CAPITULO XX


Cosas maravillosas de animales


Fuera destas cosas se cuentan otras admirables, que se hallan en los mismos animales. La huella del cavallo, echada fuera o levantada con la uña (como suele suceder muchas vezes), si alguno cogida la guardare, es remedio para quitar el zollipo a los que se acordaren en qué lugar la pusieron. El hígado de liebres dizen ser semejante en el efeto a la uña del cavallo, y rebentar los cavallos que siguen debaxo del cavallero las pisadas de los lobos, y haver en los talones de los puercos una cierta fuerza y virtud de discordia. En los incendios, si se echa alguna cosa de estiércol de los establos, se saca fuera con más facilidad lo que hay, y no tornan atrás las ovejas ni los bueyes. Las carnes de los cabrones carecen de su mal olor y virulencia si aquel día en que los matan huvieren comido pan de cevada o huvieren bevido laser desatado en el agua. Y ningunas destas carnes crían polillas o gusanos cezinándolas con sal en Luna menguante. Y de tal manera está todo esperimentado, sin haverse dexado nada por provar, que hallamos escrito que la liebre sorda engorda más presto. Pero, entre las medicinas de los animales, si sale sangre a los jumentos, se les tiene de infundir estiércol de puerco en vino. Pero, para las enfermedades de los bueyes, sebo, azufre vivo, ajo silvestre y huevo cozido; todas estas cosas trituradas se les han de dar en vino o unto de raposa. La carne de cavallo, cozida y desatada en la bevida. dizen curar las enfermedades de los puercos. Y para las de todos los animales de quatro pies, la cabra entera con su cuero y la rana rubeta muy cozidas. Las gallinas dizen no ser tocadas de las raposas haviendo comido el hígado seco deste animal o si truxeren los gallos puesta al cuello alguna cosa de su piel. Semejantes eferos dizen de la hiel de la comadreja. Los bueyes en Cipro dizen que curan sus dolores de tripas con los excrementos del hombre, y que no se gastan y despean los pies de los bueyes si los untan primero los cuernos con pez líquida. Y que los lobos no llegan a los campos si, haviendo cogido uno, quebrándole los pies y metiéndole un cuchillo, se esparce su sangre poco a poco al rededor del campo y a él después le sotierran en aquel lugar, desde el qual le comenzaron a llevar. O si al dental con que aquel año se dio el primer surco en el campo, quitado del arado, le quemare el fuego del hogar, donde se junta toda la familia, y que el lobo no dañará en aquel campo a algún animal mientras esto se hiziere. Desde aquí tornaremos aora a los animales de su género, los quales no son mansos ni ferozes.

TOMO Va. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2a