las quales ya se doran también como los vasos, teniéndose en tiempo de Catulo varias opiniones dél, por haver sido el primero que sobredoró las tejas del Capitolio, las quales eran de cobre. Ya diximos en el séptimo libro quiénes fueron los inventores del oro, como casi de todos los otros metales. Entiendo que este metal tuvo particular estimación, no por el color, el qua! en la plata es más claro y más semejante a la luz del día y por esto más familiar a las insignias de guerra, porque resplandece más lexos, con manifiesto error de aquellos que entienden haver agradado en el oro el color de las estrellas, siendo cierto que en las piedras preciosas y en otras muchas cosas no es el más estimado. Ni tampoco es aventajado a los otros metales por el peso o por ser fácil de labrar, siendo en entrambas cosas inferior al plomo, sino porque el oro solo entre todas las cosas no pierde nada en el fuego, y en los incendios y llamas persevera segura su materia. Y antes, mientras más se enciende y arde más aprovecha y se mejora. Y la prueva para el oro es el fuego y que se ponga roxo con el mismo color que el fuego y a éste llaman obrizo. La primera prueva de su bondad es encenderse con mucha dificultad. Fuera desto, es cosa admirable que con las brasas violentísimas de leña es indómito y con fuego de paja2 se enciende prestísimo, y para que se purgue, se cueze con plomo. Otra mayor causa de su estimación es gastarse poquísimo con el uso, y con la plata, cobre y plomo se hazen líneas y se ensuzian las manos con la materia que dellas se pierde. Y no hay metal alguno que se pueda estender y dilatar más que el oro, ni que se pueda dividir en más partes, porque una onza se divide y tiende en cincuenta y en setenta y en más láminas de quatro dedos de ancho a una y a otra parte. Las más gruesas déstas se llaman prenestinas, reteniendo hasta aora el nombre de la estatua de la Fortuna, que se doró allí fidelísimamenre. La próxima y más cercana lámina a éstas se llama questoria. En España se llaman strígiles unas pequeñísimas pelotillas de oro, que solamente entre todos los metales se cogen en masa o granos de por sí, siendo cier to que todos los demás metales que se hallan se perficionan con el fuego. Esco luego al momento es oro, y de todo punto ciene consumada perfección quando así se halla, porque esta invención suya es natural, y otra, la qual diremos es forzada. Pero sobre todas las otras excelencias del oro es no haver para él algún orín o moho, ni otra cosa que salga dello, que consuma su bondad o desminuya su peso. Ya se conoce su constancia contra los jugos de la sal y del vinagre, domadores de todas las cosas, y sobre todo se hila y texe a manera de lana y sin lana. Verrio escrive que Tarquina Prisco triunfó con una ropa de oro. Yo vi a Agripina, muger del emperador Claudio, que estava junto a él quando dava muestra de la batalla Naval, vestida con vestid uras de oro texido sin otra materia. En las telas attálicas ya ha mucho tiempo que se rexe por invención de los reyes de Asia. El mármol y las cosas que no se pueden blanquear, se doran unrándolas con claras de huevo. Y la madera con cierta mixtura a modo de cola y llámanla leucóphoro. Qué sea ésta, o de qué manera se haga, lo enseñaremos en su lugar. Usávase dorar el metal con azogue o con hidrargiro, de los quales, como diremos escriviendo sus naturalezas, se halló fraude. Primeramente se atormenta mucho el metal, y después de encendido se apaga con sal y vinagre y alumbre. Después se cubre con arena para conocer con el resplandor si está harto cozido, y luego se torna al fuego a que se exale, para que así domado pueda, con pómez, alumbre y azogue mezclados, recebir sobre sí las hojas de oro. El alumbre tiene tal fuerza para limpiar, como diximos, que tiene el plomo.


EL INTERPRETE

1(Las virias). Era n collares, ornamentos del cuello de los celtas y viriles los de los celtíberos. 2(Con fuego de paja). Con fuego de acre, dirá mejor, y no de paja, como se colige del libro 18, cap. 10.

TOMO Va. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2a