CAPITULO IV


Escarnio del arte mágica, y del lichen y del remedio suyo, y de las fauces


{A Asclepiades}, sobre todas las cosas, le ayudaron las vanidades mágicas, levantadas en tanta reputación que podían quitar el crédito a todas las yervas. Dezían secarse los ríos y los estanques echando en ellos la yerva ethiópida, y abrirse todas las cosas cetradas con su tocamiemo y, echada la acheménide contra el esquadrón de los enemigos, temblar los exércitos atemorizados y, bolviendo las espaldas, huir.1 Y que era costumbre del rey de Persia dar a sus embaxadores la yerva lataz, para que adonde quiera que llegasen tuviesen abundancia de todas las cosas, y otras muchas cosas semejantes. Pero ¿dónde estuvieron estas yervas quando los cimbros y teutones lloravan aullando con la terrible guerra? ¿O quando Lúculo sujetó con pocas legiones tantos reyes de los magos? ¿O por qué los capitanes romanos el primer cuidado que tuvieron siempre en las guerras fue del comercio y provisión? ¿O por qué los soldados de César sintieron hambre cerca de Farsalia, si con la felicidad de una yerva podían tener abundancia de todo? ¿No le era más fácil a Scipión Aemiliano abrir con una yerva las puertas de Cartago, que batir por tantos años con máchinas sus cerraduras? Séquense hoy con la ethiópide las lagunas Pontinas, y dense solamente a la Romanía los campos. Aquella composición de medicamento que se halla acerca del mismo Demócrito, con la qual se engendran los hijos hermosos, buenos y afortunados, ¿por qué nunca los dio tales al rey de Persia? Por cierto maravilla fuera haver llegado hasta aquí la credulidad de los antiguos, nacida de saludables principios, si en alguna cosa conociesen modo los ingenios humanos, y que esta misma medicina hallada de Asclepiades, no huviésemos de provar en su lugar haver sido levantada también más que la levantaron los magos. Pero en rodas las cosas es ésta la condición de los ánimos, que comenzando al principio de cosas necesarias, vienen todas a lo demasiado.

En conclusión, pues, contaremos las demás virtudes y efectos de las yervas demostradas en el libro pasado, y añadiremos aquellas que nos dictare la razón. Pero en los remedios del lichen y tan feo y suzio mal recogeremos muchos de todas panes, aunque no son pocos los que se han ya mostrado. Cura pues al lichen el llantén pistado, el cincoenrama, la raíz del albucio desatada en vinagre, tallos de higuera cozidos en vinagre, la raíz del hibisco cozida en vinagre fuerte y cola, hasta quedar la quatra parte. También se refriegan con piedra pómez para untarse con la raíz del rúmice pistada con vinagre, y poner encima la flor del visco con cal. Lóase también el titimalo2 cozido con resina. Pero la yerva lichen se aventaja a todos estos remedios, tomando el nombre de esta virtud. Nace en lugares pedregosos, con una hoja ancha a la raíz, con un tallo pequeño, de quien cuelgan largas hojas. Esta yerva quita también las señales, muélcse con miel. Hay otro género de lichen, que todo está asido a las piedras, como el musco, que también se haze del untura. Este detiene la sangre instilado en las heridas, y los cotrimientos untando con él. También sana el morbo regio, untándose la boca y lengua con el desatado en miel. A los que se curan así se les manda lavarse con agua salada, y untarse con azeite de almendras, y abstenerse de legumbres. También usan para los líchenes de la raíz de tapsia machacada con miel. La argemonia cura de esquinancia romada en vino, y el hisopo cozido en vino, y gargarizado, y el peucedano mezclado con el quajo del bezetro marino por iguales partes. La proserpinaca pistada con salmuera de menas y azeite, o teniéndola debaxo de la lengua. También el zumo de la cincoenrama beviendo tres ciathos. Este también cura todos los males de las fauces, gargarizado, y el verbasco3 principalmente cura las tonsilas, bevido en agua.


EL INTERPRETE

1(Huir). Gallardamente haze burla Plinio de los magos. 2(Titimalo). Lechitrezna. 3(Verbasco). Gordolobo.

TOMO Va. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2a