CAPITULO III


De la calidad de las aguas y de sus daños o comodidades


Pregúntase entre los médicos qué aguas sean las más provechosas, y con razón se condenan las estanca­das, que están perezosas y quedas, y se tienen por más útiles las que corren, porque con su curso y con el golpearse se adelgazan y mejoran, y así me maravillo que sean grandemente aprovadas de algunos las de cisternas. Pero éstos dan la razón, diziendo que por ser ligerísima el agua de las lluvias, pues puede subir y estar pendiente en el ayre.1 Y por esto prefieren también las nieves a las lluvias, y también la escarcha o yelo a las nieves, restringiendo la sutileza suya, como a lo último y casi infinito. Porque éstas dizen ser más livianas, y la escarcha o yelo mucho más liviano que el agua. Pero refutar la opinión y parecer désros conviene a la vida. Y primeramente aquella levedad y ligereza del agua apenas se puede conocer de otra suerte, sino con el sentido, porque casi no se diferencian entre sí las aguas en un mínimo punto de peso. Ni haver subido en el ayre es argumento en el agua llovida de levedad y ligereza, viendo que también suben piedras, y que cae el agua del ayre, inficionada con el vapor de la tierra, de lo qua! viene que en el agua de lluvia se sienta haver mucha inmundicia, y que por esta causa se calienta muy presto. También me admiro que les parezca ser lo sutilísimo de este elemento la nieve y el yelo, poniéndoles el argumento de los granizos, los quales es común opinión ser pesrilentísima bevida. Y no pocos entre ellos al contrario publican que la bevida de yelo y de nieves es dañosa y mal sana, porque la parte más delgada y sutil se ha gastado y resuelto. Y cierto es que qualquiera licor, congelándose, se conoce claramente que se desminuye, y que con el demasiado rozío se haze sarna y con la escarcha tizonzillo, y son causas semejantes a la nieve. Las aguas llovedizas todos convienen en que se corrompen con grandísima presteza, y que duran poquísimo en la navegación. Pero dize Epígenes que el agua podrecida, purgada siete vezes, no se torna a corromper. Y también los médicos confiesan ser las cisternas inútiles al vientre y también a las fauces, haziendo durezas. También ha n de confesar que ningunas aguas tienen más de cieno o de animales que causan asco. Ni luego se puede afirmar ser utilísimas las de los ríos, como ni las de alguno de los arroyos, porque hay muchos lagos grandemente saludables; y, así, algunas deste género son utilísimas en una parte y otras en otras. Los reyes de los parthos beven solamente del río Choaspe y del Euleo, y, aunque vayan muy lexos, las llevan consigo. Y agrádales la bevida desros ríos no porque sean ríos, y se muestra claro porque no beven del Tigris ni del Euphrates ni de muchos otros. El cieno de las aguas es defeto y vicio, pero si en el mismo río se cría abundancia de anguillas, se tiene por indicio de sanidad, como de frío engendrarse gusarapas en la fuente. Ante todas cosas se condenan por malas las aguas amargas y las que muy de presto llenan la hoya, lo qual sucede en Trezene. Porque las nitrosas y saladas, que van por los desiertos del mar Bermejo, echándolas polenta las hazen útiles dentro de dos horas, y comen y se sustentan con la misma polenta. Condénase por malas las fuentes que hazen cieno y las que hazen mal color a los que las beven, y conviene mirar si ensuzian los vasos de metal o si tardan en cozer las legumbres; si liquadas lentamente dexan tierra, y si cozidas cubren los vasos de gruesas costras. Es también defeto del agua no sólo que huela mal, pero q ue de qualquiera manera tenga sabor de alguna cosa, aunque sea sabor deleytoso y agradable y, como muchas vezes sucede, llegando casi a tener gusto de leche. La agua saludable conviene que sea muy semejante al ayre. En todo el mundo se dize haver una fuente de agua que huele agradablemente, y está en Mesopotamia, en Cabura. Traen por causa desto una fábula, y es porque en ella se bañó Juno. Pero, finalmente, de las aguas saludables no ha de haber algún sabor o olor. Algunos juzgan de su salubridad pesándolas con peso, siendo diligencia impertinente y sin provecho, porque es cosa muy rara que haya alguna más liviana que otra. La más cierta sutileza entre iguales cantidades es que, la que más presto se calienta y se enfría, aquélla es mejor. Y afirman que, echada en vasos que no cuelguen de las manos, se ativia puestos en tierra. Pues ¿qué género de agua podremos aprovar por mejor? Ciertamente la de pozos,2 como veo ser manifiesto en los pueblos: pero de aquellos en los quales sucede el exercitarla con ordinario uso y tiene aquella tenuidad, colándose por la tierra, y esto baste quanto a su salubridad. Para su frialdad es necesaria la sombra y opacidad, pero de suerte que vean el cielo. Sobre todo se ha de observar una cosa, y ésta conviene, para que sea continua y no falte, que salga y tenga el manantial en vado y no en laderas. Porque, para que esté fría al tacto, también se haze por arte siendo herida de los vientos o apretada y impelida a subir en alto, o arrojada abaxo de parte sublime. Y una misma agua a los que están nadando, deteniendo el aliento los parece más fría. Invención fue del emperador Nerón cozer el agua y, echada en un vidrio, enfriarla en nieve, y desta suerte se toma el deleyte de bever frío, sin los daños de la nieve. Porque sin duda concuerdan todos que toda agua cozida es más provechosa, y también que, calentada, se enfría más, que fue sutilísima invención. Es remedio para el agua viciosa y mala, si se cueze hasta gastar la mitad. Con el agua fría echada encima se restaña la sangre y, teniéndola en la boca, los que están en los baños no sienten demasiado calor. Muchos coligen, con familiar exemplo, que no porque sean las aguas frigidísimas en la bevida lo son también en el tacto, porque se alterna y varía este bien. La más excelente de todas las aguas en todo el mundo, haziendo ventaja en frialdad y sanidad, por testimonio de toda Roma, es el agua de la fuente Marcia,3 dada a la ciudad entre los demás dones de los dioses. Antiguamente se llamava esta agua Aufeya, y la misma fuente Piconia. Nace en los últimos monees de los pelignos, pasa por los marsos y por el lago Fucino, buscando sin duda a Roma. Después, sumergida por una cueva, torna a salir en la vía Tiburtina, y nueve millas fue traída por conductos y arcos. El primero que con agüero consultó el traerla a Roma fue Anco Marcio, uno de los reyes. Después Q. Marcio, rey, en su pretura, y otra vez la restiruyó y reparó Marco Agripa. El mismo truxo, desde la senda de la ocava piedra, el agua Virgen, dos mil pasos por la vía Prenestina. Allí cerca está el río Herculano, huyendo del qua! tomó el nombre de Virgen. Con la comparación deseos dos se coroprebende la diferencia sobredicha, porque quanto se aventaja la Virgen en la frialdad cocada, tanto se aventaja la Marcia bevida. Aunque ya mucho tiempo ha que de la una y de la otra se perdió el deleyte y gusto en la ciudad, apartando la pública salud con ambición y avaricia a las alquerías y lugares fuera de Roma.

No será fuera de propósito juncar a esto la razón y orden de buscar las aguas. Hállanse principalmente en los valles, y en algunos lindazos cóncavos o raízes de monees. Muchos han encendido que, adonde quiera, las partes sepceocionales son aguanosas, en lo qual será necesario mostrar la variedad de Naturaleza. En los montes Hircanos no llueve al lado de mediodía, y por esta causa solamente tienen selvas hazia la parte de aquilón. Pero los montes Olimpo, Osa, Parnaso, Apenino y los Alpes, por todas partes están vestidos de selvas y son bañados de ríos. Algunos sólo por la parte de austro, como en Creta los monees Albos; y así no se juzgará en estas cosas alguna que sea de perpetua observación. Son señales de agua el junco o cañas, o la yerva de que hemos tratado; y, muy cierto, donde la rana se echa sobre el pecho. Porque el salze errático y el alno y el vítex4 o la hiedra nacen de suyo espontáneamente o con la corriente del agua llovida, que baxa de lugares altos y se detiene en sitio inferior y más baxo, y son señal engañosa. Mucho más cierta señal es la exalación nublosa que se ve desde lexos antes de salir el Solo qual especulan y consideran algunos de propósito, echados de pechos, tocando con la barba la tierra. Hay también una particular conjetura solamente conocida de los peritos y diestros, la qua! siguen quando haze ferviencísimo calor y en las horas ardientísimas del día, considerando quál sea y de qué lugar la repercusión que resplandece, porque sí, escando la tierra seca y sedienta, aquel lugar es más húmedo, indubitable esperanza promete de haver allí agua. Pero es necesario tener los ojos tan fixos y ateneos, mirando, que llegan a sencir dolor, y así, huyendo esto, acuden a otras pruevas y experiencias, cavan el suelo siete pies en hondo y, cubierto con unas cejas de barro crudas o con un barreñón de cobre untado, puesta una luz ardiendo y techado encima con hojas y después con tierra. Si se hallaren las tejas de barro húmedas o rompídas, o sudor en el metal o la luz, no teniendo falta de azeite, apagada o un vellón de lana mojado, sin alguna duda prometen aguas. Algunos secan y cuezen primero el lugar con fuego, haziendo así más eficaz el argumento de los vasos. Y la misma tierra promete agua quando se halla con algunas manchas, que blanquean, o roda de color verde. Porque en tierra negra casi nunca son los manantiales perpetuos. La tierra gredosa para hazer vasos siempre quita la esperanza de agua, ni cavan más en los pozos, observando que aquélla es cueros de la tierra, y para que de la negra decienda agua se ha de observar el orden sobredicho. En la tierra arzillosa es siempre el agua dulce, y más fría en la maziza, y también ésta se prueva, porque las haze dulces y ligeras, y colando detiene todas las inmundicias. La tierra arenisca promete pocas y cenosas. La rubia inciertas venas, pero de buen sabor. La de arenas gruesas y de arena carbunculosa promete aguas ciertas y estables y salutíferas. Las piedras roxas las promete bonísimas y de certísima esperanza. Las raízes pedregosas de los monees y el pedernal prometen lo mismo, y más que serán muy frías. Pero conviene a los que caban ir siguiendo las críetas más húmedas, y que deciendan las herramientas con más facilidad. Quando en lo hondo de los pozos se hallan venas sulfúreas o aluminosas, matan a los pozeros. Es experiencia de este peligro si, metida una candela encendida, se apaga, entonces junco al pozo a la parte derecha y izquierda se cavan unos desfogaderos que reciban aquel vapor grave y nocivo. También sin tener estos vicios, con la misma profundidad y hondura se haze más grave el ayre, el qual enmiendan ventilando con asiduo movimiento de lienzos. Quando se ha llegado al agua, levantan las paredes del pozo sin arena ni cal, porque no se atapen las venas y manantiales. Algunas aguas, luego en comenzando el verano, son más frías, de las quales no está muy hondo su origen, porque se haze de las lluvias del invierno. Algunas en el nacimiento de la Canícula, como sucede uno y otro en Pella de Macedonia. Porque antes de entrar en el pueblo, quando empieza el estío, es fría el agua de lagunas. Después, en lo más riguroso del estío, en las partes más altas del pueblo está frigidísima como yelo. Esto sucede también en Chío, por la misma razón, en el agua del puerto y del lugar. En Athenas, quando el estío es llovioso, es más fría el agua de Eneacrunos que el pozo del huerto de Júpiter, pero éste, si el tiempo es seco, está helado.


EL INTERPRETE

1(Y estar pendiente en el ayre). Esta razón no vale, porque el agua no sube en forma de agua, sino de vapor, y, condensado en llegando a ser agua, cae y según fue la tierra y agua de donde se levantó el vapor será el agua formada dél. 2(La de pozos). Avicena la condena. 3(El agua de la fuente Marcia). Esta truxo Nerva a los montes Celio y Aventino de Roma, y después Diocleciano a sus termas, sobre la puerta Exquilina. 4(El vítex). Anocasto.

TOMO Va. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2a