INTRODUCCION A LOS LIBROS 26 AL 37 DE LA HISTORIA NATURAL DE PLINIO SEGUN TRADUCCION DE JERONIMO DE HUERTA


EFREN C. DEL POZO


Germán Somolinos d’Ardois, a quien rendimos homenaje en estas líneas, al proponer incluir la traducción del Plinio en nuestro programa de publicación de las Obras completas de Francisco Hernández, atendía a dos propósitos: por un lado, poner a disposición de los estudiosos, en lengua española, la suma de los conocimientos que hasta el siglo primero de nuestra era recogió Plinio el Viejo, hoy inaccesible en nuestro idioma, y por el otro destacar a través de sus comentarios (en esta edición bajo notas del “Intérprete”) al gran humanista del siglo XVI que fue Hernández, sobre la fuente de autoridad que a lo largo de toda la Edad Media representó el eminente compilador romano.

Ya el mismo “hernandista” ha dejado extensas referencias sobre la suerte que cotrieron los originales de la traducción del Plinio por Hernández y a su parecer no existian dudas de que había dado fin a este trabajo, pues en cartas de Hernández escritas desde México en 1576 decía haber terminado los treinta y siete libros de Plinio, “acabados de traducir y comentar”,1 pero no se ha logrado encontrar completa su traducción. El mismo Somolinos llamaba la atención sobre la coincidencia de que fueran precisamente los libros faltantes (26 a 37) los que aparecían en el inventario de los bienes de la biblioteca del arquitecto del Escorial Juan de Hetrera, gran amigo de Hernández y su albacea en su testamento de 1578. Pero es el caso que no existe documento alguno sobre que tales libros de Plinio estuvieran ya vertidos al español y comentados por Hernández, salvo lo que dice en sus propias cartas a Felipe II; sin embargo, sería muy posible que un “perfeccionista”, como lo fue toda su vida, hubiera podido depositar con Hetrera un trabajo todavía incompleto. Es de hacerse notar que ambos manuscritos encontrados, tanto los que llamó Somolinos “primeros botradores” como los de la “redacción definitiva”, sólo cotrespondieran hasta el libro 25, no obstante que las dos series aparecieran empastadas desordenadamente en la Biblioteca Nacional de Madrid, como lo señala en detalle la Dra. María del Carmen Nogués.2

Esta hipótesis, que parece atrevida, no lo es tanto, cuando consideramos que el último libro traducido, es decir el 25, no contiene los comentarios del “Intérprete”, salvo el cotrespondiente al capítulo 1, lo que da idea de un trabajo intetrumpido. Además recordemos que cuando el rey venía insistiendo desde 1574 en que su Protomédico le enviara los libros sobre las plantas, como había quedado de hacerlo repetidas veces, seguía contestando que ‘’irían, sin falta, en la próxima flota”, al grado que llegó a ordenar al vitrey de su puño y letra se le dijera “a este doctor” que muchas veces lo había ofrecido sin cumplirlo. Es posible que siendo su principal encargo, al venir a la Nueva España, estudiar las plantas, viera Hernández como una labor la­ teral su traducción y comentarios del Plinio, sin que al decirlo al rey implicara una mentira, pues lo había terminado en efecto, pero no estaba necesariamente listo para publicación.

Por lo demás, cuando ante las exigencias reales proseguidas por dos años se ve finalmente obligado a enviar sus manuscritos, en 1576, de la Historia natural de la Nueva España, da muchas disculpas por no estar listos para imprimirse y trata de explicar al pormenor las cotrespondencias entre las figuras y los textos, es decir busca impedir que pasen a prensas sin su última supervisión. Una vez más el afán perfeccionista explica, si no excusa, que sus originales hayan llegado a parar a otras manos. Desconocemos cuál haya sido la causa determinante de que Felipe II encargara, en 1580, a Nardo Antonio Recebo “de ver, concertar y poner en orden lo que trajo escrito de Nueva España el doctor Francisco Hernández’’ en tiempos que su autor vi­ vía, acción de que se queja amargamente en su poema a Arias Montano (véase el vol. VI de estas Obras completas), pero su más devoto biógrafo se ve obligado a admitir que para entonces Hernández “seguía puliendo y retocando sus originales”.3

Puesto que es dudoso que Hernández hubiera terminado la traducción del Plinio y en caso de haberlo hecho no contamos con sus originales, a partir del libro 2ó, no hemos querido dejar incompleta la versión española, para lo cual hemos optado por publicar la versión de Jeróni­ mo de Huerta. publicada en Madrid por Juan González en 1ó29 (en su volumen segundo, que comprendía del libro 12 al 37), es decir, 52 años después del regreso de Hernández a España y a 40 de su muerte. De esta manera tomamos de la edición de Huerta los libros 26 al 37 y reproducimos también sus comentarios.4

Aprovechamos esta versión de Huerta que estamos publicando para subsanar una omisión, la de que, según declara expresamente Hernández, no tradujo el capítulo LV del libro 7 porque “no quise interpretar ni poner aquí por no me parecer bien que anduviesen en nuestra lengua vulgar los desatinos que en él osa vomitar Plinio, desvergonzándose no sólo contra lo que los más excelentes philósophos tienen por muy cierto y llano, sino contra lo que nos enseña Dios y nuestra madre la Iglesia, aunque a la verdad él lo funda en razones tan flacas y desemejantes a su ingenio y erudición, que fuera desto tuvo grandísima, que bien parece hombre suelto de la mano de Dios y ajeno de su luz, y tales que, puesto que se escrivieran y no se atrancaran como yerba pestilencial de aqueste lugar, antes fueran persuasión de nuestra verdad orthodoxa acerca de los sabios, que no escándalo a los de mediano juizio”. Fue bastante medio siglo para que Jerónimo de Huerta incluyera, en su versión, el capítulo que para Hernández era intraducible por sostener la no inmortalidad del alma. Jerónimo de Huerta, que fue médico y familiar del Santo Oficio de la Inquisición, recibió toda suerte de aprobaciones reales y eclesiásticas para su publicación, aunque no sin aclarar que sus ‘’intérpretes tienen artes que guar­ den el sentido del libro y escolios y anotaciones provechosas”. Subsanamos pues esta omisión de Hernández.

Nos resistimos a creer que Jerónimo de Huerta haya tenido la osadía imperdonable de plagiar la versión de Hernández de la Historia natural de Plinio, de que lo acusa Gómez Ortega,5 pues ya se han hecho notar las diferencias entre ambas traducciones. Posiblemente ni siquiera tuvo acceso a los manuscritos del Plinio de Hernández, pues hay datos para pensar que por esos tiempos tales originales andaban dispersos en bibliotecas privadas. De cualquier manera, es extraño que Huerta no hiciera referencia alguna a Hernández, siendo tan abundante en citas contemporáneas y cuando el mismo Plinio aconsejaba el deber de citar las fuentes como una cosa buena y llena de noble respeto.6 Sus referencias a cosas de Nueva España pudieron haberse tomado de copias del extracto de Recebo y aun es posible que de ejemplares del libro de Ximénez ya publicado en 1615, pero en ambos casos se reconocía la paternidad de Hernández. Lo que parece grave omisión y signo sospechoso de culpabilidad es que Huerta no incluyera el nombre de Hernández en la larga lista de más de 20 médicos españoles dignos de memoria que enumera en el capítulo III del libro 26, siendo que llega a nombrar hasta cinco que sirvieron a Felipe II. En referencia a esta cita es interesante contrastar el estilo llano y directo de nuestro admirado Hernández, cuando Huerta, después de usar grandes ditirambos para los médicos españoles que señala, dice pomposamente que hacerlo con otros que “resplandecen en esta Corte fuera querer contar las flores de una inmensa selva” y por lo tanto remite al lector “a sus mismas plumas, buriles de su memoria, que los dejap esculpidos en los bronces de su eterna fama”. Si entre éstos que omite mencionar estuviera comprendido Hernández, podríamos elogiar la vi­ sión premonitoria de Jerónimo de Huerta, aun cuando fuera no intencionada.

La obra de Jerónimo de Huerta no es tan rara como suponía Somolinos, quien creyó que no había ningún ejemplar en México y sólo uno en los Estados Unidos, por lo que trabajó con una copia del de la Biblioteca de la Universidad de California. Ahora hemos contado con el que amablemente nos facilitó Edmundo O’Gorman, de México. Otro ejemplar es propiedad de José Félix Patiño, de Colombia, en que aparece la firma autógrafa del autor: “Hier de Huerta”.7

Las circunstancias referidas explican que, no formando parte propiamente de las Obras completas de Francisco Hernández, aparezca como apéndice la parte traducida por Jerónimo de Huerta (volumen lla), que se imprime en tipo menor y otra clase de papel en esta edición.

Finalmente, deseamos hacer resaltar el interés permanente de los estudios plinianos con la mención de que en la actualidad se está publicando una nueva versión francesa de su Historia natural a cargo de la asociación Guillaume Budé, en la llamada “Collection des Universités de France”. Se trata de una edición con gran aparato crítico en 38 volúmenes, conteniendo sus 37 libros con páginas paralelas en latín y francés. Los comentarios son de dos órdenes: por una parte buscan precisar el texto latino, según los diversos manuscritos y fragmentos que han llegado hasta nosotros, es decir una verdadera genealogía del original, y por el otro un estudio profundo de la cosmología, geografía, historia natural y la suma total del conocimiento de la antigüedad grecotromana que nos legó Plinio. La serie se inició en 1947 con el libro 11, “De los insectos y de las partes del cuerpo”, y se ha continuado con diversos volúmenes, sin el orden habitual de secuencia, y han sido encargados a diversos especialistas en las materias co­ trespondientes a cada libro. Hasta la fecha han aparecido 27 volúmenes y quedan todavía por publicarse otros 11.

El último en publicarse fue el libro 25 en 1974. La serie se está publicando bajo la supervisión de diversos autores, entre los cuales destacan Ernout, Beaujeu y André, que son al mismo tiempo responsables de algunos de los volúmenes.8

Esto es lo que debemos decir sobre la importancia de volver a publicar en español un Plinio completo, y su interés permanente en la historia de la ciencia, pero la importancia fundamental de nuestra tarea está encaminada a exaltar la figura de Francisco Hernández, quien a través de sus comentarios a Plinio reveló sus altas cualidades como eminente humanista en pleno Renacimiento. Su fracaso editorial no pudo ser reparado hasta 400 años más tarde y es debido a la Comisión Editora de las Obras Completas de Francisco Hernández, y al respaldo constante de la Universidad Nacional Autónoma de México, que se lleva a cabo esta magna obra; reconocimiento tardío pero indudablemente justo a sus merecimientos y desvelos.






1 Somolinos d’Ardois, Germán, Vida y obra de Francisco Hernández, en Francisco Hernández, Obras completas, Universidad Nacional Autónoma de México, 1960, vol. 1, p. 422, n. 54.

2 Nogués, María del Carmen, “Introducción” a la Historia natural de Cayo Plinio Segundo, en Francisco Hernández, Obras completas, Universidad Nacional Autónoma de México, 19óó, vol. IV.

3 Somolinos d’Ardois, Germán, Vida ‘Y obra de Francisco Hernández, op. cit., p. 178.

4 Huerca, Gerónimo de, Historia natural de Cayo Plinio Segundo, Madrid, Juan González, VOL II, 1629. Su volumen 1 también fue impreso en Madrid, por Luis Sánchez, impresor del rey Felipe IV, en 1624, e incluía los libros 1 al 11.

5 Gómez Ortega, Casimiro, “Prefacio” a Francisco Hernández, Historia natural de Nueva España, Madrid, 1790.

6 Cayo Plinio Segundo, “Prólogo’’ a su Historia natural, en Francisco Hernández, Obras completas, vol. IV.

7 Paciño, José Félix, ‘’La Historia nautral de Cayo Plinio Segundo”, en Medicina y Desatrollo, 1968, vol. I, núm. 3, pp. 17-23.

8 Plioe l’Anden, Histoire naturelle, “Collection des Universités de France”, Société d’Editions “Les Belles Leures”: Livre I, 1950; II, 1950; VIII, 1952; IX, 1955; X, 1961; XI, 1947; XII, 1949; XIII, 1956; XIV, 1958; XV, 1960; XVI, 1962; XVII, 1964; XVIII, 1972; XIX, 1964; XX, 1965; XXI, 1969; XXII, 1970; XXIll, 1971; XXIV, 1972; XXV, 1974; XXVI, 1957; XXVII, 1959; XXVIII, 1962; XXIX, 1962; XXX, 1963; XXXI, 1972; XXXIV, 1953.

TOMO Va. HISTORIA NATURAL DE CAYO PLINIO SEGUNDO 2a

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